Nuestra
vida cristiana es hacer camino con Jesús con todas sus consecuencias confesando
nuestra fe en El pero aceptando lo que ese camino tiene de Pascua
Santiago 2, 1-9; Sal 33; Marcos 8, 27-33
Hacer un
camino juntos es mucho más que recorrer unos kilómetros para ir de un lado a
otro; el caminar juntos en un esfuerzo compartido para hacer un recorrido nos
da pie a hondas conversaciones, a confidencias porque parece que se nos escapan
del corazón aquellas cosas que hemos vivido y llevamos dentro; creo que todos
de una forma u otra tenemos esa experiencia, cómo llegamos a hondas
conversaciones, a una comunicación con aquella persona que va con nosotros que
quizás en otros momentos no hubiéramos sospechado.
Afloran los
recuerdos, se reviven sentimientos, compartimos ilusiones y sueños, compartimos
lo que son metas o ideales, expresamos lo que son nuestros gustos o deseos
igual que aquello que no nos agrada, sale lo mejor que llevamos dentro de
nosotros aunque también podamos hacer confidencias de sombras que nos pueden
nublar el corazón por cualquier motivo. Hacer un camino es algo más que
recorrer unos pasos, porque al final es el camino de nuestra vida el que vamos
compartiendo.
Hoy nos dice
el evangelio que Jesús iba de camino con sus discípulos. Quiere decirnos algo
más de que se estaban trasladando de un lugar ahora como solían ir de pueblo en
pueblo predicando. Vemos que en ocasiones Jesús se va por lugares que no era
habitual, y no se ve una razón, por así decirla apostólica, para ir a esos
sitios. Ahora andan casi en las fronteras de Palestina, por la región de
Cesarea de Filipo. Momentos de intimidad, momentos de preguntarse por el camino
que están haciendo, momentos de preguntarse por el sentido de cuanto está
sucediendo, momentos en que van a salir a flote cosas hermosas, aunque pudieran
aparecer sombras y dudas.
La pregunta de Jesús es directa. ‘¿Quién
dice la gente que soy yo?’ ¿A qué venía esa pregunta? Es Jesús que quiere
saber – aunque El bien lo sabe – lo que hay en su corazón, aunque pudiera parecer
una pregunta indirecta. Muchas veces el evangelista lo ha ido expresando, de la
admiración que sentía la gente por Jesús. Lo miraban como un profeta, como
alguien venido de Dios o que tiene a Dios consigo, como diría un día Nicodemo.
Y los discípulos van soltando las opiniones de la gente. ‘Unos, Juan el
Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas’.
Pero la pregunta de Jesús quiere ir más
allá, más a lo hondo de ellos mismos. Están siempre con Jesús, lo ven más de
cerca por decirlo de alguna manera, escuchan sus palabras y tienen momentos
intensos de mayor intimidad como el que ahora están teniendo. Por eso la
pregunta es directa. ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy?’
Podemos imaginar el silencio que
reinaría en esos momentos, como suele suceder cuando nos hacen una pregunta
directa en la que tenemos que implicarnos en la respuesta. Se cruzarían las
miradas. Pero allá saltará Pedro enseguida. ‘Tú eres el Mesías’.
Continúan los intercambios desde el
corazón. Jesús no quiere que difundan esa respuesta. Ya sabemos, las interpretaciones
que se podría hacer la gente. Pero a ellos Jesús quiere decirles algo más. Acepta
la respuesta de Pedro pero viene a decir algo muy importante Jesús. ‘Y
empezó a instruirlos: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado
por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los
tres días. Se lo explicaba con toda claridad’.
Pero esto es como un jarro de agua
fría. Se habían ido entusiasmando con la conversación, se sentían satisfechos
con la respuesta de Pedro. Era lo que todos intuían, porque de alguna manera el
Espíritu se los iba revelando en su corazón. Pero ahora no entienden lo que
Jesús quiere decirles. De alguna manera parece que eso defrauda sus esperanzas,
las ilusiones de lo que ellos pensaban que sería el Mesías.
Y de nuevo será Pedro el que tome la
iniciativa y se lleve a Jesús aparte para quitarle eso de la cabeza. Pero Jesús
le rechaza. Es una tentación para El. Son palabras fuertes las que le dice a
Pedro. Cuanto cuesta aceptar la pasión, el dolor, la muerte. Aunque Jesús les
habla también de resurrección. Es el camino que tienen que seguir haciendo con
Jesús, aunque les duela, aunque les cueste, pero el proceso será largo y solo
verán la luz después de la resurrección y se llenen del Espíritu de Jesús.
Hagamos nosotros camino. También hay
momentos de entusiasmo, como los habrá de sombras y de dudas. Tiene que haber
momentos de intimidad con Jesús para impregnarnos de su presencia y de su
Palabra; aflorarán nuestras dudas, nuestros interrogantes internos, nuestras
oscuridades, nuestros miedos. También nos costará aceptar el camino que Jesús
nos propone, pero tenemos que estar dispuestos a seguirle; tenemos que andar
con cuidado para que las tentaciones que nos vienen del mundo que nos rodea no
nos afecten, no nos aparten del camino, para que sepamos comprender lo que hay
siempre de pascua en nuestra vida.
Nuestra vida cristiana es hacer camino
con Jesús con todas sus consecuencias.
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