Es
necesario darle hondura a la vida siendo reflexivos para no andar ni
adormecidos ni agobiados sino con paz en el corazón pero que nos inquieta e
impulsa para mejores cosas
Santiago 1, 12-18; Sal 93; Marcos 8, 14-21
Hay ocasiones
en que vamos por la vida un tanto despistados; quizás tenemos nuestras
matraquillas en la cabeza con nuestros sueños o con nuestras preocupaciones,
con esas cosas que nos atan y parece que no podemos deshacernos de ellas, que
nos dicen las cosas, que vemos señales delante de nosotros y no terminamos de
entender.
Es necesario
estar atentos a las señales decimos cuando vamos por la carretera conduciendo
un vehículo, pero luego no estamos tan atentos a las señales que la vida nos va
ofreciendo y que tendrían que tenernos alerta para darle importancia a lo que
es lo fundamental. Escuchamos una palabra que nos puede sugerir muchas cosas y
no nos enteramos o le damos nuestras interpretaciones muy particulares; se nos
ofrece una imagen de algo que puede ser muy sugerente y no sabemos hacer su
lectura.
Confieso que
en otro espacio también de las redes intento ofrecer cada día un pensamiento de
reflexión y muchas veces me expreso a través de imágenes sencillas tomadas de
la vida ordinaria y me sorprendo con la interpretación que dan algunos de mis
palabras, quedándose en la imagen pero no sabiendo llegar al mensaje. Pero
suele sucedernos mucho.
Jesús quería
hacer reflexionar a los discípulos, quería abrirles los ojos para que no se
dejaran confundir por otras cosas que les podrían alejar del mensaje del Reino
que El trataba de anunciarles, y también se sorprende porque sus discípulos no
terminan de entender lo que les quiere decir. ‘¿Y no acabáis de comprender?’, les dice Jesús.
Les habla de
que tengan cuidado con la levadura de los fariseos que podría agriarles la masa
de la vida que descubrían el evangelio y ellos se ponen a pensar si han llevado
o no han llevado suficiente pan en la barca para la travesía que están
haciendo. Quizá se recordaban que no tenían pan en el desierto cuando Jesús les
pide que le den de comer a la multitud y olvidan hasta donde llegaba la
misericordia y la bondad del Señor que hizo que toda aquella multitud comiera y
hasta sobrara.
Con qué
facilidad nos quedamos solamente en lo que tenemos delante de la nariz y no
somos capaces de admirar la amplitud del paisaje que en panorámica se ofrece
ante nuestros ojos. Por eso cuidado con esa levadura de los fariseos, les viene
a decir Jesús; cuidado y atentos a la vida, a lo que sucede, a saber dar una
buena interpretación a las cosas y también a las palabras que escuchamos,
porque nuestra superficialidad nos puede jugar una mala pasada, como suele
decirse.
Es necesario
darle hondura a la vida, es necesario saber ser reflexivos, es necesario abrir
bien el corazón, pero quitando las malas hierbas que van a impedir que la
planta prospere, es necesario poner luz en el corazón para que no nos confundamos
con cualquier oropel que quieran ofrecernos como piedra preciosa, es necesario
que nos dejemos conducir por el Espíritu del Señor que El inspirará nuestro
corazón con las mejores cosas, es necesario arrancarnos de apegos que van a ir frenando nuestra vida, es
necesario vivir esa libertad de espíritu que nos da el Señor con su fuerza.
Podremos
avanzar, podremos crecer espiritualmente, podremos darle verdadera hondura a
nuestra vida, podremos hacer florecer nuestra vida para poder obtener un día
los mejores frutos, podremos dar ese testimonio claro de lo que significa
seguir a Jesús para atraer a los demás a que sigan y vivan también los valores
del Evangelio.
No andaremos
despistados, podremos estar por encima de esas preocupaciones que como
nubarrones tantas veces se ciernen sobre nuestra vida, podremos así mantener la
paz en el corazón, pero una paz que no nos adormece sino que nos llena de
inquietud por las cosas buenas.
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