No podemos desesperar ni llenarnos de angustia por las negruras de este mundo, porque tenemos una responsabilidad de poner nuestra parte de luz
Daniel
2,31-45; Sal.: Dn 3,57.58.59.60.61;
Lucas 21,5-11
Contemplaban la belleza del templo. Desde la colina del
Monte de los Olivos la visión era espectacular. Causaba admiración a propios y
a extraños. Pero aún más estaba el amor que todo judío tenia al templo de
Jerusalén y a la ciudad santa. Pero Jesús quiere hacerles reflexionar sobre
todo aquello que contemplaban. Las bellezas de este mundo son transitorias,
efímeras. Tendríamos que preocuparnos por una belleza que nunca se empañara.
Todo debía conducirnos a querer contemplar la visión de Dios, de la que todas
estas bellezas humanas son pálidos reflejos.
Todo aquello algún día quedaría destruido. Implícito
estaba el anuncio de la ciudad de Jerusalén, que cuando el evangelista nos
trasmitió el evangelio ya se había realizado. Abundará en párrafos siguientes
en el tema. Pero para el amor que todo judío sentía por Jerusalén y su templo
aquello era como el fin del mundo. Por eso quizá surge la pregunta en los
discípulos. ‘¿Cuándo va a suceder esto?’ Jesús aprovechará para hacernos unas
hermosas advertencias.
Muchas veces en la vida nos encontramos con agoreros de
calamidades. Gentes que hacen sus propias interpretaciones ya sea de los
acontecimientos, ya sea apoyándose incluso en textos sagrados para hacernos
anuncios que nos llenen de angustia y de temor. Están los que lo están siempre
viendo todo negro y en cuyos corazones falta la esperanza; los que lo ven todo
como irremediable e imposible de arreglar y en lo que pueda ir sucediendo están
viendo anuncios de calamidades que vendrán como si fuera un destino
irremediable. Están los que ante lo que sucede nos hacen anuncios de fin del
mundo, porque dicen que se va a cumplir ya de forma inexorable todo lo que está
anunciado. Profetas de calamidades y que anuncian angustias no nos faltan en todos los momentos de la
historia. ¿Podemos vivir siempre con esa angustia que nos puede conducir a la
desesperación?
Jesús hoy nos advierte: ‘Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán
usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "El momento está
cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones,
no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero al final no
vendrá en seguida’.
No nos dejemos engañar. No nos puede faltar la
esperanza. No nos podemos confundir ni
dejar que nos confundan. No podemos decaer en nuestra tarea y responsabilidad
hasta el último minuto que además nunca sabremos cuando nos va a llegar. En la
carta a los Tesalonicenses san Pablo en este sentido advierte a los cristianos
de entonces, porque algunos con una falsa esperanza de que el momento de
segunda venida del Señor era inminente ya no querían ni trabajar.
Cuantas veces en nuestro tiempo hemos oído hablar de
apariciones y revelaciones de que el fin del mundo está cerca, de que sucederá
en tal año y tal fecha, porque se han hecho sus interpretaciones muy particulares
de frases enigmáticas que alguien haya pronunciado. Y la gente suele ser muy crédula
en estas cosas y no aprende de la experiencia de los errores y engaños que
hayan pasado.
Tenemos un camino que realizar, unas responsabilidades
en la vida que no podemos abandonar. Y si en ese mundo en el que vivimos hay
tantas calamidades, pongamos de nuestra parte todo lo que podamos realizar para
hacerlo mejor. Lo que sí en el fondo de nuestra conciencia hemos de sentir paz,
porque sepamos estar en paz con Dios arrancando de nosotros todo lo que nos
pueda apartar de El. Si vivimos con esa paz en el corazón no habrá angustia ni
temor. Es lo que tenemos que buscar, porque con nosotros camina el Señor y El
nos llena de su paz. Busquemos la verdadera belleza, como decíamos al
principio, porque estemos preparados para esa visión de Dios en el cielo cuando
El quiera llamarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario