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domingo, 22 de noviembre de 2015

Jesús es Rey, es nuestro Rey porque fue testigo del amor y de la verdad hasta el límite supremo de entregar su vida por nosotros

Jesús es Rey, es nuestro Rey porque fue testigo del amor y de la verdad hasta el límite supremo de entregar su vida por nosotros

Daniel 7, 13-14; Sal. 92; Apocalipsis 1, 5-8; Juan 18, 33-37
‘¿Eres tú el rey de los judíos?’ La pregunta podría ser retórica. En fin de cuentas así se lo estaban presentando y ese era el argumento que en principio argüían los sumos sacerdotes cuando llevaron a Jesús ante Pilatos. En eso había de consistir el juicio. Alguien que se proclamaba rey, lo que significaba una rebelión contra el poder constituido, que en este caso era el poder romano.
Pero es que quizá Pilatos al hacer la pregunta retóricamente en el juicio que se estaba iniciando se estaría preguntando en su interior cómo es que éste es el rey de los judíos. ¿Dónde estaban sus seguidores? ¿Dónde estaban sus ejércitos? El reo que presentaban ante él no mostraba las señales de altivez y deseos de grandeza de quien quiere ser considerado como rey. La humildad de la apariencia no daba las señales del orgullo de quien quería ser proclamado rey. De ahí la respuesta de Jesús que conoce bien los corazones de los hombres y veía los interrogantes que se le podían estar presentando en su interior al gobernador. ‘¿Dices eso por ti mismo o te lo han dicho otros de mi?’ Podían haberle hablado de su nacimiento ignorado y pobre entre los pobres en Belén porque el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza; podrían haberle hablado de la vida oculta en Nazaret viviendo como el hijo de un simple artesano.
Nadie podrá ir diciendo que se había proclamado rey, porque cuando quisieron hacerlo allá en el descampado cuando lo de la multiplicación de los panes El se había retirado solo a la soledad de la montaña. Cuando la gente se entusiasmaba ante los signos que realizaba les trataba de impedir que lo divulgasen. Solo había permitido en la reciente entrada en Jerusalén que los niños y sencillos lo aclamasen como el Hijo de David, el que viene en nombre del Señor. Cuando sus discípulos más cercanos habían discutido por primeros puestos y lugares principales en su reino les había enseñado que la verdadera grandeza está en hacerse el último y el servidor de todos. ‘No será entre vosotros como con los poderosos de este mundo’, les había dicho.
Por eso responderá Jesús que su reino no es como los reinos de este mundo. ‘Mi reino no es de este mundo’, había contestado. No tenía ejércitos que lo defendieran para no caer ni en manos de los judíos, ni bajo el poder de los romanos. ‘Mi reino no es de aquí’.
Esto provocará entonces la intriga de Pilatos. ‘¿Con que tú eres rey?’ ¿Cómo es, entonces, que te presentas como rey? ¿Dónde están tus avales? No veo grandezas ni afanes de poder. ¿Qué tipo de reino es el tuyo que dices que no es de aquí? podía estar replicando Pilatos.
La afirmación de Jesús es rotunda. Es cierto que no ves cómo puedo ser rey ni en qué se está manifestando mi poder. ‘Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad y todo el que es de la verdad escucha mi voz’.
Jesús es Rey porque es el testigo de la verdad. Sí, el Reino de la verdad que es un reino de luz donde no cabe la mentira. Donde hay verdad hay luz, hay vida, hay amor, hay justicia verdadera. Donde hay verdad no caben ocultaciones ni mentiras; y donde reina la mentira hay oscuridad y con las tinieblas vienen toda clase de males. Desde las tinieblas surge la injusticia y la opresión; desde la oscuridad de las mentiras donde falta la verdad todo será apariencia y vanidad, todo será hipocresía y maldad; cuando caminamos entre tinieblas porque rechazamos la luz nos faltará una mirada limpia para ver con nuevos ojos al hermano y brotará el egoísmo y la insolidaridad; cuando nos falta esa verdad en la vida nos llenamos fácilmente de orgullo y de soberbia para subirnos sobre pedestales desde los que tratamos de manipular en propio beneficio egoísta a cuantos nos rodean haciendo en consecuencia daño a la dignidad de los demás.
Y así no es el reino de Jesús. Así no es Rey Jesús. Es rey y viene a dar testimonio de la verdad, y cuando resplandece la verdad brillará el amor y la vida, los corazones se llenarán de una autentica paz, las relaciones entre unos y otros estarán siempre basadas en el amor y en la justicia. Así es el Reino de Jesús. Por eso nos enseñará que vivamos en la verdad, que caminemos su camino, que nos dejemos inundar por su vida; nos dirá que nuestro estilo es el amor y la autenticidad, nos pondrá siempre en el camino del servicio y de la solidaridad.
Pero Jesús va por delante. Será el que pasó siempre haciendo el bien. Será el que busque al que sufre y al marginado para sanar y para levantar, para devolver la vida y la dignidad perdida y poner a los hombres en un nuevo camino y sentido de la vida. Será el que será capaz de tomar la jofaina de agua y la toalla para ponerse a lavar los pies de los discípulos. Será el que caminará con decisión hasta Jerusalén aunque sepa que allí le espera la pascua, una pascua que será de pasión y de muerte porque su amor es hasta el final, como el que ama hasta dar la vida por aquellos a los que ama.
Sobre el cadalso de la cruz Pilatos pondrá la justificación de la sentencia: ‘Jesús Nazareno, rey de los judíos’. Quizá tendríamos nosotros también que corregir a Pilato para decir que ponga que Jesús es Rey, es nuestro Rey por causa del amor y de la verdad, porque fue testigo de ello hasta el limite supremo y nosotros en verdad queremos reconocerle como Rey queriendo hacer su mismo camino, vivir en su misma humildad, dándonos con el mismo espíritu de servicio, buscando siempre la verdad para llenar el mundo de luz, para hacer de nuestro mundo ese mundo nuevo del Reino de Dios.


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