Nuestra esperanza viviendo siempre en la fe y el amor es el encuentro definitivo con el Señor para la resurrección y para la vida
Daniel
6, 11-27; Sal.: Dn 3,68.69.70.71.72.73.74; Lucas 21, 20-28
Cuando recitamos el Credo para proclamar nuestra fe hay
algo que decimos y proclamamos pero que tenemos el peligro que un poco nos pase
desapercibido. Proclamamos y confesamos la resurrección de Jesús y su ascensión
al cielo donde, decimos, ‘está sentado a
la derecha de Dios Padre todopoderoso y desde allí ha de venir a juzgar a vivos
y muertos’. Sentado a la derecha del Padre para expresar la divinidad de
Jesucristo que recibe el mismo poder y gloria, pero desde donde ha de ‘venir a juzgar a vivos y muertos’.
Cuando en el juicio ante el Sanedrín le preguntó a Jesús
si El era el Hijo de Dios respondió afirmativamente pero añadió ‘y veréis al Hijo del hombre sentado a la
derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo’.
Es a lo que nos hace referencia hoy el evangelio. Jesús
habla de los tiempos finales y lo hace con un lenguaje apocalíptico propio de
la época. Se entremezclan los anuncios de la destrucción de la ciudad de
Jerusalén y del templo con el anuncio del tiempo final. Pero Jesús quiere que
lo vivamos con paz y serenidad porque todo conduce a encontrarnos con El. Y nos
habla de su segunda venida. ‘Entonces
verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad’. Es la segunda venida del Hijo
del hombre que será para la resurrección y la vida. Por eso termina diciéndonos:
‘Cuando empiece a suceder
esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación’.
Es el momento del juicio final. Será el final de la
historia y de este mundo terreno. Será el inicio para la resurrección final. Se
acerca vuestra liberación. Ya en otros momentos nos insiste en que hemos de
estar preparados. Y preparados estamos si mantenemos nuestra fe y nuestra
esperanza. Y preparados estaremos si nos mantenemos en nuestra unión con El
viviendo siempre la gracia del Señor con toda fidelidad. Y preparados estaremos
si hemos sabido ir guardando nuestros tesoros en el cielo, como repetidamente
nos enseña Jesús en el evangelio.
Podemos recordar aquí también la alegoría del juicio
final del que nos habla Jesús en el evangelio. Ojalá escuchamos ese ‘venid benditos de mi Padre a heredar el
Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo’. Una invitación
a la confianza y a la paz. Una invitación a vivir de forma intensa y activa
nuestra esperanza. Una invitación a vivir en el amor de Dios que se traduce en
el amor a los hermanos.
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