Aún en medio de tormentas y oscuridades hemos de ver cómo el Reino de Dios está cerca y hemos de hacerlo presente en nuestra mundo
Daniel
7,2-14; Sal.: Dn 3,75.76.77.78.79.80.81; Lucas 21,29-33
A lo largo de todo este capitulo de san Lucas que hemos
ido escuchando y reflexionando en esta última semana del año litúrgico Jesús
nos ha hablado de tiempos difíciles que anuncian la destrucción de Jerusalén y
su templo, de las persecuciones que por su nombre habríamos de sufrir a causa
de su nombre y de las señales de los últimos tiempos.
Unos textos, aunque sean con un cierto tono apocalíptico
que nos podrían llenar de temor, que nos ponen ante lo que en el catecismo y la
teología llamábamos los novísimos para hacer referencia a la hora de nuestra
muerte y del juicio de nuestra vida ante Dios. Pero como todo el Apocalipsis es
un anuncio no para el temor sino para la esperanza; así tendríamos que leer
también ese último libro de la Biblia llamado precisamente el Apocalipsis, cuyo
verdadero significa como sabemos es Revelación.
Precisamente tras todos estos anuncios, ya casi en el
final del capítulo, vemos que hoy nos dice Jesús que cuando veamos que suceden
todas estas cosas, nos demos cuenta que el Reino de Dios está cerca. ‘Pues, cuando veáis que suceden estas
cosas, sabed que está cerca el reino de Dios’.
Hermosa consideración que nos hace Jesús. Vuelve a
repetirnos lo que nos decía al comienzo del evangelio. Su primer anuncio
recordamos era que creyéramos en la Buena Noticia que nos anunciaba porque
llegaba el Reino de Dios. Ahora vuelve a repetirnos en medio de todos los
anuncios que nos hace de lo que está por venir que llega el Reino de Dios, que
el Reino de Dios está cerca, porque el Reino de Dios hemos de vivirlo dentro de
nosotros también y especialmente en esas circunstancias difíciles.
Es lo que hemos de entender, aunque algunas veces
se nos pueda hacer difícil. En medio de las tormentas y dificultades hemos de
saber ver la presencia de Dios y ahí hemos de seguir reconociendo que El es el único
Señor de nuestra vida, el único que nos da sentido pleno a aquello que estamos
haciendo, a aquello que estamos viviendo.
Tenemos el peligro de desalentarnos, de enfriarnos
espiritualmente cuando nos vienen las noches oscuras de la historia, de nuestra
historia, de nuestra vida. Pero la luz de la presencia del Señor siempre está
ahí, aunque nos pueda pasar desapercibida. Esa luz nunca nos falla porque
siempre el Señor estará ahí junto a nosotros, es más llevándonos en las palmas
de sus manos.
El nos dice que el cielo y la tierra pasarán, pero
sus palabras no pasarán. Y El prometió que estaría con nosotros hasta la
consumación de los siglos; El nos prometió y nos envió la fuerza de su Espíritu
que es nuestra fortaleza y nuestra vida. Vivamos y hagamos presente en nuestro
mundo el Reino de Dios.
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