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sábado, 21 de noviembre de 2015

En la fe y la esperanza de la resurrección llenemos de trascendencia nuestra vida que alcanzará su plenitud en Dios

En la fe y la esperanza de la resurrección llenemos de trascendencia nuestra vida que alcanzará su plenitud en Dios

1Macabeos 6,1-13; Sal 9; Lucas 20,27-40

Hoy comienza diciéndonos el evangelio que ‘se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección…’ a hacerle unas preguntas. Conocido es que ese grupo o secta de los saduceos negaban la existencia de los espíritus, de los ángeles y entre otras cosas más la resurrección. En varias ocasiones en el evangelio le veremos enfrentarse a Jesús desde sus planteamientos. Y conocemos también cómo Pablo cuando estaba siendo juzgado como nos narran los Hechos de los Apóstoles provocó una controversia delante del tribunal donde estaban presentes fariseos y saduceos acusándolo proclamando la resurrección de Jesús y la resurrección de los  muertos.
Más que entretenernos en resolver la cuestión que plantean a partir de la ley del Levítico que mandaba casarse con la mujer del hermano si éste había muerto sin descendencia, creo que más bien la pregunta que tendríamos que hacernos es si en verdad nosotros creemos en la resurrección. Es algo fundamental porque atañe a algo que es esencial en nuestra fe.
Escuchamos muchas veces una mezcolanza de ideas en este sentido en la gente porque quizá no están tan seguros de creer en la resurrección pero vendrán luego hablándonos de la reencarnación porque han oído hablar quizá de esas doctrinas de las espiritualidades o religiones orientales, muchas veces más bien por el prurito de la novedad y de lo distinto que porque hayan entendido lo que realmente significa.
Pero la pregunta está ahí sobre nuestra fe en la resurrección y quizá tendríamos que mirar nuestra forma de vivir. Y digo mirar nuestra forma de vivir porque cuando nos quedamos en lo material de la vida como si no hubiera nada más, estaríamos negando la existencia de una vida espiritual y por ende estaríamos negando también la resurrección. Por otra parte muchas veces ponemos mucha imaginación y queremos ver cómo será exactamente eso y ya se nos comienzan a complicar las cosas. Hay algo que entra en el misterio de Dios y que nos cuesta comprender en su totalidad, y es donde tiene que entrar en juego nuestra fe para aceptar ese misterio que solo en Dios y en la plenitud de la eternidad podremos descifrar y en consecuencia querer confiarnos a su Palabra y a su revelación.
Podríamos recordar aquí lo que nos enseña san Pablo en la carta a los Corintios, porque si negamos la resurrección de los muertos, negaríamos la resurrección de Jesús y si negamos la resurrección de Jesús vana sería nuestra fe. Es el eje y fundamento de nuestra fe cristiana el proclamar nuestra fe en la resurrección de Jesús, que con su resurrección venció la muerte y nos hace a nosotros también con El triunfadores de la vida.
Hoy nos dice Jesús en el evangelio que ‘Dios no es un Dios de muertos sino de vivos, porque para El todos están vivos’. Como decíamos antes, esto tiene sus consecuencias en nuestra vida, porque así nuestra vida adquiere una nueva trascendencia. La muerte no es un final definitivo, sino que es abrirnos a una nueva vida, una vida eterna que podemos vivir en Dios. Estamos llamados a la resurrección y a la vida eterna; pero queremos que esa vida sea dichosa y feliz; lo alcanzaremos si ahora en el camino de este mundo hemos vivido siendo fieles, hemos vivido con fe y con esperanza, le hemos dado un verdadero sentido a nuestra vida, un sentido que en el amor alcanzará su plenitud. Si desde esa fe y esa esperanza hemos sabido poner amor en nuestra vida, en la hora de la resurrección resucitaremos para la plenitud de Dios, para la plenitud del amor en Dios para siempre.
Terminemos recordando las palabras de Jesús a Marta cuando la resurrección de Lázaro, ‘el que cree en mi, aunque haya muerto vivirá, porque yo soy la resurrección y la vida… y lo resucitaré en el último día’. Llenemos nuestra vida de trascendencia que en la resurrección alcanzará su plenitud.

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