Vistas de página en total

lunes, 16 de noviembre de 2015

El ciego al borde del camino nos está hablando de ese mundo que está más allá y sufre y no nos queremos enterar

1Macabeos 1,10-15.41-43.54-57.62-64; Sal 118; Lucas 18,35-43

Pregunta el ciego que está al borde del camino y pregunta Jesús. Responden a las preguntas del ciego anunciando a Jesús los que le acompañan, pero pronto se ven incomodados por los gritos insistentes del ciego; pero ante aquellas preguntas y ante las súplicas insistentes será Jesús el que querrá acercarse al hombre que sufre interesándose de verdad por la necesidad de aquel hombre. ‘¿Qué quieres que haga por ti?’
Muchas cosas se entremezclan en este breve pasaje del evangelio. Hay un mundo que grita, que hemos dejado quizá al borde del camino, que se nos presentará quizá en una realidad cruenta que nos duele y que quizá queremos dejar a un lado mientras nosotros miramos para otro sitio muy centrados quizá en las cosas que nos gustan; hay un mundo al que quizá en un momento determinado hacemos caso porque en aquel momento quizá nos toca muy cerca, pero que cuando vemos que los problemas continúan, o que quizá se multiplican alrededor en tantos otros sitios en los que no nos habíamos fijado quizá ya nos molestan porque están tirando de nuestra conciencia. Un mundo múltiple que puede convertirse en un interrogante doloroso para nuestra manera de vivir o para nuestra insensibilidad mientras no sea algo que nos toque muy cerca.
Cuando voy reflexionando sobre todo esto pienso en lo que nos ha sucedido en estos días en nuestro mundo, pero quiero mirar mas allá porque en otro mundo quizá no tan distante suceden cosas semejantes a las que nos hemos acostumbrado o de las que no queremos enterarnos. Nos ha tocado muy cerca el terrorismo porque tocó en el corazón de Europa muy cerca de nosotros y nos sentimos solidarios, es cierto, con tantas victimas inocentes. Pero muchos otros atentados han sucedido recientemente en lugares no tan lejanos, pero que nos parecía que a nosotros no nos tocaba; otras muchas victimas inocentes siguen muriendo bajo la explosión de las bombas, o atenazadas por la miseria y el hambre. De esas quizá no queremos saber, los colores de sus banderas no tiñen nuestras imágenes. Las miramos desde lejos. Cualquiera puede verlo repasando los medios de comunicación o las redes sociales.
Jesús le está preguntando a ese mundo que sufre también como a aquel ciego ‘¿qué quieres que haga por ti?’. Pero quizá Jesús nos está preguntando a nosotros, a ti y a mi, ‘¿qué quieres que haga por ti?’ Porque hay algo quizá en nosotros también que nos inmoviliza, como la ceguera inmovilizaba a aquel hombre; hay quizá insensibilidad, parálisis de nuestro corazón, ceguera de nuestro espíritu, porque solo vemos lo que nos interesa, solo nos sentimos movidos por lo que está más cerca de nosotros y nos puede afectar.
¿No tendríamos nosotros que decirle a Jesús como aquel ciego ‘¡Señor, que vea otra vez!’, que se abran mis ojos, que vuelva la sensibilidad a mi corazón, que comience a mirar a nuestro mundo con una mirada distinta? Pon, Señor, el colirio del amor en los ojos de mi alma; que me envuelva, Señor, con los colores de la bandera de la pobreza, del dolor, del sufrimiento, de la soledad de mis hermanos.
¿Podremos al fin salir como aquel hombre de la presencia del Señor alabando a Dios porque mis ojos se han abierto, porque mi corazón ha cambiado, porque comenzaré de verdad a hacer que el mundo sea mejor con el compromiso de mi vida?
El ciego estaba al borde del camino fuera de Jericó; no nos quedemos en Jericó o en los caminos de cada día, no nos quedemos en París, fuera también hay muchos inocentes que sufren.

No hay comentarios:

Publicar un comentario