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martes, 17 de noviembre de 2015

Bajemos de nuestras higueras, saltemos las barreras que nos imponemos o con las que discriminamos a los demás para ir de verdad al encuentro con Jesús

Bajemos de nuestras higueras, saltemos las barreras que nos imponemos o con las que discriminamos a los demás para ir de verdad al encuentro con Jesús

2Macabeos 6,18-31; Sal 3; Lucas 19, 1-10
Jesús sigue caminando por Jericó. En las afueras, junto al borde del camino se había encontrado con un invidente que quería recobrar la luz de sus ojos. Ahora mientras camina por la ciudad hay alguien también que quiere ver a Jesús; sus ojos no tienen ninguna limitación pero hay otras cosas que impiden que pueda verlo con claridad, aunque en este caso también su voluntad es tan fuerte que llegará a subirse a una higuera para al menos desde allí verlo pasar.
¿Podríamos decir que un marginado? Esa palabra nos podría recordar en primer lugar a los que por carecer de medios económicos viven al margen de los demás, pero ahora éste no es el caso. Hay limitaciones, sí en su vida, aunque lo de menos fuera que era bajo de estatura como destaca el evangelista. Era discriminado por su profesión y quizá por las riquezas que de mala manera había conseguido; se había ganado el desprecio de la gente. Seguro que no querían verlo en medio de ellos y eso fuera también un impedimento para ver pasar a Jesús desde el lugar normal a pie de calle y en medio de la gente. Se tuvo que subir a una higuera.
Hay cosas que nos marginan; nos marginamos quizá a nosotros mismos por nuestra manera de actuar que nos puede hacer merecedores del desprecio de las gentes; nos marginamos porque quizá somos nosotros los que no queremos mezclarnos con toda clase de gente; en este caso no solo el marginado era Zaqueo sino también aquellos que juzgaban y condenaban a los demás por situarse en planos de superioridad eran también marginados porque se marginaban a sí mismos.
Nos puede dar ocasión para hablar de muchas cosas, de muchas discriminaciones que nos vamos haciendo en la vida, que vamos haciendo en la vida de los demás. Mas tarde en el texto veremos cómo los fariseos y letrados critican a Jesús porque se mezcla con publicanos y pecadores y como con ellos.
Pero si Zaqueo tiene firme voluntad de ver a Jesús aunque solo fuera por curiosidad, será Jesús el que da pasos hacia Zaqueo porque se detendrá al pie de la higuera para auto invitarse a su casa. ‘Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa’.  Y se realiza el encuentro. Bajará Zaqueo de la higuera contento de poder recibir a su casa atendiéndolo con todas las mejores costumbres de la hospitalidad oriental. Le ofreció un banquete. Pero el encuentro será profundo, porque Jesús terminará manifestando que la salvación ha llegado aquel día a aquella casa.
Ya conocemos todo lo que paso en el corazón de Zaqueo para que su vida cambiara totalmente. El encuentro con Jesús había realizado el milagro. Ahora no son cosas físicas las que se curan sino el corazón de Zaqueo que se transforma. Es el verdadero milagro. Es la verdadera gracia. Muchas barreras se rompieron en aquel momento y ya nada podría separar los corazones.
Creo que no es necesario seguir comentando muchas mas cosas. Busquemos el encuentro con Jesús saltando todas las barreras que nos hayamos puesto o nos quieran poner. Sabemos que Jesús también viene a nuestro encuentro y ya nada podrá separarnos de El si en verdad le abrimos nuestras puertas. Pero abrir las puertas a Jesús significará destruir barreras; las barreras que nosotros vamos interponiendo en nuestra vida; las barreras con las que nosotros nos separamos de los demás y en consecuencia nos separamos de Cristo; las barreras que con nuestros prejuicios, nuestras sospechas, nuestras desconfianzas, nuestros orgullos, nuestra insolidaridad y hasta con nuestras condenas ponemos nosotros a los demás.
Cuando vamos al encuentro con el Señor no caben esas barreras en nuestra vida. Cuando vamos al encuentro con el Señor de muchas cosas tenemos que desprendernos porque son rémoras fuertes que nos atan o que nos arrastran en otros sentidos. Cuando vamos al encuentro de Jesús iremos encontrando la verdadera libertad de nuestro espíritu, la libertad que nos da el amor, la libertad que nos llena de paz.
Bajemos de nuestras higueras, saltemos todas las barreras.

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