Que el Espíritu nos ayude a plantar la vida que dura para siempre en nuestro corazón guardando de verdad la Palabra de Jesús
Génesis
17,3-9; Sal
104; Juan
8,51-59
‘Os aseguro: quien
guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre’. Se produjo una fuerte reacción por
parte de los judíos ante estas palabras de Jesús. Les costaba entender y creer
lo que Jesús les estaba diciendo; terminan llamándolo loco y endemoniado y en algún
momento le dirán incluso que blasfema.
Es cierto, tenemos que reconocer, que algunas veces
también nos cuesta entender y creer en las palabras que Jesús nos dice, o nos
trasmite el texto sagrado. También en ocasiones nos hacemos nuestras
interpretaciones, muchas veces incluso interesadas. También nos puede suceder
que las aceptemos con una fe ciega, pero sin darle demasiada repercusión quizá
luego en nuestra vida personal.
Es también lo que nos ha narrado la primera lectura.
Abrahán es muy mayor, su mujer no ha podido darle hijos; el hijo que tiene es
el de la esclava, pero no tiene una descendencia directa del matrimonio por lo
que estamos diciendo. Y Dios le promete que tendrá una descendencia numerosa.
¿Es fácil creerlo? ‘Mira, éste es mi
pacto contigo: Serás padre de muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás Abrán,
sino que te llamarás Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos.
Te haré crecer sin medida, sacando pueblos de ti, y reyes nacerán de ti...’
El mismo Abrahán se está riendo dentro de si ante esta promesa de Dios e
incluso Sara hará algún comentario jocoso sobre el hecho de que a su edad va a
poder concebir y tener hijos.
En razonamientos humanos era algo difícil de explicar.
Pero ahí está la fe bien probada de Abrahán que se fía de la Palabra del Señor
y de su promesa. Ya sabemos que las pruebas a su fe continuarán más adelante
cuando incluso se le pida el sacrificio de su hijo, el hijo de la promesa.
No nos extrañe que algunas veces también nosotros
tengamos nuestras dudas; forma parte de nuestra condición humana. Pero es
precisamente ahí, en todo momento de la vida pero sobre todo cuando nos
aparezcan los momentos difíciles y todo nos parezca un callejón oscuro y sin
salida, donde tenemos que afirmar nuestra fe, creer en la Palabra de Jesús, en
la Palabra que Dios nos quiere trasmitir.
¿Tendremos que hacer un sacrificio muy costoso allá
dentro de nuestro corazón, como Abrahán al que le pedía Dios el sacrificio de
su hijo? Seamos capaces de ponernos en las manos de Dios, fiarnos de Dios que
hace maravillas y siempre estará a nuestro lado. No será quizá como a nosotros
nos gustaría, pero hemos de saber descubrir esa presencia de Dios tal como El
quiera manifestarsenos y en lo que El quiere manifestarnos.
Guardemos de verdad la Palabra de Jesús, aceptémosla y planteémosla
en nuestro corazón que, como nos dice hoy, el nos dará el ‘no morir para siempre’. Su Palabra siempre es una Palabra de vida,
de salvación, de gracia, de regalo de Dios. Que el Espíritu Santo nos ayuda a
plantar esa vida en nuestro corazón guardando de verdad la Palabra de Jesús.
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