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lunes, 23 de marzo de 2015

Quien tiene un corazón lleno de amor como el de Jesús aprende a mirar con ojos compasivos a los demás

Quien tiene un corazón lleno de amor como el de Jesús aprende a mirar con ojos compasivos a los demás

Daniel 13,1-9.15-17.19-30.33-62; Sal 22; Juan 8,1-11
Sólo quien es capaz de mirarse asimismo con sinceridad para descubrir la miseria que también hay en su corazón será capaz de mirar con ojos compasivos y llenos de misericordia a los que le rodean para siempre perdonar y nunca condenar. El orgullo cierra el corazón y lo hace incapaz de amar. Porque Jesús tenía el corazón lleno de amor pudo mirar con ojos compasivos a la pecadora que estaba a sus pies. El amor levanta, crea nueva vida, llenando de paz los corazones.
Es lo que no sabían comprender aquellos ‘escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio’ delante de Jesús. ‘Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?’ Claro que ellos en su malicia estaban buscando pretextos para poder acusar a Jesús de que actuaba contra la ley de Moisés.
Su autosuficiencia, su orgullo, su considerarse mejores que los demás y cumplidores hasta el extremo en todo les cerraba el corazón. No son capaces de mirarse a si mismos con sinceridad. Es lo que Jesús quiere hacerles comprender. ‘El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra’, les dice. El silencio de Jesús les hará reaccionar.  No serán capaces de poner amor en su corazón, pero se irán escabullendo uno a uno, como dice el evangelista.
Aprendamos a poner amor en el corazón. Aprendamos a tener una mirada limpia y llena de amor. El amor nos hará sinceros con nosotros mismos al tiempo que nos hará mirar con ojos nuevos y distintos a los demás. Como lo hizo Jesús. ‘Yo tampoco te condeno’. Es una mujer pecadora, pero allí está el amor que levanta, que nos da nueva vida, que nos llena de paz, que nos trae el perdón. Así nos acercamos a Jesús para que nos levante de nuestra postración y nuestro pecado; así vamos a Jesús porque sabemos que siempre tendrá una mirada de amor para nosotros; acudimos a Jesús con confianza porque sabemos que siempre tiene la mano tendida para levantarnos y hacernos sentir su paz.
‘El Señor es compasivo y misericordioso’. Pero tenemos que parecernos a Jesús; tenemos que aprender a llenar de amor nuestro corazón. Para que comencemos nosotros a tener una nueva vida; para que comprendamos todo lo que es el amor que el Señor nos tiene que también nos perdona y nos levanta; para que aprendamos a ser generosos en nuestro amor con los demás.
Arranquemos todo atisbo de orgullo y autosuficiencia de nuestro corazón. Que nunca miremos con ojos turbios a los demás despreciándolos porque hayan tenido tropiezos en la vida, que nosotros también los tenemos. Aprendamos a mirarnos a nosotros mismos con sinceridad. Que nuestro corazón está siempre lleno de mansedumbre, de ternura, de amor como el corazón de Cristo.

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