Jesús
invita a que se mantengan firmes en su fe los que se van viendo liberados de
las viejas ataduras porque puede aparecer la nueva cizaña de la confusión y el
desaliento
Joel 1,13-15; 2,1-2; Sal 9; Lucas 11,15-26
Parece que ya casi nos hemos
acostumbrado. Lo vemos en cualquier trasmisión de noticias, en las discusiones
por llamarlas de alguna manera que se montan en las redes sociales, en las
luchas en la vida diaria entre unos y otros, cómo en cualquier discusión o
intercambio de opiniones sobre las más diversas cosas cuando no tenemos razones
o argumentos lo más fácil es entrar en el campo de las descalificaciones
queriendo desprestigiar al adversario echando toda clase de porquería sobre
ellos; si ante los ojos de la sociedad logramos desprestigiar a alguien aunque
sea con falsedades la gente dejará de creer en esa persona y anularemos
cualquier tipo de influencia que pudiera tener en la sociedad.
Algunas veces, tanto nos han
insensibilizado, que nos parece hasta normal que esas cosas sucedan así y perdemos
nuestra capacidad de juicio personal dejándonos llevar simplemente por ‘lo
que dicen’ de la otra persona sin ningún tipo de comprobación de su
certeza. Echa basura que algo queda, es un dicho que se suele repetir más o
menos en ese sentido. ¿Hasta dónde llega la ética de las personas? ¿Qué mundo
nos estamos creando cuando vemos tan normal que sucedan cosas así?
Nunca somos capaces de aceptar lo bueno
que puedan hacer los demás; todo lo que hagan aquellos que ‘no son de los
nuestros’ no puede ser bueno y cuando yo llegue a tener algún tipo de poder lo
destruiré aunque no sea capaz de construir algo mejor. Lo estamos viendo en la
sociedad todos los días y en todos los ámbitos. Así anda nuestra vida política
donde nunca somos capaces de entendernos y tratar de acercar opiniones o
planteamientos para hacer algo bueno y duradero, lo vemos en otros ámbitos de
la vida social, del mundo de los deportes, o hasta en nuestras asociaciones de
vecinos donde pronto aparece el partidismo y más que las ganas de hacer algo
positivo, están los deseos de destruir lo que otros han hecho. Algunas veces
viendo todo esto se siente uno desalentado.
Me surge toda esta reflexión sobre las
andaduras de nuestra vida social actual desde lo que también contemplamos en el
evangelio que sucedía en tiempo de Jesús. También el desprestigio era la regla
de juego. Había quienes no podían aceptar a Jesús porque la transformación que
Jesús quería realizar desde lo más hondo de los corazones de los hombres, quizá
pudiera poner en peligro sus posicionamientos y grados en la escala de la vida
social de su época. Allá estaban en contra los fariseos y los saduceos, que
eran algo así como los dos principales partidos de la sociedad judía;
igualmente los sumos sacerdotes y los escribas que pertenecerían a alguno de
estos u otros grupos también hacían oposición a Jesús.
Había cosas que estaban muy claras y
que eran los signos, los milagros que Jesús realizaba. La gente veía renacer
sus esperanzas en las palabras de Jesús pero también con los signos que
realizaba que eran señales de esa vida nueva que Jesús nos venía proponiendo al
hablarnos del Reino de Dios. No podían negar las evidencias, pero sí podían
sembrar dudas en los corazones de la gente sencilla. Por eso, como hoy
contemplamos, al final quieren atribuir el poder de Jesús al poder del príncipe
de los demonios. Sembraban dudas y sembraban desprestigio para que la gente no
siguiera a Jesús.
Jesús invita a los que le siguen y se
van viendo liberados de muchas ataduras en la vida nueva que El les ofrecía,
para que se mantengan firmes en su fe; para que no se confíen en que ya se
sienten liberados y nada les puede pasar. Puede venir de nuevo el enemigo y
sembrar la cizaña en medio de la buena semilla para crear confusión, como es lo
que están queriendo hacer con las críticas que se hacen a Jesús. La maldad y la
malicia del que busca el mal pueden hacer surgir nuevas formas que nos tienten
y nos envuelvan con su mal.
Es en lo que nosotros hemos de estar
prevenidos y sentirnos fuertes para no volver a caeré en la tentación del
maligno que nos acecha para llevarnos por caminos de maldad y de pecado. Es
también ese mundo de confusión que nos envuelve, como hemos venido
reflexionando, que nos hace perder la fe y la esperanza, que nos desalienta y
que nos confunde. El mal está ahí, y puede estar metido también en nuestro
mundo, pero no nos podemos dejar confundir, no nos podemos dejar vencer por el
desaliento, no podemos sentirnos defraudados por aquello que intencionadamente
nos pueden presentar de una forma determinada para desestabilizarnos y hacernos
perder la fe.
Es cierto que podemos ver también mucho
mal hasta dentro de la Iglesia o cosas que no nos gusten. Pero tenemos la
seguridad de quien es el que guía los caminos de la Iglesia, quien la asiste y
la hace superar esas fuerzas del mal que atentan y acechan contra ella. El Espíritu del Señor está con la Iglesia
siempre, aunque nos veamos envueltos en sombras. ‘El poder del abismo no la
derrotará’, le dijo Jesús a Pedro. Tengamos esa confianza en las palabras
de Jesús.
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