Queremos
ofrecer un ramillete de rosas a María del Rosario como el perfume de nuestro
amor pero también en sus espinas el dolor de los que sufren los efectos del
volcán
Zacarías 2, 14-17; Sal.: Lc. 1, 46b-55;
Lucas 1, 26-38
Qué imagen más romántica nos decimos
cuando contemplamos a alguien que lleva un ramo de rosas o un ramo de flores a
la persona amada. Es el gesto más sencillo y podríamos decir que más habitual
con la que alguien quiere expresar el aprecio y el amor que siente por otra
persona. Es el regalo de los enamorados, pero es también el regalo bonito de
los hijos a sus madres. En la belleza, en el perfume, en el color y brillo de
unas flores queremos expresar nuestro amor, queremos ofrecer todo el cariño por
ejemplo que sentimos por nuestra madre en momentos especiales, o simplemente
cuando nos lo dicta el amor que sentimos en nuestro corazón.
Hoy es el día de una fiesta de María
que la celebramos tal como si se tratara de ofrecer un ramo de rosas a la
Madre. Es el día de Nuestra Señora del Rosario. Una fiesta y una advocación de
la Virgen que entró en el calendario litúrgico después de la famosa batalla de
Lepanto con la que la cristiandad frenó el avance del Islam hacia Europa. Una
batalla sostenida no solo con la fuerza de las armas en esa singular batalla de
Lepanto, sino sobre todo con la oración de los cristianos a la Virgen con el
rezo del santo rosario.
Siglos atrás a santo Domingo de Guzmán,
fundador de la Orden de Predicadores conocidos como los dominicos, se le
atribuya la difusión del rezo del rosario entre el mundo cristiano. Quizás
había surgido simplemente como la reacción del pueblo cristiano, que en
aquellas épocas se había alejado ya de la lengua latina, al rezo litúrgico de
los salmos que sin embargo en la Iglesia seguían recitándose en latín. Una
forma de mantener ese espíritu de oración fue con el rezo repetido del avemaría
a la Virgen mientras poco a poco se fueron introduciendo los llamados misterios
del Rosario que no son otra cosa que recordar distintos momentos del misterio cristiano.
Así la meditación de esos misterios de
la vida de Cristo, sobre todo en referencia a la presencia de María en el
misterio de la salvación, junto a la oración repetida del avemaría fue de
alguna manera una forma de mantener vivo el evangelio en el corazón de los
cristianos, una forma de evangelización. Es la razón de esta fiesta de la
Virgen del Rosario que hoy celebramos. En muchos de nuestros pueblos que tienen
una especial devoción a esta advocación de María se suele representar la
llamada Librea, que es como un auto sacramental de esa batalla de Lepanto
recordando así en las tradiciones de nuestros pueblos la historia en esa
especial referencia a María y el rezo del rosario.
Brevemente quiero detenerme en el texto
del evangelio que tantas veces hemos escuchado de la Anunciación del ángel a
María del Misterio de la Encarnación. ‘El ángel, entrando en su presencia,
dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel’.
Así sencillamente nos narra el evangelista ese primer momento del encuentro de
María con el ángel que venía de parte del Señor. La sorpresa de María,
podríamos decir. Sorpresa y asombro. Sorpresa, porque no esperaba la visita del
ángel. ¿Quién era ella que se consideraba a sí misma como la humilde esclava
del Señor para que viniera a ella un ángel de parte de Dios? Y María se deja
sorprender por ese misterio de Dios que se hacia presente en ella.
Algunas veces tenemos el peligro de
perder la capacidad del asombro. Quizá son tantas las cosas que suceden
continuamente en la vida que ya no nos sorprendemos por nada, todo lo vemos tan
natural. Pero hemos de saber descubrir las cosas maravillosas y grandes que
suceden a nuestro lado. Es una forma de abrirnos al misterio y ser capaces de
aceptar el misterio. Y es en el lado más humano y más ordinario de la vida
donde tenemos que aprender a abrir los ojos para ver tantas cosas maravillosas
que se suceden en la misma naturaleza.
Nos estamos viendo sorprendidos en
estos días por la fuerza de la naturaleza en el volcán que ha explosionado en
nuestra tierra, y quizás nos abruma el dolor por tanta destrucción que lleva
consigo que está haciendo sufrir a mucha gente, pero al mismo tiempo tenemos
que saber abrir los ojos para contemplar tanta fuerza y tanta maravilla que se
encierra en nuestra naturaleza.
Aunque estemos en un momento difícil y
doloroso para muchos recordar que esa misma tierra que se vio atormentada no
hace muchos años por volcanes semejantes, sin embargo supieron sacar una fuente
de riqueza para la misma isla en el cultivo de esos terrenos ganados al mar.
Detrás de todo esto que nos asombra e incluso nos puede llenar de miedo hay un
misterio, hay un don de Dios también que hace surgir en los corazones
maravillosos movimientos de solidaridad. ¿No podríamos pensar aquí también en
maravillosos caminos de Dios aunque algunas veces nos cueste entender?
Ofrezcamos, si, ese hermoso ramillete
de rosas a María en su fiesta con nuestra oración, aunque sabemos que el
perfume y la belleza de sus pétalos de múltiples colores esconden unas espinas
que vienen a representar nuestros dolores o los sufrimientos de tantos como los
que ahora padecen los que sufren los efectos del volcán. Que María se haga
presente en esa batalla, hoy no de Lepanto sino de la Cumbre Vieja, para que un
día podamos encontrar la luz y el final de tanto sufrimiento.
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