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jueves, 7 de octubre de 2021

Queremos ofrecer un ramillete de rosas a María del Rosario como el perfume de nuestro amor pero también en sus espinas el dolor de los que sufren los efectos del volcán

 


Queremos ofrecer un ramillete de rosas a María del Rosario como el perfume de nuestro amor pero también en sus espinas el dolor de los que sufren los efectos del volcán

Zacarías 2, 14-17; Sal.: Lc. 1, 46b-55; Lucas 1, 26-38

Qué imagen más romántica nos decimos cuando contemplamos a alguien que lleva un ramo de rosas o un ramo de flores a la persona amada. Es el gesto más sencillo y podríamos decir que más habitual con la que alguien quiere expresar el aprecio y el amor que siente por otra persona. Es el regalo de los enamorados, pero es también el regalo bonito de los hijos a sus madres. En la belleza, en el perfume, en el color y brillo de unas flores queremos expresar nuestro amor, queremos ofrecer todo el cariño por ejemplo que sentimos por nuestra madre en momentos especiales, o simplemente cuando nos lo dicta el amor que sentimos en nuestro corazón.

Hoy es el día de una fiesta de María que la celebramos tal como si se tratara de ofrecer un ramo de rosas a la Madre. Es el día de Nuestra Señora del Rosario. Una fiesta y una advocación de la Virgen que entró en el calendario litúrgico después de la famosa batalla de Lepanto con la que la cristiandad frenó el avance del Islam hacia Europa. Una batalla sostenida no solo con la fuerza de las armas en esa singular batalla de Lepanto, sino sobre todo con la oración de los cristianos a la Virgen con el rezo del santo rosario.

Siglos atrás a santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores conocidos como los dominicos, se le atribuya la difusión del rezo del rosario entre el mundo cristiano. Quizás había surgido simplemente como la reacción del pueblo cristiano, que en aquellas épocas se había alejado ya de la lengua latina, al rezo litúrgico de los salmos que sin embargo en la Iglesia seguían recitándose en latín. Una forma de mantener ese espíritu de oración fue con el rezo repetido del avemaría a la Virgen mientras poco a poco se fueron introduciendo los llamados misterios del Rosario que no son otra cosa que recordar distintos momentos del misterio cristiano.

Así la meditación de esos misterios de la vida de Cristo, sobre todo en referencia a la presencia de María en el misterio de la salvación, junto a la oración repetida del avemaría fue de alguna manera una forma de mantener vivo el evangelio en el corazón de los cristianos, una forma de evangelización. Es la razón de esta fiesta de la Virgen del Rosario que hoy celebramos. En muchos de nuestros pueblos que tienen una especial devoción a esta advocación de María se suele representar la llamada Librea, que es como un auto sacramental de esa batalla de Lepanto recordando así en las tradiciones de nuestros pueblos la historia en esa especial referencia a María y el rezo del rosario.

Brevemente quiero detenerme en el texto del evangelio que tantas veces hemos escuchado de la Anunciación del ángel a María del Misterio de la Encarnación. ‘El ángel, entrando en su presencia, dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel’
. Así sencillamente nos narra el evangelista ese primer momento del encuentro de María con el ángel que venía de parte del Señor. La sorpresa de María, podríamos decir. Sorpresa y asombro. Sorpresa, porque no esperaba la visita del ángel. ¿Quién era ella que se consideraba a sí misma como la humilde esclava del Señor para que viniera a ella un ángel de parte de Dios? Y María se deja sorprender por ese misterio de Dios que se hacia presente en ella.

Algunas veces tenemos el peligro de perder la capacidad del asombro. Quizá son tantas las cosas que suceden continuamente en la vida que ya no nos sorprendemos por nada, todo lo vemos tan natural. Pero hemos de saber descubrir las cosas maravillosas y grandes que suceden a nuestro lado. Es una forma de abrirnos al misterio y ser capaces de aceptar el misterio. Y es en el lado más humano y más ordinario de la vida donde tenemos que aprender a abrir los ojos para ver tantas cosas maravillosas que se suceden en la misma naturaleza.

Nos estamos viendo sorprendidos en estos días por la fuerza de la naturaleza en el volcán que ha explosionado en nuestra tierra, y quizás nos abruma el dolor por tanta destrucción que lleva consigo que está haciendo sufrir a mucha gente, pero al mismo tiempo tenemos que saber abrir los ojos para contemplar tanta fuerza y tanta maravilla que se encierra en nuestra naturaleza.

Aunque estemos en un momento difícil y doloroso para muchos recordar que esa misma tierra que se vio atormentada no hace muchos años por volcanes semejantes, sin embargo supieron sacar una fuente de riqueza para la misma isla en el cultivo de esos terrenos ganados al mar. Detrás de todo esto que nos asombra e incluso nos puede llenar de miedo hay un misterio, hay un don de Dios también que hace surgir en los corazones maravillosos movimientos de solidaridad. ¿No podríamos pensar aquí también en maravillosos caminos de Dios aunque algunas veces nos cueste entender?

Ofrezcamos, si, ese hermoso ramillete de rosas a María en su fiesta con nuestra oración, aunque sabemos que el perfume y la belleza de sus pétalos de múltiples colores esconden unas espinas que vienen a representar nuestros dolores o los sufrimientos de tantos como los que ahora padecen los que sufren los efectos del volcán. Que María se haga presente en esa batalla, hoy no de Lepanto sino de la Cumbre Vieja, para que un día podamos encontrar la luz y el final de tanto sufrimiento.

 

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