Quizás
sea yo el que tenga que ser curado de tantas lepras que me paralizan, que están
poniendo barreras en mi vida, que también de alguna manera me están aislando
1Samuel 4, 1-11; Sal 43; Marcos 1, 40-45
‘Si quieres puedes limpiarme’, le dice el leproso a Jesús. Dura y desesperada era
la situación. Un vivir sin vivir. Era la enfermedad, era la soledad, era la
situación de abandono en que se sentían. Aislados, lejos de todos, apartados de
sus seres queridos, ¿se podía vivir así? Era algo más que ese dolor de su
cuerpo. Se atrevió a romper con todo, se atrevió a acercarse a Jesús, aunque
estuviera rodeado de gente, lo que a él no se le permitía. Era la petición que
ahora presentaba a Jesús, porque para él era su única tabla de salvación.
¿Seguirán sucediendo cosas así entre
nosotros? ¿Encontraremos a alguien en situaciones semejantes? Si encontráramos
gente que está sufriendo discriminaciones semejantes, ¿cuál sería nuestra reacción,
nuestra manera de actuar? ¿Pondríamos trabas a quienes quieran liberarse de situaciones
semejantes? ¿Tendríamos una actitud
valiente?
Miro en mi entorno y quizás me estoy
cruzando con esos muchachitos que han llegado a nuestras costas en una patera,
que quizás los han confinado en algunos centros esperando una resolución de sus
casos, pero que ahí siguen día tras día, y nos cruzamos con ellos en la calle o
en algún medio de transporte, y los miramos de lejos y quizás con desconfianza,
a los que no nos atrevemos a dirigirles una palabra y mucho menos una sonrisa
de comprensión o de amistad que abra puertas, y pasan ante nosotros sin que
establezcamos ningún signo de comunicación.
¿Sabemos cómo se sienten? ¿Conocemos
las inquietudes que llevan en el alma? ¿Intuimos los dramas que pudiera haber
tras sus miradas? Y nos seguimos cruzando de brazos; y pensamos que la solución
a esas situaciones no depende de nosotros, esperando que otros las resuelvan.
¿Su mirada nos estará diciendo como aquel leproso a Jesús, ‘si quieres
puedes curarme’?
Muchas veces no sé qué hacer y me
siento impotente. Mirando hoy el evangelio ¿podré comenzar a pensar en alguna
situación, en alguna nueva actitud y postura? ¿Llegará a despertarse mi
conciencia para comenzar a tender la mano, o aunque solo fuera, comenzar a
tener una nueva mirada?
Me quedo aquí paralizado con mis miedos
y mis cobardías. Pido al Señor que me dé esa osadía que tanto necesito para
comenzar a ser valiente de verdad. Quizás sea yo el que tenga que ser curado de
tantas lepras que me paralizan, que están poniendo barreras en mi vida, que
también de alguna manera me están aislando. ¿Cuándo comenzará a romper esos
moldes? ¿Cuándo me decidiré a comenzar a actuar de manera distinta?
Dame, Señor, la fuerza de tu Espíritu.
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