Tendríamos
que preguntarnos cual es la autoridad de la Iglesia y los creyentes cuando nos
presentamos ante el mundo de hoy
1Samuel 1, 9-20; Sal.: 1 Sam 2, 1-8;
Marcos 1, 21-28
Supongamos un profesor que es un gran
intelectual, tiene un currículo maravilloso por los estudios que ha realizado y
por los conocimientos que tiene pero cuando dicta una conferencia o da una
clase es la persona más aburrida del mundo, la gente no le entiende, la gente
se deja dormir escuchándole o terminan marchándose del lugar donde él quiera
estar enseñando, no lo logra.
Mientras podemos pensar en otro
profesor que es muy ameno, tiene muchos recursos a la hora de hablar, la gente
lo pasa entretenida cuando lo escucha, pero quizás al final sus enseñanzas se
quedan en las anécdotas que nos contado, los trucos - vamos a llamarlos así – pedagógicos
que empleado, pero al final la gente se queda sin saber qué es lo que realmente
les ha venido a decir, aunque no le negamos sus conocimientos ni inteligencia.
Pero podemos pensar en alguien más, que
quizás no emplea muchas palabras a la hora de enseñar, aunque por supuesto
siempre tiene un mensaje que transmitir, pero que junto a lo que enseña lo va
realizando en la vida, porque no se queda su enseñanza ni en bonitas ni en
profundas palabras, sino que sencillamente hace y en consecuencia convence,
llega al corazón de las personas porque no son promesas sino realidades que se
manifiestan en multitud de signos en lo que va realizando. Aquí sí que se
manifiesta la autoridad del que enseña, porque lo hace con sus obras, con lo
que va realizando que sí va llegando a la vida y al corazón de las personas.
Jesús, es cierto, es la verdad de Dios,
nos muestra toda la Sabiduría de Dios, pero a Jesús lo vamos a contemplar a lo
largo del Evangelio como el que se hace vida para nosotros porque en verdad va
a llegar a nuestra vida para transformarnos. Jesús no es solamente el que nos
señala caminos, sino que El mismo es el Camino, porque no tenemos que hacer
otra cosa que seguir sus pasos, o más aun realizar lo que El realizó con sus
pasos. A Jesús lo contemplamos con verdadera autoridad, como manifiestan hoy en
el evangelio los que lo escuchan y los que lo contemplan.
‘Este enseñar es nuevo’, vienen a decir las gentes, lo hace con autoridad.
Había recogido Jesús en la Sinagoga de Nazaret, como lo escuchamos en el
evangelio de Lucas, que venia a dar libertad a los oprimidos, la vista a los
ciegos, a ser buena noticia para los pobres que así serían evangelizados. Es lo
que le vemos realizar hoy. Está en la Sinagoga adonde ha ido a enseñar, tras
la proclamación de la Palabra de Dios. Su anuncio es la llegada del Reino de
Dios, pero nos va a mostrar que esa llegada es real porque las señales
anunciadas allí se van a ver realizadas.
Había un hombre poseído por un espíritu
inmundo, que incluso se rebela contra Jesús al que de alguna manera no quiere
ni dejar hablar. Pero ‘Jesús lo increpó: ¡Cállate y sal de él! El espíritu
inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él’. Aquello
anunciado por los profetas allí se estaba realizando. Lo que Jesús anunciaba,
la llegada del Reino de Dios, allí se estaba haciendo presente. En verdad Dios
es el único Señor de la vida y del hombre, nos viene a decir Jesús con el signo
que realiza cuando cura a aquel hombre, cuando lo libera del espíritu maligno.
Es la liberación profunda que Jesús
quiere que se realice en la persona, en nosotros, en nuestro corazón. No son ya
solamente las enfermedades de las que quiere curar, las cegueras que quiere
quitar de nuestros ojos, o poner en movimiento nuestros miembros paralizados.
Es que eso quiere realizarlo en nuestra vida, es lo que va a realizar en
nuestra vida.
‘¿Qué es esto?’, se pregunta la gente. ‘Una enseñanza nueva
expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen.
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de
Galilea’.
¿Serán esos también los signos que nosotros damos desde la fe que tenemos en Jesús en medio del mundo? ¿Son estas las señales del Reino de Dios que la Iglesia manifiesta hoy a cuantos nos rodean? Son preguntas que nos tenemos que hacer, pero son preguntas que nos comprometen. ¿No nos estaremos quedando en enseñanzas muy bonitas, en doctrinas muy sublimes, en ortodoxias muy cuidadas para no caer en el error, pero en pocas realidades concretas de hacer presente el Reino de Dios en nuestro mundo de hoy?
No hay comentarios:
Publicar un comentario