Hay
parálisis que nos impiden arriesgarnos a algo nuevo, a iniciativas y tareas
nuevas, entramos en la rutina de lo de siempre y no somos capaces de romper
moldes
1Samuel 8, 4-7. 10-22ª; Sal 88; Sal 88
Hay quienes antes las dificultades que
les va ofreciendo la vida se sienten paralizados, no saben qué hacer ni qué
rumbo tomar, como si se les pusiera una pared delante que fueran incapaces de
atravesar; pero bien sabemos que hay gente no solo con iniciativas, sino también
con una gran fuerza interior ante los que nada se les interponga que los haga
reaccionar y encontrar salidas.
Es esa fuerza interior que les hace ser
creativos, que les hace buscar salidas sin temor a equivocarse, son los que en
la lucha de la vida han aprendido a superarse, tienen deseos de crecer, de ser
mejores, de hacer las cosas de la mejor manera, los que no se contentan con
rutinas, los que siempre están en camino de búsqueda. Tenemos que aprender, no
nos podemos dejar vencer los miedos, no podemos decir que no podemos o no
sabemos sin haberlo intentado.
Pero, claro, están también los que lo único
que saben hacer es poner dificultades, agrandar los obstáculos con sus miedos,
los que desconfían de lo que pueda ser una nueva iniciativa o una novedad, los
que te quitan las ganas de luchar. Que muchos en la vida vamos encontrando así,
siempre con ojos negativos, siempre viendo sombras, siempre contemplando o
aportando imposibles. Son los que no solo están paralizados sino que quieren
paralizar a los demás, porque parece que su función es quitar las ganas de los
otros.
Nos encontramos hoy con un pasaje evangélico
que si al menos fuera eso en lo que nos hiciera pensar, ya estaríamos logrando
hermosas enseñanzas. Allí vienes unos hombres de buena voluntad que conducen en
una camilla, o con los medios que tuvieran, a un paralítico porque quieren
hacerlo llegar delante de Jesús para que lo cure. Y se encuentran con la
dificultad de que no pueden pasar porque hay mucha gente alrededor de Jesús y
parece imposible que por la poeta puedan hacerlo entrar. Nadie se quitará de en
medio para dar paso, porque todos quizás igualmente quieren estar cerca de
Jesús. Pero aquellos hombres no se arredran, encontrarán un camino, desde el
tejado harán descender a aquel paralítico a los pies de Jesús.
Cuando queremos conseguir algo
buscaremos la forma de resolver los problemas. No tienen miedo a las reacciones
que pudieran encontrar; para comenzar el dueño de la casa podría protestar
porque le están estropeando su terraza. Pero serán otros los que crearán
oposición; ya conocemos el relato; pudiera parecer no conseguido lo que
pretendían porque Jesús se preocupa más de perdonar los pecados, que de hacer
mover aquellas piernas. Pero otros comenzarán a poner obstáculos en el camino.
Quieren de alguna forma restarle autoridad
a Jesús para lo que está haciendo. No serán capaces de descubrir la grandeza
del signo que Jesús quiere realizar; es algo más hondo que el curar unas
piernas paralizadas lo que Jesús quiere realizar, porque muchas son las
parálisis que tenemos en la vida, como le está sucediendo a aquellos que se
ponen a criticar la actuación de Jesús. Tenemos que descubrir la grandeza de
los signos que Jesús realiza incluso en aquellas curaciones.
Es lo que tendría que hacernos
pensar. ¿Cuáles son las parálisis que
hay en mi vida que no solo me paralizan a mí sino que puede ser causa de parálisis
para los que me rodean?
La parálisis que me impide buscar algo
nuevo, iniciativas nuevas, tareas nuevas, porque hemos entrado en la rutina de
lo de siempre y no somos capaces de descubrir eso nuevo que puede mejorar mi
vida, aunque sea costoso, aunque tenga que romper moldes, aunque tenga que
arriesgarme. Pero son también las trabas
que como zancadillas también tantas veces ponemos al esfuerzo, a la lucha por
la superación, a las ganas de crecer que puedan tener tantos a nuestro lado.
No le rompamos nunca las alas a los que
quieren volar.
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