Es
importante que nos planteemos cómo vamos a celebrar la pascua este año y que
conexión le vamos a dar con la realidad de sufrimiento que vive hoy nuestra
sociedad
Isaías 50, 4-9ª; Sal 68; Mateo 26, 14-25
Con hondo dramatismo tres preguntas se
suceden a lo largo del pasaje del evangelio que se nos ofrece hoy. Alguna
pregunta en cierto modo inocente pero que sin embargo nos ha de cuestionar
dentro de nosotros que es donde quiere Jesús que se prepare la cena de pascua.
Pero las otras dos son desgarradoras porque manifiestan y expresan una
traición, o la sorpresa llena de dudas que puede inquietar a cualquiera.
¿Qué había sucedido en el interior de
Judas para llegar a lo que llegó? ‘¿Qué estáis dispuesto a darme si os lo
entrego?’ Era uno de los doce que más de cerca habían seguido al maestro;
no sabemos de su vocación primera, pero si fue uno de los doce que Jesús llamó
después de aquella noche en oracion para que formara parte del grupo de los más
cercanos a Jesús y a los que les iba a confiar en especial el anuncio del
evangelio.
¿Desencantos porque aquello que estaba
viendo no era lo que él esperaba y por lo que había seguido a Jesús? ¿Le
superaba acaso la misión que Jesús les confiaba y el estilo de vida que Jesús quería
que tuvieran sus discípulos y en lo que los más cercanos a Jesús tendrían que
dar especial ejemplo? ¿Quizá frustración porque no se atreviera a pedir como
hicieron los hermanos Zebedeos los primeros puestos en el Reino? ¿El mesianismo
que presentaba Jesús no era realmente lo que ellos habían esperado y se caían
por tierra quizá ambiciones que siempre surgen en el corazón?
En esa frustración y desencanto, en esa
retirada pero para irse al lado contrario, podemos ver también los cambios de
postura, las frustraciones y desencantos, las ilusiones y sueños rotos, el
abandono de tantos a lo largo de la historia, pero que podemos seguir viendo y
hasta viviendo hoy en tantos a nuestro alrededor que un día botaron la puerta y
se marcharon porque no encontraban lo que querían, porque sus ambiciones se veían
coartadas, porque los sueños llenos de fantasías y de vanidades vieron quizás
que no los podían realizar.
Muchos quizá atormentados en su
interior no supieron encontrar respuesta o no supieron buscarla; muchos porque
su espíritu se enfrió porque querían seguir nadando a dos aguas y pudo más el espíritu
del mundo donde encontraban quizás más facilidades para sus sueños; muchos, y
tenemos también que reconocerlo, porque quizá en los otros cristianos no
encontraron el estimulo, el animo y el testimonio ejemplar que necesitaban o
quizá por algunos contra testimonios desagradables sintieron que debían tirar
la toalla y abandonar.
Por eso se vuelve inquietante la
pregunta que se hacen algunos de los discípulos o incluso el mismo Judas al
final cuando Jesús manifiesta claramente que uno de los presentes le iba a
entregar. Cayó como un jarro de agua fría la afirmación de Jesús que llenó de
inquietud el corazón de todos los presentes. Cada uno de ellos podía decir que
no había sido él, pero sin embargo van balbuceando la pregunta, quizá lleno de
un cierto temor de culpabilidad. ‘¿Soy yo acaso, Señor?’ Será al final
Judas el que le haga también la pregunta a Jesús y sabemos la respuesta y todo
lo que se desencadenó a continuación.
Pero el interrogante tendría que estar
en nuestro corazón también porque quizá con alguna de nuestras posturas, de
nuestros planteamientos, de la manera de hacer las cosas pudiéramos estar
contribuyendo a la traición o al abandono de tantos que dan el portazo y se
marchan de la Iglesia. No nos haces esta pregunta para llenarnos de amarguras,
pero si de mirar y examinar con sinceridad nuestra vida para hacer que nuestro
testimonio sea siempre luminoso, y nada haya de oscuridad en nosotros que dañe
o perjudique a los demás en el seguimiento de Jesús.
Y nos queda una última pregunta para
nuestra reflexión. Antes de hacer los preparativos los discípulos le preguntan
a Jesús. ‘¿Dónde quieres que te preparemos la cena
de Pascua?’ puede parecernos una pregunta
en cierto modo retórica porque solamente se trataba de que Jesús les diera las
indicaciones precisas. Así fue y así prepararon ellos la cena de pascua, que
luego ya veremos su celebración.
Pero es una pregunta que no
se tiene que convertir en retórica para nosotros sino que es preguntarnos en
cierto sentido ¿Cómo vamos nosotros a preparar y a celebrar la cena de pascua?
Siempre es importante, porque ahí está toda esa preparación espiritual que
hemos venido haciendo a través de toda la Cuaresma y lo que en estos días ya
cercanos a la pascua nosotros seguimos haciendo.
Pero hay algo más. Este año
se nos dan unas circunstancias especiales en que no podremos participar
presencialmente en ninguna celebración. ¿Significa eso que no vamos a celebrar
la pascua nosotros este año? Creo que nos damos cuenta que va a ser una pascua
muy especial, pero que espiritualmente hemos de vivirla con toda intensidad. No
tienen que pasar estos días al no poder participar en las celebraciones como si
fueran un día más sino que hemos de saber buscar esa interioridad en nuestra
casa, con nuestras familias si tenemos la oportunidad, para meternos de lleno
en el misterio pascual de Cristo.
Es lo que tenemos que
plantearnos, ¿cómo lo vamos a hacer? ¿Qué silencio e interioridad voy a poner
en mi vida? ¿Cuáles son las cosas concretas que voy a hacer para poder vivirlo
en toda intensidad aunque solo sea en mi hogar o siguiendo la trasmisión de las
celebraciones que podamos tener por los medios de comunicación o las redes
sociales? ¿Qué conexión le voy a dar a esta celebración con la realidad de
sufrimiento que vive nuestra sociedad hoy? Es muy importante este punto y esta
pregunta de cómo y dónde voy yo a celebrar la pascua este año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario