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viernes, 11 de diciembre de 2015

Vayamos siempre con buen corazón al encuentro de los demás valorando lo bueno que hay en los otros sin desconfianzas ni prejuicios

Vayamos siempre con buen corazón al encuentro de los demás valorando lo bueno que hay en los otros sin desconfianzas ni prejuicios

Isaías 48,17-19. Sal 1. Mateo 11,16-19

¿Por qué siempre tenemos que tener la mosca tras la oreja para no saber valorar lo que hacen los demás? ¿Por qué no podemos pensar que lo bueno que hacen los otros no tiene una segunda intención detrás? Nos pasa demasiado frecuentemente en muchos aspectos o facetas de la vida.
Claro que cada uno tiene sus criterios, su manera de ver las cosas e incluso de hacerlas; es cierto que no siempre tenemos que estar de acuerdo en lo que hacen los demás y nosotros podemos tener nuestro punto de vista. Pero eso no quita para que valoremos lo que es bueno en si mismo, para que demos por supuesto la buena intención, el buen deseo y rectitud en la manera de actuar del otro; pero nos sucede, sobre todo cuando al otro lo consideramos un contrincante, que siempre nos aparece primero ese pensamiento negativo que valorar lo positivo y bueno que tengan los demás.
Como decía nos sucede en todas las facetas de la vida, porque no es ajeno a esta situación lo que sucede en nuestras relaciones familiares, o incluso en nuestro trato con los amigos, y no digamos nada cuando se meten las ideas políticas por medio, en que nunca el contrincante puede tener la razón, o al menos no se la damos ni se la reconocemos.
Es lo que también nos refleja el evangelio del día. Ni querían aceptar a Juan porque les parecía quizá demasiado duro y exigente y en los deseos de desprestigiar llegaban a decir que tenía un demonio dentro, ni aceptaban a Jesús por su cercanía a los pobres, a los pequeños, a los pecadores. Parecéis como niños, les viene a decir Jesús. '¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado'.
Una ocasión que nos da el evangelio para que reflexionemos por una parte en como aceptamos a Jesús y su evangelio, pero también por otro lado para que aprendamos a aceptarnos unos a otros valorando siempre lo bueno que hay en los demás. Que distintas serian nuestras relaciones entre unos y otros si aprendiéramos a valorarnos, a tener en cuenta lo bueno de los demás, a alejar de nosotros esas sospechas de segundas intenciones que tenemos tantas veces cuando vemos lo bueno de los demás, a quitar todo tipo de prejuicios. El mundo lo construimos a partir de ese grano de arena bueno que cada uno pongamos. 

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