Vayamos siempre con buen corazón al encuentro de los demás valorando lo bueno que hay en los otros sin desconfianzas ni prejuicios
Isaías
48,17-19. Sal 1. Mateo 11,16-19
¿Por qué siempre tenemos que tener la mosca tras la
oreja para no saber valorar lo que hacen los demás? ¿Por qué no podemos pensar
que lo bueno que hacen los otros no tiene una segunda intención detrás? Nos
pasa demasiado frecuentemente en muchos aspectos o facetas de la vida.
Claro que cada uno tiene sus criterios, su manera de
ver las cosas e incluso de hacerlas; es cierto que no siempre tenemos que estar
de acuerdo en lo que hacen los demás y nosotros podemos tener nuestro punto de
vista. Pero eso no quita para que valoremos lo que es bueno en si mismo, para
que demos por supuesto la buena intención, el buen deseo y rectitud en la
manera de actuar del otro; pero nos sucede, sobre todo cuando al otro lo
consideramos un contrincante, que siempre nos aparece primero ese pensamiento
negativo que valorar lo positivo y bueno que tengan los demás.
Como decía nos sucede en todas las facetas de la vida,
porque no es ajeno a esta situación lo que sucede en nuestras relaciones
familiares, o incluso en nuestro trato con los amigos, y no digamos nada cuando
se meten las ideas políticas por medio, en que nunca el contrincante puede
tener la razón, o al menos no se la damos ni se la reconocemos.
Es lo que también nos refleja el evangelio del día. Ni querían
aceptar a Juan porque les parecía quizá demasiado duro y exigente y en los
deseos de desprestigiar llegaban a decir que tenía un demonio dentro, ni
aceptaban a Jesús por su cercanía a los pobres, a los pequeños, a los
pecadores. Parecéis como niños, les viene a decir Jesús. '¿A quién se parece
esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a
otros: Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado
lamentaciones, y no habéis llorado'.
Una ocasión que nos da el evangelio para que
reflexionemos por una parte en como aceptamos a Jesús y su evangelio, pero también
por otro lado para que aprendamos a aceptarnos unos a otros valorando siempre
lo bueno que hay en los demás. Que distintas serian nuestras relaciones entre
unos y otros si aprendiéramos a valorarnos, a tener en cuenta lo bueno de los demás,
a alejar de nosotros esas sospechas de segundas intenciones que tenemos tantas
veces cuando vemos lo bueno de los demás, a quitar todo tipo de prejuicios. El
mundo lo construimos a partir de ese grano de arena bueno que cada uno
pongamos.
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