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sábado, 12 de diciembre de 2015

Lo maravilloso es hacer extraordinariamente bien las cosas pequeñas de cada día

Lo maravilloso es hacer extraordinariamente bien las cosas pequeñas de cada día

Eclesiástico 48,1-4.9-11; Sal 79; Mateo 17,10-13

Si surgen cosas espectaculares y grandiosas enseguida les prestamos atención, corremos allí donde podamos contemplarlas, y pronto corre la noticia de boca en boca de manera que en poco tiempo todos tienen conocimiento del acontecimiento. Sin embargo hay cosas maravillosas que suceden cada día en el silencio de lo ordinario y sin hacer ruido y a eso no le prestamos atención y pasarán desapercibidas.
Podemos referirnos a acontecimientos o hechos que pueden formar parte de nuestra historia, pero podemos hacer referencia también a las personas; lo que es llamativo, escandaloso enseguida es conocido de todo el mundo, pero esas personas que en el silencio y la humildad no se cansan de hacer el bien, de cumplir fielmente con todas sus responsabilidades y obligaciones en el cumplimiento de su deber o de los compromisos que haya adquirido con la sociedad que le rodea, nadie las conoce y las valora. Cosas para hacernos pensar, para aprender a valorar lo maravilloso de lo ordinario realizado extraordinariamente bien.
En el evangelio escuchamos una pregunta que le hacen los discípulos a Jesús sobre la venida de Elías, el profeta que como narraban las Escrituras había sido arrebatado al cielo en un carro de fuego. Estaba muy extendido en la época de Jesús desde las enseñanzas de las escuelas rabínicas que como había anunciado el profeta Malaquías volvería Elías también de forma espectacular. Estaban expectantes; recordemos que es la pregunta que le hacen al Bautista desde aquella embajada venida de Jerusalén. ‘¿Eres tú Elías?’
Pero Jesús viene a responderles a los discípulos que Elías ha venido ya si así lo quieren aceptar. El evangelista comentará que ellos entendieron que se refería a Juan Bautista. Podríamos recordar que el ángel del anuncio a Zacarías le dice que vendrá con el espíritu y el poder de Elías. Sin embargo como no se había manifestado tal como ellos lo esperaban de forma espectacular no supieron verlo ni aceptarlo. Aquel profeta surgido allá en el desierto en la mayor pobreza y austeridad no daba la imagen para ellos de lo espectacular que esperaban. Pero así se había manifestado Juan con el espíritu y el poder de Elías preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto.
Así también fue la vida de Jesús. El camino que nos enseñaba Jesús que era el mismo que El recorría no era fácil aceptarlo. Era fácil estar con Jesús cuando realizaba signos maravillosos en los milagros ya curara enfermos, les diera de comer en el desierto o resucitara muertos, pero el día a día de la humildad de la sencillez, el día a día en que se acercaba a los pobres y a los últimos, a los enfermos y a todos los que se consideraban marginados era más difícil de seguir. Por eso incluso los discípulos discutían entre ellos peleándose por los primeros puestos pues les costaba entender el camino de hacerse el último, de no dejarse notar y pasar desapercibido, de entregar la vida en el servicio y en el amor hasta llegar al extremo era más difícil de seguir.
Aprendamos a realizarnos en lo pequeño aunque pase desapercibido; aprendamos a poner amor en todo lo que hagamos siendo capaces de hacernos los últimos; sepamos descubrir en esa gente sencilla que camina a nuestro lado todo lo bueno que hacen; seamos capaces de hacer extraordinariamente bien y con fidelidad total esas pequeñas cosas de cada día; no busquemos la espectacularidad en lo que hagamos que ya Jesús nos enseña a que no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha; que nos preocupemos simplemente de realizar esas buenas obras de cada día, que ya brillarán por si mismas para que todos den gloria al Padre del cielo. 

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