Que los aires de alegría que ya resuenan porque llega la navidad surjan de forma profunda de nosotros porque seamos instrumentos de reconciliación y de paz entre los que nos rodean
Sofonías 3, 14-18ª; Sal.: Is 12, 2-3; Filipenses 4, 4-7; Lucas
3, 10-18
En la medida que avanza diciembre vamos observando que
cambia el ambiente de nuestras calles, de lo que es la vida comercial, la ornamentación
que va apareciendo en nuestras calles y plazas, lo que son los programas de los
medios de comunicación e incluso en nuestros hogares parece que surge algo
nuevo y se vislumbra una nueva alegría o al menos un ambiente de fiesta. Ya
incluso vamos escuchando felicitaciones de navidad que se nos desean desde
distintos lados y hasta la música tiene como un nuevo sentido en unas canciones
que llamamos navideñas.
Se acerca la Navidad. Suena algo distinto aunque creo
que es necesario también un sentido critico para ver realmente cual es la motivación
de esa fiesta y alegría e incluso analizar el sentido de muchas de esas
canciones que llamamos de Navidad y en las que en muchas de ellas no aparece ni
la más mínima referencia a lo que para nosotros es el verdadero sentido de la
navidad. Podríamos hacernos muy diversas consideraciones en este sentido.
Nosotros, los cristianos que queremos dejarnos conducir
de la mano de la Iglesia y con un profundo sentido de fe también escuchamos en
la liturgia la invitación a la alegría por la ya cercana navidad. Los textos de
la liturgia de este domingo han dado motivo para el nombre del gaudete o de la
alegría con que mencionamos este tercer domingo de Adviento. Son las
invitaciones que nos hace el profeta y repetidamente el apóstol Pablo en el
texto de la carta a los Filipenses que hoy escuchamos. ‘Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres’,
nos decía el apóstol. Mientras el profeta nos gritaba ‘regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate
de todo corazón, Jerusalén…’
Y ¿cuál es el motivo de ese grito que nos invita
insistentemente a la alegría? Viene el Señor y con El llegará la paz a nuestros
corazones; viene el Señor y se va a manifestar su misericordia que nos perdona
todos los pecados; viene el Señor y nuestros corazones se sentirán
transformados por el amor para vivir en un estilo y sentido nuevo; viene el
Señor y se va a realizar algo nuevo en nosotros porque nuestras vidas se
transformarán y viviremos en una paz y una nueva armonía que nos hará sentirnos
verdaderamente felices haciendo más felices a los que están a nuestro lado.
Efectivamente, recojamos, sí, todos esos anhelos de
alegría y felicidad que estos días parecen reinar de manera especial en el corazón
de cuantos nos rodean; recojamos todo eso, sí, pero no para vivir una navidad más
en la cual durante unos días vamos a ponernos buena cara y vamos a sentirnos un
poco más unidos y luego todo pase y todo siga igual. Vamos a tratar de vivir
con un sentido hondo la navidad y porque llega este momento precioso en que
celebramos el nacimiento del Señor, vamos a tratar de hacer que en verdad
llegue a nuestra vida y derribemos de verdad esos muros que tantas veces hemos
interpuesto entre nosotros, no solo para vivir unos días en paz y alegría, sino
para sentirnos en verdad transformados por la presencia del Señor y hagamos que
ya para siempre las cosas sean distintas.
Y claro cuando tenemos esos verdaderos deseos dentro de
nosotros ya comenzamos a pregustar la alegría de lo que vamos a vivir. No será
una navidad externa, superficial, donde hagamos una serie de cosas simplemente
porque toca, porque toca comer en familia, porque toca felicitarnos y tenernos
buenos deseos los unos con los otros, o porque todo el mundo está de fiesta y
nosotros no vamos a desentonar.
Vamos a darle profundidad a lo que hagamos; si Jesús ha
venido para traernos la reconciliación y la paz, si El ha venido, como nos decía
el profeta, para que se cancelen nuestras deudas y condenas, nosotros vamos a
tener verdaderos gestos de reconciliación y de paz con todos, vamos a romper
esas barreras que tantas veces nos separan o nos aíslan y vamos a acercarnos
con buen corazón a cuantos nos rodean. Estaremos haciendo verdadera navidad y
toda nuestra alegría tendrá hondo sentido. ‘Y
la paz de Dios que sobrepasa todo juicio, nos decía el apóstol, custodiará
vuestros corazón y vuestros pensamientos en Cristo Jesús’.
En el evangelio hemos contemplado una vez la figura de
Juan que predicaba en el desierto allá junto al Jordán preparando los caminos
del Señor invitando a la conversión, al cambio de manera de vivir para acoger
al Mesías que llegaba bautizándolos en el agua del Jordán. ¿Cuáles eran las
pautas de esa transformación de sus vidas para preparar los caminos del Señor?
La gente que se acercaba a El le preguntaba: ‘¿Entonces, qué hacemos?’ Es la pregunta que nosotros también
tenemos que hacernos. ¿Qué hacemos para que nuestra alegría sea completa? ¿qué
hacemos para vivir con profundidad la navidad que se acerca? ¿qué hacemos para
que haya una auténtica alegría en nuestro corazón?
Según fuera la gente que se iba acercando a Juan con la
pregunta él les iba respondiendo de forma muy concreta; y les invitaba a
compartir de verdad los unos con los otros abriendo los ojos del corazón a las
necesidades de los demás, a ser honrados y responsables en sus actividades y en
lo que era toda su vida, a no dejarse confundir ni arrastrar por la violencia
que imperaba en tantos ambientes en su alrededor, a ser justos en su actuación
en todas las facetas de su vida no cayendo en redes de sobornos ni corrupción,
a poner verdadera humanidad en sus corazones para no ser ásperos ni exigentes
con los demás mientras nosotros vivimos a nuestro aire, a ser capaces de ser
comprensivos con los demás ofreciendo generosos el perdón como compasivo y
misericordioso es el Dios que nos perdona…
Muchas cosas les va señalando el Bautista con una
claridad pasmosa - tan pasmosa que le llevaría a la cárcel porque incomodaba a
Herodes y Herodías cuando les denunciaba claramente la vida impura que llevaban
- y que tiene una clara traducción también en lo que es nuestra vida de hoy, en
los errores en que nosotros podemos caer, o en el ambiente insolidario, injusto
y corrupto en que se vive en nuestra sociedad.
¿Queremos nosotros vivir de forma auténtica la alegría
de la Navidad ya cercana? Hagámonos con toda sinceridad la pregunta; hagamos
silencio en el corazón para escuchar al Señor que nos habla y señala todo lo que
tendríamos que transformar en nuestra vida; abramos de verdad nuestro espíritu
a la llega del Señor a nosotros y dejémonos transformar por su gracia. Comencemos
ya a poner paz y amor en nuestras relaciones con los demás; abramos bien los
ojos para aprender a mirar con mirada nueva a cuantos nos rodean y a esa
sociedad en la que vivimos que hemos de transformar; seamos signos de la
misericordia divina que se derrama sobre nosotros pero para que alcance también
a los demás y todos puedan conocer lo que es la misericordia y la gloria del
Señor.
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