Pongamos nuevas luces en las ventanas de nuestra vida con nuestra cercanía y nuestros deseos de encuentro para anunciar el próximo nacimiento del Salvador
Génesis
49,1-2.8-10; Sal 71; Mateo 1,1-17
‘Sobre ti, Jerusalén,
amanecerá el Señor; su gloria aparecerá sobre ti…’ Así canta una de las antífonas de
la liturgia de este día. Estamos a ocho días de la Navidad. Todo suena a
nuestro alrededor a ambiente navideño, a fiesta, a alegría, a esperanza. Hay
como una alegría en nuestro entorno por estas fiestas de navidad, aunque
tengamos que reconocer que para no todos tiene el mismo sentido y sabor.
Es hermoso el ambiente que se crea en nuestro entorno;
ese cariño familiar que se despierta de nuevo con el deseo de esos hermosos
encuentros, los amigos se saludan de un modo especial y todos nos deseamos
felicidad, es el momento también de intercambio de muchas muestras de cariño ya
sea en los regalos que nos intercambiamos o en la cercanía que mostramos los
unos a los otros. Pero no podemos olvidar en la trastienda lo que es el
verdadero motivo de estas fiestas y de esta alegría y que tendría que ser el
motivo hondo de todas esas muestras de alegría y cercanía.
Es el nacimiento del Señor, porque si decimos navidad
estamos diciendo la natividad del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Eso
no lo podemos olvidar. Y es para eso para lo que nos hemos venido preparando
durante todo el adviento. Ahora en esta semana que nos queda la liturgia nos
invita a intensificar esa preparación.
Surgen en nuestros pueblos muchas tradiciones
religiosas en torno a estos días aunque muchas veces las vayamos olvidando. Son
en nuestra tierra canaria las llamadas misas
de luz que en otros tiempos se celebraban al amanecer precedidas por los
sones de ‘lo divino’ que con sus
cantos anunciaban por nuestras calles la cercana navidad y nos congregaba en
nuestros templos en ese amanecer de cada día anuncio del gran amanecer que
significó para el mundo el nacimiento del Sol que nos venía de lo alto para ser
nuestra salvación.
Serán en otros lugares como en muchos países de Latinoamérica
las novenas al Niño Dios o las posadas que se repartían por las
casas, las calles o las plazas buscando el lugar de la preparación del
nacimiento de Jesús. Sé que en América aun se siguen manteniendo esas hermosas costumbres
y los vecinos se invitan unos a otros a celebrar la novena del Niño Dios o el
encuentro de las posadas y las familias se reencuentran iluminando las casas y
las calles con hermosas luces llenas de colorido.
Abramos también nosotros las puertas de nuestro
corazón, pongamos esa luz que anuncia el nacimiento del Niño Dios no solo en
nuestras puertas y ventanas como un anuncio de alegría, sino que nuestra vida
vaya comenzando a tener esa nueva luz que brilla en nosotros con actitudes
nuevas que nos lleven al encuentro, al perdón, al compartir, a una nueva armonía
en nuestras familias y entre nuestros vecinos y con todos aquellos que están a
nuestro alrededor. Que todo ese bonito ambiente de fiesta que vamos a vivir en
estos días, no sea solo cosa de unas horas o unos días sino que sea anuncio de
ese nuevo sentido que con el nacimiento de Jesús le queremos dar a nuestras
vidas.
Que esa nueva luz que comience a brillar en nuestras
vidas, en nuestras actitudes y en nuestros comportamientos de cercanía a los
demás sean un anuncio del cercano Emmanuel que viene del cielo a traernos un
nuevo resplandor. Es la aurora que anuncia la nueva luz que con Jesús viene a
iluminar nuestro mundo. Así podremos hacer una verdadera navidad donde en
verdad Jesús sea el centro de nuestra fiesta y de nuestra vida.
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