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jueves, 17 de diciembre de 2015

Pongamos nuevas luces en las ventanas de nuestra vida con nuestra cercanía y nuestros deseos de encuentro para anunciar el próximo nacimiento del Salvador

Pongamos nuevas luces en las ventanas de nuestra vida con nuestra cercanía y nuestros deseos de encuentro para anunciar el próximo nacimiento del Salvador

Génesis 49,1-2.8-10; Sal 71; Mateo 1,1-17

‘Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor; su gloria aparecerá sobre ti…’ Así canta una de las antífonas de la liturgia de este día. Estamos a ocho días de la Navidad. Todo suena a nuestro alrededor a ambiente navideño, a fiesta, a alegría, a esperanza. Hay como una alegría en nuestro entorno por estas fiestas de navidad, aunque tengamos que reconocer que para no todos tiene el mismo sentido y sabor.
Es hermoso el ambiente que se crea en nuestro entorno; ese cariño familiar que se despierta de nuevo con el deseo de esos hermosos encuentros, los amigos se saludan de un modo especial y todos nos deseamos felicidad, es el momento también de intercambio de muchas muestras de cariño ya sea en los regalos que nos intercambiamos o en la cercanía que mostramos los unos a los otros. Pero no podemos olvidar en la trastienda lo que es el verdadero motivo de estas fiestas y de esta alegría y que tendría que ser el motivo hondo de todas esas muestras de alegría y cercanía.
Es el nacimiento del Señor, porque si decimos navidad estamos diciendo la natividad del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Eso no lo podemos olvidar. Y es para eso para lo que nos hemos venido preparando durante todo el adviento. Ahora en esta semana que nos queda la liturgia nos invita a intensificar esa preparación.
Surgen en nuestros pueblos muchas tradiciones religiosas en torno a estos días aunque muchas veces las vayamos olvidando. Son en nuestra tierra canaria las llamadas misas de luz que en otros tiempos se celebraban al amanecer precedidas por los sones de ‘lo divino’ que con sus cantos anunciaban por nuestras calles la cercana navidad y nos congregaba en nuestros templos en ese amanecer de cada día anuncio del gran amanecer que significó para el mundo el nacimiento del Sol que nos venía de lo alto para ser nuestra salvación.
Serán en otros lugares como en muchos países de Latinoamérica las novenas al Niño Dios o las posadas que se repartían por las casas, las calles o las plazas buscando el lugar de la preparación del nacimiento de Jesús. Sé que en América aun se siguen manteniendo esas hermosas costumbres y los vecinos se invitan unos a otros a celebrar la novena del Niño Dios o el encuentro de las posadas y las familias se reencuentran iluminando las casas y las calles con hermosas luces llenas de colorido.
Abramos también nosotros las puertas de nuestro corazón, pongamos esa luz que anuncia el nacimiento del Niño Dios no solo en nuestras puertas y ventanas como un anuncio de alegría, sino que nuestra vida vaya comenzando a tener esa nueva luz que brilla en nosotros con actitudes nuevas que nos lleven al encuentro, al perdón, al compartir, a una nueva armonía en nuestras familias y entre nuestros vecinos y con todos aquellos que están a nuestro alrededor. Que todo ese bonito ambiente de fiesta que vamos a vivir en estos días, no sea solo cosa de unas horas o unos días sino que sea anuncio de ese nuevo sentido que con el nacimiento de Jesús le queremos dar a nuestras vidas.
Que esa nueva luz que comience a brillar en nuestras vidas, en nuestras actitudes y en nuestros comportamientos de cercanía a los demás sean un anuncio del cercano Emmanuel que viene del cielo a traernos un nuevo resplandor. Es la aurora que anuncia la nueva luz que con Jesús viene a iluminar nuestro mundo. Así podremos hacer una verdadera navidad donde en verdad Jesús sea el centro de nuestra fiesta y de nuestra vida.

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