El mundo de hoy también nos pregunta a su manera por Jesús y
nosotros hemos de dar las mismas señales de Jesús en los signos del amor y el
anuncio de la Buena Nueva
Isaías
45 y 6b-8. 18. 21b-25; Sal 84; Lucas 7, 19-23
‘¿Eres tú el que ha de venir, o
tenemos que esperar a otro?’, es la pregunta que le hace Juan
a Jesús cuando ya está en la cárcel a través de sus discípulos. ¿Quién eres tú?
Es la pregunta que late de fondo a lo largo de todo el evangelio. Es la
pregunta, sí, que nos seguimos haciendo nosotros, no de una manera formal ni
rutinaria, sino la pregunta honda cuya respuesta va a darnos sentido hondo a
nuestra vida.
‘¿Quién es éste?’ se preguntaba la gente cuando le escuchaba porque a nadie habían oído
hablar con tal autoridad, o cuando contemplaban sus milagros porque nadie ha
hecho cosa igual. ¿Quién eres?, le preguntan de alguna manera aquellos dos
primeros seguidores de Jesús, Juan y Andrés, cuando le preguntan ‘¿donde vives?’
Buscaba Nicodemo conocer bien a Jesús cuando va a visitarle de noche, aunque
ya en el fondo está reconociendo que algo de Dios hay en él ‘porque nadie puede hacer las cosas
que tu haces si Dios no está con él’. Buscaban
los griegos que acuden a los discípulos porque quieren conocer a Jesús. Quería
conocer a Jesús Zaqueo que se sube a la higuera para al menos verlo pasar desde
allí ya que le era difícil por otra parte. Querían conocerle aquellas
multitudes venidas de todas partes para escucharle, para ver sus obras. De
alguna manera, aunque no quisieran reconocerlo, estaban buscando conocerle bien
incluso aquellos que se ponían a la distancia para observarlo todo, para buscar
preguntas capciosas con que cazarle o para ponerle trampas. Quería saber de
Jesús también Pilatos desde su eclecticismo cuando le pregunta si es rey o qué es
la verdad aunque escéptico no espere respuesta.
Nos preguntamos nosotros también porque queremos conocer a Jesús. Nos preguntamos cuando vamos haciendo este
camino de Adviento porque no es cualquier nacimiento el que vamos a celebrar
cuando llegue la navidad. Tenemos que preguntarnos, sí, seriamente, y hemos de
aprender a escuchar bien allá en nuestro interior esa voz que igual que en lo
alto del Tabor nos estará diciendo ‘Este es mi hijo amado. Escuchadle’. Queremos conocer a Jesús y tenemos que recorrer una y otra vez las
páginas del evangelio, aunque nos las sepamos de memoria para ahondar, para
escuchar interiormente, para descubrir esa voz del Espíritu que nos lo hará
conocer todo y nos lo revelará todo y nos ayudará a abrir nuestro corazón a Jesús
que llega a nuestra vida y nos trae la salvación, y nos llena de paz, y nos
pone en camino nuevo, y nos despierta ese amor aletargado que muchas veces se
nos enfría.
Por las señales conoceremos a Jesús. Como le decía a los discípulos de
Juan ‘Id y
contad lo que habéis visto y oído’. ¿Qué
habían visto? Las obras del amor porque los enfermos eran curados. ¿Qué habían oído?
La Buena Nueva, el Evangelio que se anunciaba a los pobres.
Pero eso me hace pensar en algo más. Tenemos que dar una respuesta a
ese mundo que está alrededor y también nos pregunta por Jesús. Tenemos que
darles las mismas señales de Jesús. Las señales del amor y el anuncio de la
Buena Noticia de salvación para los pobres de hoy, para el hombre y el mundo de
hoy. Los discípulos de Juan vieron esas señales en Jesús. El hombre de hoy, el
mundo de hoy en nosotros, en los que creemos en Jesús, en la Iglesia han de ver
esas mismas señales para conocer quien es Jesús y creer en El como el único
Salvador. ¿Les estaremos dando esas señales?
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