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martes, 15 de septiembre de 2020

El amor de madre la hace estar en el dolor junto a Jesús al pie de la cruz, desde entonces será la Madre del Amor que estará siempre al lado de sus hijos, al lado de la Iglesia

 


El amor de madre la hace estar en el dolor junto a Jesús al pie de la cruz, desde entonces será la Madre del Amor que estará siempre al lado de sus hijos, al lado de la Iglesia

Hebreos 5, 7-9; Sal 30; Juan 19, 25-27

Una madre sabe siempre donde está un hijo que sufre. No es necesario que nadie se lo cuente, su corazón tiene una sintonía especial para escuchar los latidos del amor y del sufrimiento. Será la primera que se pondrá al lado del corazón dolorido del hijo, aunque el hijo no le cuente, ella sabe descifrar como nadie el ritmo de esos latidos y presurosa se pondrá en camino para ese encuentro de amor.

En contadas ocasiones el evangelio hará notar la presencia de María junto a Jesús a la hora del anuncio del Reino. Habrá una ocasión en que el evangelista nos dice que María y los hermanos andaban buscando a Jesús y casi no podían llegar a El a causa del gentío.  Y María vuelve a desaparecer en ese tiempo de la predicación. Y ahora de nuevo la encontramos que se cruza con Jesús en la calle de la amargura y estará como nadie desde ese momento en pie y al pie de la cruz.

Las imágenes piadosas que los artistas nos han plasmado de la presencia de María junto a Jesús en esos momentos muchas veces nos la presentan retorciéndose de dolor y demasiado la llamamos Madre de las Angustias y de los Dolores. Pero la expresión latina que san Jerónimo empleó para traducir del griego fue ‘stabat’. Estaba, que quiere decir que estaba firme, allí de pie, junto a la cruz, sí, es cierto, con el dolor de una madre en el corazón, pero sobre todo con la fortaleza del amor que nos hace estar prontos para la ayuda o para el consuelo, pero con la fortaleza del amor que nos hace estar firmes y seguros de nuestro lugar y nuestra función. Así quiero yo contemplar a María al pie de la cruz de Jesús, tal como hoy la liturgia quiere que la celebremos.

Allí estaba María con la ofrenda de su amor, con la ofrenda del amor como solo una madre sabe hacerlo. Era el momento supremo del sacrificio de Jesús donde se estaba manifestando el amor más maravilloso y el amor más grande. Nadie ama tanto como aquel que da su vida por el amado. Es lo que hacía Jesús, porque todo era una ofrenda de amor. Era a lo que la madre se estaba uniendo. Por eso a partir de ese momento ya no es solo la madre de Jesús sino que va a ser la madre de todos los redimidos. Así la confiaba Jesús al discípulo amado, así la confiaba a su Iglesia. ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre’. Y Juan la recibió en su casa, y la Iglesia la ha tenido y sentido siempre como madre.

La que un día nos dijo que hiciéramos como El nos dijera, ejemplo estaba dando porque estaba haciendo como Jesús. Y María se une a la pascua de Cristo, a la pasión y la muerte de Jesús; por eso quizá exagerando los términos porque uno solo es el Redentor, Cristo Jesús, a ella la llamamos corredentora, porque así también ella en el momento de la muerte de Jesús hizo también su ofrenda de amor. Si la llamamos así en lo que pueda parecer un exceso de amor por nuestra parte quiere significar cómo sentimos nosotros que María realizó su función.

Ella había dicho Sí, y era un Sí total de su vida. Ahora llegaba a un momento cumbre de amor y de alguna manera está abriéndonos caminos, está yendo delante de nosotros para hacernos comprender como tenemos que envolver toda nuestra vida de amor. Está queriendo hacernos comprender que solo desde el amor el dolor tiene sentido, que solo desde el amor podremos hacer el camino que nos hace vivir también la pascua como la de Jesús, que solo desde el amor podemos transformar el mundo para hacerlo mejor, que solo desde el amor sabremos acercarnos también al lado de los que sufren no solo para el consuelo de unas palabras bonitas sino para ayudar a transformar esas vidas y desde ese sufrimiento vivido también desde el amor restaurar sus vidas, sanar esos corazones desgarrados, encontrar el sentido de una vida mejor.

Contemplamos a María hoy al pie de la Cruz, la llamamos en nuestra devoción Madre y Virgen de los Dolores, queremos sentirla con su amor de Madre a nuestro lado  y queremos invocarla como Madre del Amor. Sintamos que como Madre camina con nosotros y nos está enseñando los auténticos pasos del amor.

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