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viernes, 18 de septiembre de 2020

Caminemos con Jesús de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, proclamando a anunciando la Buena Nueva del Reino que tanto necesita hoy nuestro mundo

 


Caminemos con Jesús de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, proclamando a anunciando la Buena Nueva del Reino que tanto necesita hoy nuestro mundo

1Corintios 15, 12-20; Sal 16; Lucas 8, 1-3

‘Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios’. Así nos dice hoy el evangelio. Y es una imagen que grabamos fácilmente en nuestra imaginación y que casi contemplamos con gran realismo como si nosotros hubiéramos ido también insertos en aquella comitiva. Ya lo había dicho Jesús que tenía que salir también por otros lugares, no podía quedarse en Cafarnaún en las orillas del Tiberíades.

En distintos momentos del evangelio contemplamos esa comitiva, unas veces solo los discípulos más cercanos, en ocasiones gentes que se les iban agregando a su paso por los pueblos, había gente que se ofrecía para formar parte del grupo aunque Jesús les pusiera sus condiciones, o como en esta ocasión también le acompañaban algunas mujeres que o bien se habían visto liberadas del mal por el poder de Jesús o quienes en su generosidad incluso aportaban sus bienes para las necesidades del grupo.

En ocasiones atravesaban en barca el lago para llegar con mayor prontitud a los lugares más distantes, o se dirigían incluso al otro lado del lago a la región de los gerasenos. Le contemplamos en la alta Galilea ya en los límites con las ciudades fenicias donde incluso una mujer arrancará de Jesús la curación de su hija, o irán cercanos incluso a las fuentes del Jordán, en la región donde se había levantado en honor del Cesar la ciudad de Cesarea de Filipo, lugar de hermosas confesiones de Simón y de promesas de Jesús.

Igualmente le veremos atravesar Samaria, o  bajar por el valle del Jordán atravesando Jericó para dirigirse a Jerusalén. En Judea lo contemplaremos en Jericó como hemos mencionado o en las poblaciones cercanas a Jerusalén por donde solían atravesar las caravanas venidas de Galilea por el Valle del Jordán siendo Betania una de las más mencionadas como lugar de paso de Jesús. La ciudad santa será escenario en repetidas fiestas de la presencia, de la Palabra y de los signos de Jesús, el ciego de Nacimiento enviado a Siloé, o el paralítico de la piscina de las ovejas que serán los más destacados.

Al hilo de lo que nos ha dicho hoy el evangelio he querido recordar aunque no de forma exhaustiva algunos de esos recorridos que Jesús hacía por los pueblos y ciudades anunciando el Reino, proclamando la Palabra de Dios. De Galilea podríamos mencionar Nazaret, su pueblo, o la vecina Caná de Galilea de donde procedía alguno de los apóstoles, Betsaida la patria de Andrés y Simón Pedro, como otros lugares donde no siempre acogieron con buen espíritu su predicación. Pero igual le vemos detenerse en los caminos, participar en los acontecimientos de las familias o dejarse invitar a reuniones o comidas familiares, irse a lugares apartados y descampados, o subir a la montaña para desde allí enseñar a la multitud reunida.

Cuando tenemos la suerte de visitar Tierra Santa – tuve esa dicha en dos ocasiones hace ya unos cuantos años - la tierra que hollaron los pies de Jesús, podíamos decir que a cada paso que damos vamos teniendo un recuerdo de esa presencia de Jesús y cuando con espíritu de fe hacemos ese camino casi parecen resonar en nuestros oídos las palabras de Jesús, sus parábolas y sus enseñanzas, sus anuncios del Reino de Dios.

Mientras hemos ido reviviendo este recorrido en la reflexión en torno al evangelio que nos estamos haciendo quizá haya podido resonar en nuestro corazón una llamada del Señor. Antes de su Ascensión al cielo nos prometió que recibiríamos el don del Espíritu Santo para que con su fuerza fuéramos sus testigos hasta los confines del mundo. ‘Id al mundo entero…’ nos dijo. Ha sido la labor que otros testigos de Jesús han ido realizando a lo largo de los siglos y por eso ha llegado la Buena Nueva de Jesús hasta nosotros.

Pero ese testigo está también en nuestras manos, somos también enviados y tenemos que comenzar por la Jerusalén de donde vivimos, pero salir también a los caminos, tenemos que saber llegar a cuantos nos rodean porque el mundo está necesitando esa Buena Noticia del Evangelio. Creo que los cristianos estamos medio adormecidos o quizá con muchos temores en el corazón. Necesitamos despertar, necesitamos salir a los caminos, necesitamos volver a ir al encuentro de los demás con el mensaje de Jesús.

Hay tantos en nuestro entorno que no le conocen, aunque decimos que vivimos en un mundo o en un ambiente cristiano, aunque una gran mayoría incluso esté bautizada – que ya no todos en nuestro entorno están bautizados -, y es necesario anunciarles el evangelio de Jesús. Dejemos a un lado nuestros miedos y cobardías y no olvidemos que con nosotros siempre está la fuerza del espíritu Santo prometido por Jesús.

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