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sábado, 21 de enero de 2017

Hay cosas que nos interpelan y producen inquietud dentro de nosotros, abramos nuestro corazón al Evangelio

Hay cosas que nos interpelan y producen inquietud dentro de nosotros, abramos nuestro corazón al Evangelio

Hebreos 9,2-3.11-14; Sal 46; Marcos 3,20-21
‘¡Tú estás loco!’, le decimos a alguien cuando hace o dice algo que nos parece fuera de lo normal, que llama la atención o que de alguna manera rompe nuestros esquemas mentales. Claro que normalmente lo expresamos desde la confianza que nos pueda merecer esa persona, aunque también a veces viendo uno las cosas que se hacen o se dicen en medio de nuestra sociedad nos quedamos desconcertados porque no sabemos, como se suele decir, a donde vamos a parar.
También tenemos una reacción así cuando lo que oímos o lo que vemos nos interpela, porque nos hace hacernos preguntas allá en lo hondo de nosotros mismos, nos hace buscar nuevos planteamientos, nos descubre quizá mundos nuevos. Algunas veces quizá lo necesitamos para salir de nuestras rutinas, para ver la posibilidad de un mundo nuevo, para descubrir cómo tendríamos que implicarnos en cambiar muchas cosas en nosotros mismos que no nos satisfacen o cambiar en consecuencia también muchas cosas de nuestro mundo que no nos gustan. Esas interpelaciones pueden ser un buen revulsivo para nuestras vidas y para nuestra sociedad.
Si hacemos una lectura atenta del evangelio esa interpelación tendría que hacer también en nosotros. Muchas veces hacemos una lectura muy fría, demasiado quedándonos en palabras pero no captando el verdadero espíritu que está en el fondo que no es otro que el espíritu divino que quiere también interpelarnos y transformarnos.
La gente que se iba encontrando con Jesús tenia unas reacciones muchas veces así. No podía ser quedarse en un entusiasmo momentáneo porque impresionaran sus milagros, o con una mirada crítica como hacían otros buscando donde encontrar algo para acusarlo porque realmente en el fondo ellos se sentían también interpelados aunque no lo quisieran reconocer; una reacción fácil era decir que estaba loco, que eran cosas del maligno encubiertas en apariencias de bondad y a la larga buscar la forma de quitarlo de en medio porque quizá podían estar en peligro sus prebendas y su estilo de vida muy cómoda también en lo religioso y de alguna manera rutinaria. La presencia de Jesús, sus obras y sus palabras no podían dejarlos tranquilos.
Hoy nos dice el evangelio que los familiares de Jesús querían llevárselo porque pensaban que no estaba en sus cabales. Pero quizá no era solo su familia sino a tantos que les molestaba ese sentido nuevo que Jesús estaba mostrándonos. Hoy nos sucede también en muchas situaciones de la vida, de la sociedad y hasta en la misma Iglesia. Hay gente que se siente desconcertada y en lugar de plantearse hondamente qué es lo que nos pasa por dentro que quizá no está en buena consonancia con el evangelio, lo que hacemos es ponernos en contra, tratar quizá de desprestigiar, pensar que eso son como modas momentáneas que pronto pasarán y ya vendrá otro que ponga las cosas en su orden, diciendo que habría que volver a la rutina de siempre.
Pensemos que el Espíritu del Señor Jesús que recibimos no es para dejarnos en nuestras rutinas y es un tremendo revulsivo para nuestras vidas, para transformarnos hondamente. Abramos nuestro corazón al Espíritu de Dios que quiere llenarnos de vida nueva. No temamos al Evangelio de Jesús, a escuchar allá en lo más hondo del corazón su mensaje de vida y salvación.

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