Buscaban esperanza y se encontraron con el tesoro escondido en Jesús, por eso querían estar siempre con El, ¿lo buscamos nosotros y deseamos estar con El?
Hebreos
7,25–8,6; Sal 39; Marcos 3,7-12
Cuando encontramos alguien con quien sentimos especial sintonía porque
responde a nuestras expectativas, nos comprende en nuestros problemas o
necesidades, es capaz de mostrarnos afecto aun sin manifestarlo con palabras o
gestos especiales, nos sentimos con confianza como para exponerle nuestras
inquietudes o esas negruras que podamos llevar dentro siendo capaces de
expresarle lo más intimo de nuestro ser, no nos queremos separar de esa
persona, deseamos estar siempre a su lado, nos bebemos sus palabras, casi nos
aprendemos de memoria sus gestos, queremos como copiarle en nuestra vida en sus
actitudes y hasta en su manera de vivir.
Son las amistades hermosas que muchas veces florecen en la vida que no
nacen precisamente desde unos deseos sensuales, sino desde esa sintonía
espiritual que se crea entre las dos personas. Ojalá en la vida sepamos irnos
encontrando así con los que nos rodean porque no solo veríamos el mundo y la
vida con unos ojos más llenos de color y de vida, sino que además de
enriquecernos mutuamente en realidad estamos haciendo un mundo mejor. Por eso
decimos que encontrar un verdadero amigo así es encontrar un tesoro.
Un tesoro, la perla escondida y preciosa era lo que las gentes en
tiempos de Jesús habían encontrado. Por algo Jesús nos dirá más adelante que el
Reino de Dios es como el tesoro escondido en el campo que un hombre encuentra y
que hará todo lo posible por obtenerlo; por algo nos lo comparará también con
la perla preciosa que todos querrán tener.
Ya el evangelista nos hablará de la luz que resplandeció en medio de
las tinieblas y aquellos pueblos de Galilea se vieron iluminados con una nueva
luz con la presencia de Jesús. El evangelista hoy nos dice que todos querían
ver y estar con Jesús. Nos dirá incluso que Jesús pedirá que tengan una barca
preparada porque la gente parece que lo quiere estrujar.
Habían venido de todas partes; ya el evangelista se encarga de
hacernos una descripción mencionando lugares del norte y del sur de palestina,
no solo será Galilea en el norte, sino que vendrán de más allá porque llegarán
hasta de tierra de paganos, Tiro y Sidón ya en Fenicia; pero nos hablará de los
lugares del sur porque nos menciona Judea y Jerusalén, pero también de mas allá
del Jordán vendrán para escuchar a Jesús.
Y todos vienen con las inquietudes de su alma, con los problemas que
tienen en la vida, con las necesidades no satisfechas, con sus sufrimientos y
dolores. Parece siempre que cuando vemos a la gente venir hasta Jesús fueran
solo los enfermos del cuerpo o los discapacitados físicamente los que vinieran
o trajeran hasta Jesús. Pero el evangelio nos habla de toda clase de
sufrimientos y dolencias, y nos habla de los atormentados en su espíritu.
Cuántos dolores del alma, cuantas inquietudes no satisfechas, cuantas
esperanzas rotas, cuantos deseos de más y mejor que no se quedan solo en lo
material, cuantos corazones atormentados tenemos que ver en los que acuden a Jesús.
Como nosotros, como tantos a nuestro lado que también necesitamos
encontrar ese tesoro, esa luz, esa vida para nuestro espíritu. Porque no son
solo los achaques de nuestro cuerpo los que nos hacen sufrir; también muchas
veces tenemos rotas nuestras esperanzas, nuestra vida se vuelve turbulenta y
parece que le falta luz, le falta un norte por el que luchar o al que dirigir
los pasos de su vida. Así tenemos que vernos ante Jesús. Así tendríamos que
desear estar con El y escucharle, y empaparnos de su vida, de sus valores.
¿Será así como vamos a Jesús, como buscamos a Jesús? ¿También
desearemos estar con El, no separarnos de El nunca? Que no se nos convierta en
una rutina nuestra fe en Jesús.
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