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viernes, 20 de enero de 2017

Somos también los enviados del Señor a hacer el anuncio del evangelio y a liberar a nuestro mundo de todo mal transformándolo desde el amor

Somos también los enviados del Señor a hacer el anuncio del evangelio y a liberar a nuestro mundo de todo mal transformándolo desde el amor

Hebreos 8,6-13; Sal 84; Marcos 3,13-19
‘Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él…’ Ayer escuchábamos que la gente se arremolinaba alrededor de Jesús y venían de todas partes a escucharle y a sentirse sanados con su salvación. Acudían a El con toda clase de males en su espíritu y enfermedades en sus cuerpos doloridos o llenos de discapacidades. Para todos Jesús tenía una palabra y un gesto de salvación.
Pero hoy escuchamos que cuando subía a la montaña llamó a los que El quiso. En el relato bíblico la subida a la montaña y lo en ella realizado tiene siempre un cierto grado de solemnidad. Era algo importante lo que Jesús estaba haciendo y así nos lo quiere significar el evangelista, como Moisés que en la montaña había recibido la misión de Dios o las tablas de la Ley. En la montaña Jesús proclamará las bienaventuranzas que es algo así como todo un programa de su evangelio. Ahora sube a la montaña y escoge entre todos los discípulos a doce. El evangelista nos dará sus nombres.
‘A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios’. Es la misión que Jesús les quiere confiar. Los llama apóstoles, sus enviados. Los envió a predicar. Habían de realizar el mismo anuncio del Reino que Jesús estaba realizando. Y lo habían de realizar haciendo los mismos signos de Jesús. Hemos venido escuchando como Jesús sana, cura, llena de vida; cura a los enfermos, da vista a los ciegos, a los inválidos los levanta para que puedan caminar, expulsa a los demonios. Es lo que sus enviados han de realizar también. Por eso nos dice que los envió a predicar con poder para expulsar demonios.
Expulsar demonios significa arrancar el mal que domina los corazones de los hombres. A los endemoniados se les llama poseídos, poseídos por el demonio, por el mal. Anunciar el Reino significa desterrar el mal, porque en el Reino de Dios no cabe el dominio del mal; precisamente si pertenecemos al Reino de Dios es porque en la salvación de Jesús nos hemos visto liberados del mal.
Decimos el pecado, decimos todo el mal que anida tantas veces en nuestro corazón. Pero decimos todo lo que sea mal, nos impida el bien, nos domine o nos esclavice. Los milagros que Jesús realiza en los que va liberando del mal de la enfermedad, la ceguera, la inmovilidad, la sordera o la incapacidad de hablar, la lepra que destruye el cuerpo, o la muerte de la que resucita, son signos de esa liberación de Jesús.
Y eso lo hemos de vivir en nosotros, pero lo hemos de anunciar a los demás, lo hemos de ir realizando en nuestro mundo. Un mundo que estamos llamados a transformar; nunca más nos domine el odio o el desamor, nunca más nos veamos arrastrados por las violencias, nunca más la injusticia haga sufrir a los hombres, nunca más vivamos envueltos en la falsedad, la mentira y la apariencia, nunca mas nadie se vea cegado por sus pasiones.
Un mundo nuevo hemos de ir realizando. Un mundo nuevo transformado por el amor. Son las semillas del amor las que tenemos que ir sembrando haciendo siempre el bien, viviendo un nuevo sentido de solidaridad, buscando siempre la justicia para que nadie se sienta esclavizado por nada ni por nadie. Son las señales que nos hemos de dar con nuestros gestos, con nuestras actitudes, con nuestro actuar.
Es el amor que abre nuestras vidas a los demás, es el amor que nos hace construir unas nuevas relaciones de verdadera amistad, es el amor que guía nuestra convivencia para que siempre reine la armonía y la paz, es el amor que nos impulsa a colaborar en todo lo bueno, es el amor que va sembrando de alegría los corazones de todos los que nos encontramos a nuestro paso.
Somos también los enviados del Señor a hacer el anuncio del evangelio y a liberar a nuestro mundo de todo mal. ¿Hasta donde llega nuestra respuesta y nuestro compromiso?


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