Veremos
finalmente un camino de luz encontrando sentido a las palabras de consuelo del
profeta porque a pesar de todo lo que pasamos podremos celebrar navidad
Isaías 40, 1-11; Sal 95; Mateo 18, 12-14
Vamos
avanzando en nuestro camino de Adviento. Un camino que vivimos entre nuestras
zozobras y nuestras preocupaciones, nuestras carreras y nuestros agobios,
nuestro suspirar por tiempos mejores pero también afrontando la realidad del
día a día que muchas veces hace aflorar la incertidumbre y el desconsuelo. Ahí
están nuestras preocupaciones de cómo llegar a final de mes o como nos vamos a
hacer frente a la ola de regalos y comidas que se nos echa encima con esto de
la navidad. Ahí están las lágrimas de los que lo han perdido todo – como ha
sucedido en nuestra tierra con el volcán de la tierra palmera – y también las
lágrimas de los seres queridos que nos han dejado y cuyo hueco sentiremos
fuerte en nuestras festivas celebraciones. Así podríamos seguir pensando en
muchas cosas, pero también en muchas personas que junto a nosotros van haciendo
su camino en la vida y que para ellos muchas veces está muy lleno de sombras.
Y ahí,
estamos haciendo nuestro camino de Adviento. ¿Qué significará para muchos?
¿Cuáles son las verdaderas esperanzas que laten en sus corazones? ¿Qué es lo
que les puede decir el Adviento? Ya sabemos que para muchos de nuestro entorno
– y cuidado nos pueda pasar a nosotros también – no les dice nada, en eso es en
lo menos que piensan, otras son sus preocupaciones. Es la realidad. Pero ahí
los que nos decimos creyentes, los que en verdad con sentido queremos hacer
este camino porque queremos celebrar una verdadera navidad sí tenemos que
sentir muy viva esa Palabra que se nos proclama y que vamos escuchando en el día
a día de nuestro camino.
Hoy el profeta
tiene una palabra de consuelo. ¿No la necesitaremos en verdad? Si algunas de
las cosas que mencionábamos antes nos afectan o nos tocan de alguna manera, esa
palabra profética puede ser, tiene que ser una hermosa palabra que hemos de escuchar. ‘Consolad, consolad a mi pueblo —dice
vuestro Dios—; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su
servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble
paga por sus pecados’. Viene el Señor con su salvación y nos habla a
nuestro corazón. ¿Por qué hemos de seguir en nuestras angustias y en nuestras
penas? ¿Por qué tenemos que seguir atormentándonos? ¿Por qué vamos a pensar que
vamos a seguir siempre en ese camino oscuro en que no encontremos una luz?
‘Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder y con su brazo manda. Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían…’
Pero en medio nos ha dicho una cosa muy
importante, y es que hemos de preparar los caminos del Señor. ¿Cómo nos lo
dice? ‘En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios…’ En el desierto. ¿Cuál es ese desierto hoy?
No tenemos que irnos a los desiertos de Judea donde predicaba el Bautista; no
tenemos que trasladarnos al inhóspito Sahara para hacer allí unos caminos o
unas calzadas.
Ese desierto está en ti, en tus
preocupaciones y agobios, en tus carreras y en tus locuras, en esas
incertidumbres que llenan tu vida ante el futuro o en esos problemas que se te
presentan cada día y que quizá en un momento determinado parece que se crecen…
es ahí donde tenemos que abrir caminos nuevos, es ahí donde tenemos que
preparar esa calzada para nuestro Dios que viene a nosotros, es ahí donde
tenemos que sentir el paso del Señor con su consuelo pero también con su
fortaleza para no decaer en nuestras luchas, para seguir abriéndonos paso por
la vida y ahí dejando nuestro testimonio, el grito de nuestra vida, como nos decía
el profeta.
Y una hermosa palabra de esperanza nos
deja el evangelio. Tras la parábola que nos propone que nos habla del pastor
que va a buscar a la oveja perdida, mientras el resto se queda en el aprisco, Jesús
nos dice ‘igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo
que se pierda ni uno de estos pequeños’. Podremos sentirnos pequeños, poca
cosa, que nada valemos pero que además los problemas se acumulan sobre
nosotros, nunca podré sentirnos abandonados. Dios no quiere que se pierda ‘ni
uno de estos pequeños’.
¿Veremos finalmente un camino de luz?
¿Encontraremos sentidos a las palabras de consuelo que nos ofrece el profeta?
¿Podremos, a pesar de todo lo que pasamos, celebrar con sentido la navidad?
Para todos es una palabra de luz esta palabra del profeta.
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