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miércoles, 8 de diciembre de 2021

Como María también nosotros caemos en gracia ante Dios porque en su benevolencia nos sentimos regalados por Dios que con María nos entrega a Jesús como Salvador

 


Como María también nosotros caemos en gracia ante Dios porque en su benevolencia nos sentimos regalados por Dios que con María nos entrega a Jesús como Salvador

Génesis 3, 9-15. 20; Sal 97; Efesios 1, 3-6. 11-12; Lucas 1, 26-38

Más vale caer en gracia… decimos más de una vez cuando hemos sido beneficiados por algo, pero no en sentido de algo que la suerte nos haya traído, sino en el sentido de que alguien en su benevolencia ha pensado en nosotros y ha querido regalarnos algo que nos llena de satisfacción.

En un mundo tan lleno de acritud, en mundo en que nos envuelven las sombras de la duda y de la desconfianza, en un mundo que vamos haciendo violento con nuestras envidias y rencillas, con nuestros resentimientos y orgullos mal curados, con un amor propio que sale tan fácil a flote y que nos lleva a enfrentamientos y luchas, el sentir que alguien gratuitamente nos regala algo, nos descoloca, parece que no estamos acostumbrados, nos sorprende y algunas veces no sabemos ni cómo reaccionar. Claro que a esa gratuidad de lo que tan generosamente se nos ofrece tendría que corresponder por nuestra parte una gratitud que no se quede solo en palabras.

‘Has hallado gracia ante Dios’, le dice el ángel a María después de sus saludos. La llena de gracia, la saludó el ángel, porque Dios estaba con ella. María le cayó en gracia a Dios. Estamos viendo es cierto ese actuar de Dios con María a la que eligió por sí mismo depositando en ella todo su amor, pero tenemos que reconocer que la gracia que María estaba recibiendo no era solo para ella, sino que era gracia para toda la humanidad. El regalo de la gracia de Dios para María era un regalo para la humanidad, porque a través de María nos iba a hacer llegar a quien iba a ser en verdad la salvación para toda la humanidad.

María es la elegida de Dios para ser su Madre, María era la elegida de Dios para ser la madre del salvador del mundo. Aquel Hijo que por obra del Espíritu Santo habría de nacer de sus purísimas entrañas, el Hijo del Altísimo, será llamado Hijo de Dios iba, sin embargo, a llevar un nombre que venía a significar ese regalo de Dios para la humanidad. ‘Y le pondrás por nombre Jesús porque el salvará al pueblo de sus pecados’. Ya nos dirá en otro momento el evangelio que tanto amó Dios al mundo que no paró hasta entregarnos a su Hijo único. Es el regalo de Dios, es la benevolencia de Dios.

El mundo se iba a llenar de luz porque las sombras iban a desaparecer. Nos tenemos que sentir sorprendidos por esa luz que comienza a brillar para nosotros y que de alguna manera nos viene de mano de María, pero que es el regalo de la benevolencia de Dios para con todos nosotros. No quiere el Señor otra cosa para nosotros que la salvación, como nos repetirá en otras ocasiones el evangelio, la buena nueva que nos trae Jesús. Si antes decíamos que en ese mundo tan convulso en el que vivimos, tan lleno de egoísmos y de insolidaridades nos descoloca cuando nos encontramos con alguien que generosamente nos regala algo, así tenemos que sentirnos ante el misterio de Dios que hoy se nos revela en María.

Hoy es un día cuando celebramos su Inmaculada Concepción y escuchamos este evangelio que estamos comentando en el que no paramos de cantar alabanzas a María porque así se dejó llenar de Dios en esa disponibilidad y en esa apertura de su corazón a lo que era la voluntad de Dios pero tenemos que fijarnos en la generosidad de su respuesta.

Es la correspondencia de María a la gratuidad del don de Dios para ella y para la humanidad. Está ella reconociendo ese don de Dios. ‘El Poderoso se fijó en la pequeñez de su esclava’, cantaría María en la visita a su prima Isabel en la montaña, reconociendo que el Señor había hecho obras grandes en ella y por eso la iban a felicitar todas las generaciones. Pero ella con su respuesta estaba manifestando como la misericordia del Señor se iba a seguir derramando por todas las generaciones. ‘Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación…’

Claro que el Señor derramó su gracia sobre ella y la hizo grande; claro que en María veremos resplandecer todas las virtudes y toda la santidad; claro que hoy la contemplamos Inmaculada en ese don que Dios le concedió al preservarla de todo pecado en virtud de los méritos de su Hijo Jesús.

Nos gozamos con ella, nos felicitamos con ella como los hijos se felicitan con la madre. Pero nuestra fiesta de María tiene que ser ese reconocimiento de la gratuidad de la benevolencia de Dios sobre nosotros que se tiene que convertir en la generosa gratitud que con toda nuestra vida imitando a María nosotros tenemos que ofrecer. María es también ese regalo de Dios para la humanidad, para todos nosotros. Cantemos agradecidos la gloria del Señor. ‘Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos’. Bendito sea Dios que nos ha regalado a María.

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