Unas
nuevas expectativas en búsqueda de una auténtica navidad para sentir que Dios
está en medio nuestro en este mundo convulso en que vivimos
Sofonías 3, 14-18ª; Sal.: Is 12, 2-3;
Filipenses 4, 4-7; Lucas 3, 10-18
En la vida siempre estamos a la
expectativa de algo; salvo que vivamos de una forma pasiva, simplemente
dejándonos arrastrar por lo que salga, siempre hay una inquietud de algo
distinto, de algo mejor en el corazón. Malo es no tener expectativas, no tener
esperanzas, que se nos hayan apagado las ilusiones. Una expectativa nos hace
estar despiertos, porque la esperanza sería pobre si solo fuera algo pasivo.
Claro que no todos tienen las mismas
expectativas. También es posible que nos confundamos y nos equivoquemos. Habrá
cosas que nos ilusionan por su brillo, pero pronto quizás nos damos cuenta de
que es hojarasca, que son oropeles, falsos oros. Nos podemos crear confusión,
sobre todo desde las influencias externas que recibimos de acá para allá.
Difícil mantener el equilibrio, pero es algo que tenemos que intentar, que
necesita quizás un esfuerzo por nuestra parte, y algunas veces parece que no
estamos por ese esfuerzo o por esa superación, sino de forma pasiva dejarnos
arrastrar.
Miramos nuestra vida, miramos nuestro
mundo, miramos la sociedad que nos ha tocado vivir o que entre todos hemos
construido o estamos haciendo quizá cada uno queriendo tirar del ascua para su
sardina, son muchos los intereses, son muchos los tira y afloja que vamos
recibiendo de acá y de allá. Repito que nos cuesta mantener el equilibrio. Será
en la forma como queremos la vida, las apetencias de felicidad que todos
llevamos dentro, el desarrollo como personas que todos de alguna manera
queremos, serán los sueños de algo superior o de cómo mejorar la vida, será el
cansancio de la rutina que nos arrastra, será la insatisfacción de lo que
contemplamos que otros hacen. Esperamos, quisiéramos, deseamos, buscamos…
¿cuáles son nuestras esperanzas?
Estamos envueltos por la vida con toda
su problemática; como creyentes también vamos queriendo hacer un camino; tenemos
unas costumbres o unas tradiciones religiosas también que van marcando el ritmo
de la vida. En estos momentos estamos en la cercanía de la Navidad. Todo el
mundo prepara la navidad, forma parte también de nuestras expectativas. Claro
que tenemos que preguntar qué es lo que en verdad estamos preparando cuando
decimos que preparamos la navidad.
Ahí están las carreras de compras en
las que nos vemos envueltos, vemos los adornos con que vamos llenando nuestras
calles, nuestras plazas, nuestras casas, vemos la cantinela de la lotería que
ya comienza a escucharse aunque sea en anuncios, pasamos por el mercado y ya
estamos pensando en lo que nos va a costar la comida de estas fiestas, suenan
las músicas y los villancicos de navidad pero también tendríamos que fijarnos
en lo que expresamos en esas músicas y en las letras que cantamos. ¿Qué es lo
que predomina en todo eso? ¿Qué es lo que predomina en la preparación de la
navidad?
Y es una pregunta seria que tendríamos
que hacernos, ¿preparamos navidad o preparamos el nacimiento de Jesús? Lo malo
sería que el protagonista principal lo dejemos fuera, no lo invitemos a esta
fiesta, porque casi ni nos acordamos de lo que significó aquel momento. Como
creyentes que queremos celebrar en verdad la navidad tenemos que hacer un
parón, detenernos un poco a pensar. Es lo que para nosotros los creyentes ha de
significar este tiempo de Adviento que estamos recorriendo, que es mucho más o
algo bien distinto a hacer unas compras o poner unos adornos.
Para el creyente claro que es una gran
fiesta para la que nos estamos preparando y todo tienen que ser alegría y es
cierto que tienen que brotar los cantos y la música pero quizás –o sin quizás -
también algo más. Lo vamos a mostrar en muchos signos de cercanía y de amistad
con la familia y con los cercanos a nosotros. Pero ¿de donde tiene que
arrancar?
Este domingo es llamado el de la
alegría, porque así lo expresa la liturgia también, por la cercana navidad.
¿Cuál es el anuncio que nos llena de alegría? ‘Aquel día se dirá a
Jerusalén: «¡No temas!, ¡Sión, no desfallezcas!» El Señor, tu Dios, está en
medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su
amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta’. Así nos decía el
profeta. ‘El Señor, tu Dios, está en medio de ti…’
Eso es la verdadera navidad. ¿No
decimos Emmanuel? ¿Qué significa? ‘Dios con nosotros… Dios está en medio de
ti’. No lo podemos olvidar. Es la razón de todo. Y si no llegamos a sentir
que Dios está en medio de nosotros, es que no hemos entendido la navidad porque
muchas fiestas, cantos, comidas y regalos que nos hagamos.
Y es que tenemos que escuchar con mucha
atención el evangelio que hoy se nos ofrece. Nos dice que Juan el Bautista ‘con
muchas exhortaciones anunciaba al pueblo el Evangelio’. Por eso también
como aquellos que iban a escucharle allá en la orilla del Jordán también
nosotros hemos de preguntar, ‘¿qué debemos hacer?’ Y Juan iba señalando
de forma muy concreta a cada uno de ellos esas nuevas actitudes que debían
tener en su vida.
Y habla de solidaridad y de compartir,
habla de rectitud de vida y de responsabilidad, habla de pureza de corazón
arrancando maldades y de buen espíritu para la convivencia con los demás;
podríamos traducirlo en muchas cosas concretas para nuestra vida; miremos donde
están nuestras flaquezas, los tropiezos que vamos teniendo en la convivencia
con los demás, las posturas que tomamos en relación a los otros, la forma de
vivir nuestras responsabilidades, las carencias que podemos tener en nuestra
vida familiar, miremos con sinceridad nuestra vida e iremos encontrando la
respuesta a esa pregunta que nos hacíamos.
Y cuando vayamos haciendo que todo eso
sea distinto vamos a sentir una nueva paz en nuestro corazón que hará surgir una
alegría verdadera; y cuando vayamos abriéndonos a los demás de una forma nueva
teniendo nuevas actitudes estaremos abriendo las puertas del corazón para que
Dios llegue a morar en él.
Entonces sentiremos al Emmanuel,
entonces nos daremos cuenta que Dios está en medio nuestro, en este mundo tan
complicado en el que vivimos y con tantos problemas, entonces habrá verdadera
alegría de navidad a pesar de tantas sombras de tristeza y de sufrimiento que
vemos alrededor, entonces todas esas cosas que hacemos no se quedaran en
superficialidades de un día sino que serán comienzo de un nuevo día para
nuestra vida. Se cumplirán unas nuevas expectativas para nuestro corazón.
Necesitamos, el mundo necesita una nueva Navidad.
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