Aprendamos
a amar y al estar entrando en la órbita del amor sentiremos cómo Dios que es
amor se nos manifiesta y hace dueño de nuestro corazón
Deuteronomio 7, 6-11; Sal 102; 1Juan 4,
7-16; Mateo 11, 25-30
‘Lo esencial es invisible a los
ojos’, es una frase que habremos
escuchado muchas veces tomada del famoso libro ‘El principito’. Nos ha valido
para hacernos muchas y hermosas consideraciones para que aprendamos a buscar
esos valores que de verdad llenan nuestro espíritu y le dan grandeza. Nos
valdría también ese camino que todos hacemos de búsqueda de Dios que muchas
veces, decimos, se nos hace invisible, o al menos no terminamos de descubrirlo.
Buscamos quizás a Dios desde razonamientos, porque para todo queremos tener una
razón, un por qué, y el camino para encontrarnos con Dios quizás es mucho más fácil
que todas esas elucubraciones que nos hacemos.
Queremos hacer nuestra propia escalada,
trazarnos una tabla de razonamientos, ir esa búsqueda desde unos merecimientos
que nos decimos que tenemos, pero creo que tendríamos que poner las condiciones
para más bien dejarnos encontrar por Dios. Quizá muchas veces por ahí ande la
cosa, porque no nos dejamos encontrar; es cuestión, creo, de dejarnos encontrar
por el amor, y para eso creo que tenemos que dejar hueco en nuestra vida para
el amor, para el amor verdadero, que es mucho más que una pasión que nos mueva
y nos revolucione.
Ya le decía Dios a su pueblo a través
de las palabras de Moisés, como hoy mismo hemos escuchado en la primera lectura
de esta fiesta. Dios les dice que les ha amado y les ha escogido, no porque
sean un pueblo grande y poderoso, pues, como les dice, son el pueblo más
pequeño de la tierra. Pero es Dios el que les ha amado y escogido, por pura
benevolencia, y esa es una de las principales características del amor.
Benevolencia, querer bien, pero simplemente porque quiero amar. Y es así el
amor de Dios, pura benevolencia, nos ama, no por nuestros merecimientos, sino
porque El quiere amarnos y escogernos. Si fuéramos capaces de sintonizar con este
pensamiento haciéndolo nuestro, comenzaremos a conocer a Dios.
Y aquí entra otro pensamiento en
nuestra consideración. La carta de san Juan es una invitación a amarnos, y
amarnos como el Señor nos ha amado, recordando así el mandato de Jesús en la
última cena. Pero fijémonos en lo que nos dice: ‘Todo el que ama ha nacido de
Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor’.
¿No decíamos que tenemos que dejar un
hueco en nuestra vida para el amor y el amor verdadero? Quizás en la vida hemos
rellenado ese hueco con nuestros intereses egoístas en una búsqueda excesiva de
nosotros mismos. Lo confundimos todo con nuestras ganancias, con el
materialismo de la vida, con nuestras pasiones que se nos desbordan y nos
dominan buscando felicidad y placeres que son efímeros. Algunas veces no
llegamos a entender lo que es la amistad porque enseguida la confundimos con la
búsqueda de cosas que nos satisfagan. Y quizás no hemos sabido amarnos ni a
nosotros mismos, y si no somos capaces ni de eso ¿cómo podremos entender lo de
amar a los demás? Y si no somos capaces de amar, ¿cómo podemos conocer a Dios
que es Amor?
Busquemos, si, lo que es el amor
verdadero, que ama, se da y se entrega porque le sale del corazón. ¿No recordáis
lo que hemos dicho de la benevolencia de Dios para amarnos por nosotros mismos?
Y es que Dios se nos revela y se nos da a los que hemos sido capaces de
vaciarnos de nosotros mismos, a los que somos sencillos y humildes de corazón.
Así le hemos escuchado hoy a Jesús dar gracias al Padre porque se ha revelado
no a los sabios y entendidos, sino a los pequeños y a los pobres. Los pobres
son los que escucharán la Buena Nueva de Jesús y por eso Jesús los llama
dichosos.
Hoy estamos celebrando esta fiesta del
amor de Dios que nosotros simbolizamos en el corazón, en el Corazón de Jesús
siempre abierto para acoger a los cansados y agobiados para ofrecernos el
descanso de su amor y de su paz.
Nos sentimos a veces atormentados por
las luchas de la vida, cansados y sin fuerzas porque la tarea se nos vuelve
fuerte y duros son también los embates que nos da la vida, desde la multitud de
problemas de todo tipo que nos envuelven – pensemos cómo anda nuestra sociedad
y nuestro mundo -, desde esos problemas del día a día en el desarrollo de nuestras
responsabilidades y lo que significa y nos cuesta a veces nuestra convivencia
con los demás, pero Jesús nos dice que vayamos a El, que aprendamos de El a
mantener la mansedumbre del corazón a pesar de las violencias que nos
envuelven, que sepamos encontrar la paz porque además estamos llamados a ser
instrumentos de paz.
Estaremos así entrando en la órbita del
amor y estaremos entonces sintiendo cómo Dios se hace dueño de nuestro corazón.
Porque aprendemos a amar, aprenderemos a conocer a Dios que es amor.
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