Cada
una de las bienaventuranzas que nos propone nos va recordando los pasos de
Jesús, los gestos de Jesús, el actuar de Jesús
2Corintios 1, 1-7; Sal 33; Mateo 5,1-12
Por la boca
rebosa lo que llevamos en el corazón, se suele decir. Aquello que vivimos y experimentamos
dentro de nosotros mismos lo reflejamos en nuestras palabras, pero sobre todo
lo reflejamos en nuestra forma de vivir. Es cierto que hablamos desde conceptos
aprendidos, desde cosas que escuchamos, pero sobre todo lo intentamos hacer
desde dentro, desde lo más hondo de nosotros mismos. También es cierto que
aquello que expresamos son nuestros deseos, algo a lo que aspiramos o con lo
que soñamos aunque aun no lo hayamos alcanzado; expresa ese deseo interior, ese
crecimiento que buscamos, esas cosas que quizás queremos transformar en
nosotros mismos.
No podemos
juzgar con ligereza lo que dicen los demás y tacharlos quizás de incongruentes,
porque no sabemos bien los deseos que hay en su corazón, las luchas interiores
que puedan estar realizando, el ansia de superación que hay en su vida y que
quizás le cuesta mucho dar esos pasos que necesitan. Porque nos pasa a nosotros
mismos, porque son nuestras luchas que los demás no conocen y no entienden.
Algunas veces son sueños que tenemos en nuestra vida, pero al menos comenzamos
por soñar algo distinto, algo nuevo. De ahí arrancarán nuevas metas, desde ahí
aparecen los ideales que nos levantan y nos impulsan a caminar aunque el camino
algunas veces nos cueste.
Hoy nos
encontramos en el evangelio una de sus páginas más hermosas, Jesús nos propone
las bienaventuranzas, nos dice cómo lograremos en verdad ser dichosos, ser
felices con la felicidad más honda, son todo un resumen del evangelio. Podíamos
decir que cuando Jesús nos está desgranando las bienaventuranzas nos está dando
los trazos de su rostro, del rostro de Dios, de su corazón lleno de vida y de
misericordia. Si antes decíamos que hablamos de lo que llevamos en el corazón,
de lo que es nuestra vida, esto tenemos que decir ahora de Jesús.
Hagamos una
relectura del texto sagrado y vayamos poniendo al lado el rostro de Jesús. Cada
una de las bienaventuranzas que nos propone nos va recordando los pasos de
Jesús, los gestos de Jesús, el actuar de Jesús. Aquello que diría más tarde san
Pedro, ‘pasó haciendo el bien’. Ahí contemplamos el corazón de Cristo,
ahí contemplamos la buena nueva que nos quiere anunciar, ahí contemplamos como
en visión adelantado lo que tendría que ser nuestra vida cuando de verdad
optamos por el Reino de Dios.
No voy a
entrar en este momento en detalle en cada una de las bienaventuranzas sino,
como decía, os invito a hacer una relectura, pero pausada, deteniéndonos para
ver las distintas páginas del evangelio, deteniéndonos para ver cómo hacemos
realidad eso en nuestra propia vida, como vamos copiando el corazón de Cristo
en nosotros.
Veremos como
van naciendo nuevas actitudes en nosotros, cómo aprenderemos a tener nuevos
gestos de humanidad y de amor con los que están a nuestro lado, cómo iremos
purificando el corazón, como nos sentiremos impulsados a algo nuevo que nos
lleve al encuentro, al amor, a la autenticidad de nuestra vida, a un camino de
búsqueda del bien, de lo bueno, de lo justo, como irá apareciendo una nueva
ternura en nuestro corazón, como nos sentiremos fuertes frente a las adversidad
y contratiempos que nos encontremos en la vida.
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