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sábado, 2 de agosto de 2014

La valentía y la fidelidad de los profetas como Jeremías o el Bautista un estímulo y ejemplo para la misión profética bautismal

La valentía y la fidelidad de los profetas como Jeremías o el Bautista un estímulo y ejemplo para la misión profética bautismal

Jer. 26, 11-16.24; Sal. 68; Mt. 14, 1-12
 ‘El Señor me envió a profetizar… las palabras que habéis oído… yo por mi parte estoy en vuestras manos: haced de mí lo que mejor os parezca’. Así con valentía responde el profeta Jeremías a las acusaciones que le hacían en Jerusalén.
¿No es la misma la actitud de Juan Bautista, aunque no escuchemos sus palabras, al estar en manos de Herodes, que lo había mandado prender y meter en la cárcel y que terminaría decapitándolo desde las instigaciones de Herodías? Es la postura y la actitud de quien se sabe en las manos de Dios y quiere ser fiel hasta el final en la misión que se le ha encomendado; es la postura valiente de los profetas que han de anunciar con toda fidelidad la palabra de Dios.
Hemos venido escuchando estos días en la primera lectura al profeta Jeremías. Se siente seguro en su misión aunque sabe que sus palabras no gustan al pueblo ni a las autoridades, que quieren hacerlo callar. Pero es fiel a su misión y a través de toda su profecía vemos cuantas persecuciones tuvo que sufrir en las que atentaban contra su vida.
Hoy de manera especial en el evangelio hemos escuchado el relato del martirio del Bautista. Con un hermoso recurso nos introduce el evangelista el episodio, donde aparece reflejado cómo la conciencia de Herodes, a pesar de lo sanguinario que es, no está tranquila. Ha oído hablar de Jesús y piensa que si es Juan que ha vuelto a la vida, porque él lo había mandado matar. Ya sabemos por otros lugares del evangelio el interés que Herodes tenía por conocer a Jesús que finalmente seria llevado a su presencia en la pasión enviado por Pilatos, pero donde Jesús no quiso responder a nada de lo que le decía o pedía Herodes que pretendía tomarlo casi como un juguete para diversión de su corto. Pero Jesús no le respondió nada.
Hoy en el evangelio se nos reflejan las pasiones descontroladas de los hombres, pero que ante la denuncia profética, en este caso del Bautista, reaccionan tratando de acallar a quienes denuncian el pecado y la injusticia. El Bautista denunciaba que la vida que estaba llevando Herodes con la mujer de su hermano era inmoral y terminará en la cárcel; ante la sucesión de una serie de hechos que se desencadenan como en espiral, en medio de aquellos banquetes y orgías surge la petición por parte de la hija de Herodías de la cabeza de Juan. Herodes le había prometido que le daría cuanto le pidiese aunque fuera la mitad de su reino.  Surgen las cobardías y los temores humanos y se desencadena la injusticia de la muerte de un inocente, siendo Juan decapitado.  La voz del profeta pretendía ser acallada para siempre, pero vemos que la conciencia de Herodes no quedará por eso tranquila.
Muchas cosas nos pueden enseñar estos textos que hoy se nos han proclamado, tanto del profeta Jeremías, como el evangelio con el martirio del Bautista. Ahí está por una parte el testimonio valiente de los profetas en su fidelidad a su misión hasta el final, sea cual sea. Fieles en su misión de anunciar el bien y denunciar lo malo y lo injusto, no pueden callar ni nada los hará callar. Un estímulo para esa fidelidad que hemos de vivir nosotros como cristianos que también con Cristo hemos de ser profetas, pues para eso hemos sido ungidos, marcados por Cristo con el signo del crisma en nuestro Bautismo y en nuestra confirmación. Y nunca podemos conchabarnos con el mal y la injusticia, sino que con el testimonio de nuestra vida recta y también con nuestra palabra denunciar allí donde está ese mal.
Por otra parte nos puede ser una llamada de atención esa espiral del mal en que se ve envuelto Herodes para que estemos atentos en nuestra vida y no nos dejemos confundir ni arrastrar por las pasiones. Qué fácil es caer en las redes del mal y dejarnos arrastrar por la tentación. Y hemos de reconocer también que muchas veces cuando nos señalan esas cosas en las que podemos fallar, esos errores que podemos cometer, esas posturas y actitudes que pueden no ser buenas, no nos gusta, no nos agrada la corrección y, o nos hacemos oídos sordos a esa llamada de atención, o pretendemos de alguna manera acallar a quien trata de ayudarnos a corregir nuestras posturas o nuestros errores.

Cuánto nos cuesta aceptar la corrección fraterna. Qué espíritu de humildad necesitamos tener en nuestro corazón para aceptar lo que se nos señala o también para nosotros señalar lo que es malo para ayudar a los demás.

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