Vistas de página en total

miércoles, 7 de mayo de 2025

Cuántas señales de su presencia va dejando a nuestro lado, ofrecimientos de gracia, llamadas a nuestro corazón, quiere para nosotros vida y vida en plenitud

 


Cuántas señales de su presencia va dejando a nuestro lado, ofrecimientos de gracia, llamadas a nuestro corazón, quiere para nosotros vida y vida en plenitud

Hechos 8, 1b-8; Salmo 65; Juan 6, 35-40

Tenemos la felicidad al alcance de nuestra mano y no la apreciamos, seguimos con nuestras búsquedas confusas, el café instantáneo que al final no nos sabe a café; tenemos cerca de nosotros personas que en verdad nos llevarían a las más hondas satisfacciones y no las tenemos en cuenta. Qué satisfacción más grande encontrarnos con una persona acogedora, que nos respeta y que nos valora, que siempre está con oído atento para escucharnos o con la palabra oportuna que nos aconseja y que amplía nuestros horizontes, que está atenta a nuestros deseos o necesidades y que hará todo lo posible para que nos sintamos a gusto y no busquemos otros derroteros, que eleva nuestro espíritu porque en su entrega, su generosidad y su sacrificio se convierten en un estímulo para nosotros buscar lo que en verdad nos dé una riqueza espiritual para nuestra vida.

Jesús viene a decirnos hoy en el evangelio que eso – mucho más tenemos que reconocer – quiere El para nosotros. Como nos dice quiere hacerse nuestro alimento, nuestra vida. Y nos dice que estando con El nos sentiremos bien. Como nos dice ‘el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás’. En El tenemos y encontramos todo lo que necesitemos, todo lo que nos lleve a esa plenitud de nuestra vida. Con El los horizontes de nuestra vida se amplían, con El nos sentiremos siempre estimulados a lo mejor, porque cuando vemos su generosidad y su amor, cuando vemos cómo se entrega por nosotros hasta ser capaz de sacrificarse para que tengamos vida, nos sentiremos nosotros impulsados a vivir en ese mismo amor y generosidad, a vivir esa entrega y ese sacrificio. Es toda la riqueza espiritual que podemos ansiar.

Sin embargo, la realidad de nuestra vida no siempre es así. Porque le tenemos y no siempre contamos con El; camina delante de nosotros pero nuestros pies se vuelven pesados y vamos renqueantes con nuestros apegos de los que no queremos desprendernos, con nuestros cansancios sin darnos cuenta que El verdaderamente es nuestra fuerza, con nuestras mezquindades que parece que estamos midiendo y pesando todo lo que hacemos porque siempre nos parece mucho. Como nos dice hoy ‘como os he dicho, me habéis visto y no creéis’. Qué débiles somos en nuestra fe, que inseguros nos sentimos tantas veces.

Pero El no quiere perdernos, andemos nosotros como andemos. Nos busca y nos llama, se pone a caminar a nuestro lado, y nos ofrece el calor de su espíritu. ‘Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día’. Cuántas señales de su presencia va dejando a nuestro lado, cuantos ofrecimientos de gracia hace a nuestra vida, cuantas llamadas a nuestro corazón. Quiere para nosotros la vida y la vida en plenitud.

¿Nos decidiremos de una vez por todas a ser constantes en nuestro seguimiento de Jesús? Tenemos que reavivar nuestra fe, descubrir su presencia que de tantas maneras llega a nosotros. Sepamos leer con ojos de fe cuanto sucede a nuestro alrededor y veremos esa llamada de Dios a nuestra vida. Son dones de su amor. Aunque muchas veces los tiempos nos parezcan oscuros, siempre hay una luz, siempre se manifiesta la luz de Dios en nuestro camino. Es la presencia de la Iglesia y cuanto en ella acontece; son las personas que caminan a nuestro lado que en sus obras se hacen llamadas a nuestro corazón; es lo bueno que podemos descubrir en tantas personas anónimas que viven con generosidad su vida; pero pueden ser también esos momentos en que podamos encontrar oposición o persecución, en que nos pueden estar echando en cara lo que somos o los errores que hemos cometido, en esa indiferencia que podemos contemplar a nuestro alrededor, todo eso lo podemos ver como una llamada de Dios, un momento de gracia para nuestra vida, algo que nos haga despertar y nos lleve a ese testimonio valiente de nuestra fe. Abramos los oídos de nuestro corazón a esa voz de Dios que lleva a nosotros de formas tan diversas.

Como termina diciéndonos hoy Jesús ‘esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día’.  Por eso nos ha dicho que es el Pan de vida y que quien le coma vivirá para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario