Una locura de amor, que podamos comer su carne y beber su sangre, que El habite en nosotros y nosotros habitemos en Dios, es la comunión del amor
Hechos 9, 1-20; Salmo 116; Juan 6, 52-59
Te llevo en mi corazón, es una expresión que solemos utilizar para manifestar el cariño y el amor que sentimos por alguien al que no podemos olvidar, al que de alguna manera sentimos cerca de nosotros. Nos habla de cercanía y de presencia, nos habla de alguien a quien no podemos olvidar y que tenemos siempre presente en nuestra vida aunque físicamente haya otras distancias, nos habla de sintonía de sentimientos y nos habla de comunión entre personas que se aprecian y se quieren.
Jesús nos lleva en su corazón, pero aún hoy nos dice más, nos está diciendo que Él quiere habitar en nuestro corazón. Ya en otro momento del evangelio nos dirá que si escuchamos su palabra y cumplimos sus mandamientos el Padre nos amará, pero más aun El y el Padre vendrán a habitar en nosotros para que en verdad tengamos la misma vida.
Es lo que nos está diciendo hoy cuando nos habla de comer su carne y beber su sangre para poder tener vida para siempre. Los judíos en Cafarnaún no lo podían entender. ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’, se preguntaban. Pero Jesús les dice, nos dice, que si no comemos su carne y no bebemos su sangre no podremos tener vida en nosotros, porque el que come su carne y bebe su sangre tiene vida eterna y El nos resucitará en el último día.
Es entonces cuando nos dice que quien come su carne y bebe su sangre habita en Él y Él habita en nosotros. Sabemos que la sangre es la expresión de la vida. En el Antiguo Testamento se les decía que no podían comer la carne de los animales en su sangre. De ahí las interpretaciones que hoy algunos se siguen haciendo sin entender verdaderamente el sentido de lo que era aquel mandato del antiguo testamento, que tenía también su sentido sanitario e higiénico dadas las condiciones de vida de quienes habitaban como nómadas en unos desiertos, y hoy siguen con la interpretación de no querer dejarse hacer una transfusión de sangre.
Pero fijémonos en lo que nos dice Jesús, llenarnos de su vida cuando comemos su carne y bebemos su sangre es llegar a hacernos una misma vida con Él. Él habita en nosotros y nosotros en El. ¿Puede haber algo más hermoso cuando llegamos a entender todo el misterio de amor de Dios hacia nosotros y de la respuesta de amor de nuestra parte a Dios? Es algo más que llevarnos en el corazón, como decíamos al principio, porque no es como quien pone una cosa en un sitio y ahí está. No es poner una cosa, es habitar en Dios, es hacer que Dios habite en nosotros.
Claro que estas palabras de Jesús llegaremos a entenderlas plenamente cuando en la noche de la última cena nos deja el misterio de la Eucaristía. Haced esto en conmemoración mía nos dice. ¿Qué es lo que ha hecho Jesús? Amarnos hasta el extremo, hacer posible que podamos vivir su vida, más aún, vivir en El. Y tomando el pan, tomando la copa de vino nos dice ‘Esto es mi cuerpo… esta es mi sangre…’ entregado por nosotros, derramada por nosotros para el perdón, para el regalo de amor, para hacernos vivir su vida.
Ahora sí podemos entender las palabras de Jesús de que tenemos que comer su carne y beber su sangre. No son unas palabras locas, son una locura de amor, el amor que Dios nos tiene, es el amor que nosotros hemos de vivir, es el amor que nos lleva a vivir a Dios, es el amor con que tenemos que amar a los demás, para estar en su corazón, para tenerlos en nuestro corazón, para vivir esa comunión admirable del amor.
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