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viernes, 29 de junio de 2018

Confió Jesús en Pedro a pesar de debilidad y negación, confía en nosotros y en su Iglesia a pesar de nuestros tropiezos y caídas tendiéndonos siempre su mano


Confió Jesús en Pedro a pesar de debilidad y negación, confía en nosotros y en su Iglesia a pesar de nuestros tropiezos y caídas tendiéndonos siempre su mano

Hechos 12, 1-11; Sal 33; 2Timoteo 4, 6-8. 17-18; Jn. 21, 15-19

‘Tú, Simón, el hijo de Juan, en adelante te llamarás Cefas, Pedro’. Fue como el saludo y el recibimiento. Es que su hermano Andrés la tarde anterior se había ido con Jesús y ahora la mañana siguiente fue la búsqueda de Simón y le había dicho que habían encontrado al Mesías. Eso de las inquietudes parecía que era de familia, pues en sus búsquedas Andrés se había venido a la orilla del Jordán para escuchar al Bautista y a la indicación de este se había ido con Juan el Zebedeo detrás de Jesús.
Por eso aquella recepción y aquel saludo, pero también el gesto significativo del cambio de nombre. Ya se intuía lo que Jesús esperaba de aquel nuevo discípulo. ‘Te llamarás de ahora en adelante Pedro’. Un signo de confianza, pero de confianza en el futuro. Un signo de confianza como para de alguna manera estarle anunciando que tiene una misión reservada para él.
Más tarde, cuando después de llevar tiempo siguiendo a Jesús, porque un día les había invitado a dejar lo que estaban haciendo para seguirle y habían dejado barcas y redes en un hermoso gesto de disponibilidad, ante la confesión de Simón Pedro de quien era Jesús para El – ‘Tú eres el Ungido de Dios, el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios vivo’ – ya Jesús comenzará a dar significado a aquel cambio de nombre. ‘Serás piedra y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’. El significado del nombre de Pedro es piedra, y ahora se entenderá por qué Jesús le llama Pedro, piedra, porque será la piedra sobre la que fundará la Iglesia, sobre la que se va a fundamentar aquella nueva comunidad del Reino de Dios que va a nacer y que ahora Jesús está preparando.
Con este entusiasta discípulo en el que crece cada más y más su amor por Jesús, éste tendrá unos apartes especiales. Será testigo de su transfiguración en el Tabor, entrará con Jesús en el aposento donde yace muerta la niña de Jairo aunque Jesús diga que solo está dormida para ser testigo de su vuelta a la vida, habrá momentos de conversación mas intima donde Pedro le manifestará a Jesús que no puede permitir que le pase nada de todo aquello que anuncia que sucederá en Jerusalén teniendo Jesús un exabrupto con Pedro apartándolo de su lado como si fuera un diablo tentador, finalmente podrá estar cerca de Jesús en la oración y la agonía de Getsemaní aunque se caigan de sueño y se les cierren los ojos.
Podríamos decir que Jesús lo va preparando. Tendrás que mantenerte firme, le dirá en una ocasión, porque cuando te recuperes de tus debilidades en las que incluso caerás tendrás que ser el sostén de la fe de los hermanos. Y vaya sí que es débil a pesar de sus porfías de amor, porque tres veces le negará antes de que aquella noche cante el gallo. Tarde se dará cuenta de que se ha metido en la boca del lobo, pero llorará con amargas lágrimas su traición que un día se verá compensada con una triple protesta de amor. ‘Señor, tú lo sabes todo, tu sabes que te quiero’. Y Jesús le confiará ser pastor de su rebaño ‘apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas’, le dirá.
Así aparecerá pronto Pedro como nexo de unión de los discípulos, de los apóstoles. Incluso en los momentos oscuros de la pasión allá quedan escondidos en el cenáculo y pedro en medio de ellos. Será el primero que ante el anuncio de Magdalena correrá con Juan para llegar hasta el sepulcro y constatar que está vació. Juan, dice el evangelio, creyó al ver el sepulcro vacío, de Pedro no se dice nada, pero sabemos que de manera especial Jesús resucitado se le aparecerá a él.
Después de la Ascensión, en la espera del cumplimiento de la promesa del Padre y de Jesús, ya aparece el liderazgo de Pedro, como lo había anunciado Jesús, porque con el están todos reunidos y a su iniciativa se elegirá al que sustituya al traidor que se había suicidado. Luego tras la inundación de sus corazones con el Espíritu divino será el primero que se enfrente a la multitud para anunciarles que aquel a quien ellos habían crucificado Dios lo había resucitado de entre los muertos constituyéndolo Señor y Mesías.
Cuando hoy estamos celebrando esta fiesta de San Pedro – no podemos olvidar a san Pablo a quien hoy también celebramos – con estos breves retazos de lo que aparece de él en el evangelio nos podremos hacer unas consideraciones que nos ayuden también en nuestro camino de fe y en nuestro camino de seguimiento de Jesús.  Aparece siempre la disponibilidad generosa de Simón que se deja guiar que aunque en sus impulsos le haga tropezar y caer siempre estará ese amor total del corazón de Pedro para seguir a Jesús, para proclamar que su Palabra es y será siempre palabra de vida eterna y que está dispuesto a todo por seguir a Jesús.
No temamos tener una disponibilidad así de un corazón generoso y siempre dispuesto a dar, a seguir a Jesús, a hablar valiente y claramente de él. Podremos incluso equivocarnos, tropezar y caer – no tengamos miedo – que si hay suficiente amor generoso en nuestro corazón pronto nos levantaremos y seguiremos con los mismos impulsos.
Es algo que no hace falta a los cristianos de nuestro tiempo. Nos entran miedos y temores, queremos guardar la ropa, queremos guardarnos por si acaso vamos a tener dificultades o tropezar. Pero los valientes serán los que den testimonio y el señor mirará esa generosidad de nuestro corazón y estamos seguro que cuando nos parezca que nos hundimos como Pedro allá en las aguas del lago, la mano de Jesús está ahí y nos levanta.
No seamos cobardes, hombres de poca fe, sino que tengamos ese arrojo y esa valentía como le vemos a Pedro que siempre querrá estar cerca de Jesús y que con esa misma valentía lo anunciará incluso a aquellos que crucificaron a Jesús y a nosotros nos pueden llevar al martirio. El ángel del Señor estará con nosotros para arrancarnos de esas cárceles de nuestras cobardías.

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