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sábado, 30 de junio de 2018

Una fe que nos abre a la trascendencia del misterio de Dios que obra en nosotros maravillas envolviéndonos en su amor


Una fe que nos abre a la trascendencia del misterio de Dios que obra en nosotros maravillas envolviéndonos en su amor

Lamentaciones 2,2.10-14.18-19; Sal. 73; Mateo 8, 5-17

‘Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho’. Es la petición que le hace aquel hombre que se presenta ante Jesús. Pero aquel hombre no es cualquiera, aquel hombre es un centurión romano; un gentil, un pagano, jefe de aquellas tropas de ocupación que dominaban sobre Israel. 
¿Qué pide? ¿A quien acude? ¿Acude a un médico que con sus remedios podía devolverle la salud al criado enfermo? ¿Acude a un taumaturgo porque ha oído hablar de las cosas maravillosas que realiza Jesús que va curando enfermos y sanando endemoniados allá por donde camina? Va con una angustia en su corazón, porque para él era muy valioso aquel criado que ahora está gravemente enfermo, pero también va con una certeza.
El es un militar con mando y está acostumbrado que sus órdenes se obedezcan. Es la disciplina. Y si Jesús tiene esos poderes taumatúrgicos sus ordenes su cumplirán, su palabra se realizará. Por eso va con esa certeza. Solo expone su necesidad. Lo demás quedaría por cuenta de Jesús.
¿Cuál es la fe de aquel hombre? ¿Pensará que eso de curar a su criado es como utilizar una máquina que automáticamente realiza aquello para lo que está programado? ¿Querrá ver con sus propios ojos cómo Jesús realiza la curación para asegurarse que su criado es curado? ¿Necesitará contemplar cómo Jesús llega y con su mano lo levanta? Jesús dice ‘voy yo a curarlo’. Florece entonces en el corazón de aquel hombre la fe. Es lo que Jesús quiere siempre despertar en nosotros. No simplemente buscar hechos portentosos, que se realicen o sucedan cosas maravillosas, que veamos el poder de Dios solamente como algo taumatúrgico, sino que ahondemos más en el corazón.
Algunas veces te dicen que si crees verdaderamente que una cosa sucederá ya es suficiente porque esa cosa se realizará. Algunos hablan del poder de la mente, de energías positivas que hay en ti o en la naturaleza y tú las aprovechas, como si solo fuera una fuerza que ya hay en ti; que las cosas sucederán por si mismas y que entonces no necesitamos acudir a Dios. Vemos muchas confusiones en estas cosas, se nos crean algunas veces verdaderos conflictos en nuestro interior; pareciera que estamos luchando con unas fuerzas negativas que no sabemos de donde aparecen pero que se pueden apoderar de ti. Es algo más allá de lo natural, pero no termina de entrar en lo sobrenatural en relación con Dios.
Aquel hombre cree con toda la fuerza de su corazón, pero no es él quien va a realizar el milagro por las fuerzas positivas que pudiera haber en él. En el fondo de todo lo que sucede, de lo que pide y de lo que dice hay algo trascendente que le hace ir más allá del ahora y de lo natural; ante todo ese misterio que vislumbra él, poderoso en la tierra, se siente pequeño e indigno. ‘No soy digno de que entres en mi casa’. No es una indignidad que pueda sentir ante otra persona, sino ante el misterio sobrenatural que en su fe él está vislumbrando en Jesús.
Es cierto que Jesús le dirá que por su fe el criado se ha curado, pero en la fe que él ha puesto en el misterio de Dios que para él se manifiesta en Jesús. Es necesario tener fe para abrir el corazón a Dios, vislumbrar su misterio, hacer trascender su vida, y sentirse envuelto en esa inmensidad del amor de Dios que nos transforma.  No es fe para que las cosas se realicen, por así decirlo, de una forma automática, como quien toda un botón y hace brotar el café que está contenido en aquella máquina.
Es la fe que nos abre al misterio de Dios; es la fe que nos hace sentirnos envueltos por su presencia; es la fe que va transformando nuestro corazón por la fuerza de la gracia de Dios que nos inunda con su Espíritu; es la fe que nos va a dar un sentido y un valor nuevo a nuestra vida; es la fe que inspira confianza en Dios, pero que nos enseña a saber tener confianza en los demás, en su amor y su bondad, y en lo bueno que nos pueden transmitir. Muchos tenemos que reflexionar sobre este misterio de la fe para hacer crecer esa fe en nuestra vida.

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