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lunes, 11 de diciembre de 2017

Los milagros de Jesús son siempre un signo de esa salvación que El nos ofrece, de ese perdón que nos regala, de ese amor con que envuelve nuestra vida

Los milagros de Jesús son siempre un signo de esa salvación que El nos ofrece, de ese perdón que nos regala, de ese amor con que envuelve nuestra vida

Isaías 35,1-10; Sal 84; Lucas 5,17-26

‘¿Qué estáis pesando en vuestros corazones?’ pregunta Jesús, aunque El bien conocía el corazón del hombre y todo cuanto nos sucede o pensamos en nuestro interior. Pero quizá sea una buena pregunta que nos hagamos a nosotros mismos. ¿Qué es lo que realmente estamos pensando en nuestro interior?
Claramente no siempre lo manifestamos con palabras, pero sí se nos refleja en ocasiones sin querer en nuestras posturas y actitudes. Sospechamos tantas veces en nuestro interior y vienen las desconfianzas, las posturas distantes, distanciamientos o también enfrentamientos, encerrarnos en nosotros mismos o comenzar a hacer la guerra. Cuántas veces por eso sospecha que tenemos en nuestro interior ya calificamos o descalificamos a la otra persona, lo que dice o lo que hace, lo que nosotros sospechamos son sus intenciones sin saber lo que verdaderamente piensa, sino solo quizás desde nuestra malicia.
Qué bueno sería que hubiera sinceridad en nuestra vida y no estuviéramos con esas sospechas y desconfianzas. Pero quizás haya mucha malicia en nuestro corazón que tratamos de disimular endulzándole esa malicia a la otra persona. Y nosotros queremos aparecer como los buenos o los que poseemos toda la verdad.
Muchas mas cosas podríamos seguir analizando desde esa pregunta que nos hagamos si la hacemos y queremos responder a ella con sinceridad. Tratemos de quitar todos esos pensamientos turbios que  nos empequeñecen, que nos llenan de negatividad; tratemos de ser positivos, de ver las cosas con claridad y tratando de llenar de luz la vida, nuestra vida y la manera de mirar a los demás para ser capaces de pensar y de ver siempre cosas buenos en los otros. Es una manera de aceptarlos, de facilitar la relación y la convivencia, de crear armonía entre todos, de hacer de verdad un mundo mejor con sinceridad, con espíritu de colaboración, con búsqueda siempre de la paz.
Jesús quiere poner paz en nuestros corazones. Un signo de ello es el milagro que hoy contemplamos en el evangelio, que tan mal interpretado fue por aquellos fariseos llenos de desconfianzas y sospechas. Quiere Jesús valorar todo lo bueno de los demás y por eso alaba la fe y el espíritu solidario de aquellos hombres que traen el paralítico hasta Jesús y hacen todo lo posible porque llegue a sus pies a pesar de las dificultades que encuentran.
No quiere Jesús, por otra parte, que nunca nosotros seamos obstáculos para los demás, sino todo lo contrario, siempre cauces de amor y de cosas buenas, puertas abiertas para que todos por otra parte puedan llegar siempre hasta él. Qué terrible que seamos puertas cerradas para los demás que no solo no les dejemos llegar a nuestra vida, sino que seamos obstáculo para que otros puedan llegar hasta Jesús.
Jesús no solo cura de su invalidez corporal al hombre que llevan hasta El sino que le ofrece la salud más hondo y que todos tendríamos que desear. Los milagros de Jesús son siempre un signo de esa salvación que El nos ofrece, de ese perdón que nos regala, de ese amor con que envuelve nuestra vida. Acojamos su perdón queriendo ofrecérselo a los demás; dejémonos regalar por su amor y empapemos nuestra vida en el amor de Dios, y todo será paz, armonía, buena convivencia alejando de todos tantas esas cosas turbias que nos invalidan y nos hacen morir por dentro.

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