Los milagros de Jesús son siempre un signo de esa salvación que El nos ofrece, de ese perdón que nos regala, de ese amor con que envuelve nuestra vida
Isaías 35,1-10; Sal 84; Lucas 5,17-26
‘¿Qué estáis pesando en vuestros corazones?’ pregunta Jesús,
aunque El bien conocía el corazón del hombre y todo cuanto nos sucede o
pensamos en nuestro interior. Pero quizá sea una buena pregunta que nos hagamos
a nosotros mismos. ¿Qué es lo que realmente estamos pensando en nuestro
interior?
Claramente no siempre lo manifestamos con palabras, pero sí se nos
refleja en ocasiones sin querer en nuestras posturas y actitudes. Sospechamos
tantas veces en nuestro interior y vienen las desconfianzas, las posturas
distantes, distanciamientos o también enfrentamientos, encerrarnos en nosotros
mismos o comenzar a hacer la guerra. Cuántas veces por eso sospecha que tenemos
en nuestro interior ya calificamos o descalificamos a la otra persona, lo que
dice o lo que hace, lo que nosotros sospechamos son sus intenciones sin saber
lo que verdaderamente piensa, sino solo quizás desde nuestra malicia.
Qué bueno sería que hubiera sinceridad en nuestra vida y no estuviéramos
con esas sospechas y desconfianzas. Pero quizás haya mucha malicia en nuestro corazón
que tratamos de disimular endulzándole esa malicia a la otra persona. Y
nosotros queremos aparecer como los buenos o los que poseemos toda la verdad.
Muchas mas cosas podríamos seguir analizando desde esa pregunta que
nos hagamos si la hacemos y queremos responder a ella con sinceridad. Tratemos
de quitar todos esos pensamientos turbios que
nos empequeñecen, que nos llenan de negatividad; tratemos de ser
positivos, de ver las cosas con claridad y tratando de llenar de luz la vida,
nuestra vida y la manera de mirar a los demás para ser capaces de pensar y de
ver siempre cosas buenos en los otros. Es una manera de aceptarlos, de
facilitar la relación y la convivencia, de crear armonía entre todos, de hacer
de verdad un mundo mejor con sinceridad, con espíritu de colaboración, con
búsqueda siempre de la paz.
Jesús quiere poner paz en nuestros corazones. Un signo de ello es el
milagro que hoy contemplamos en el evangelio, que tan mal interpretado fue por
aquellos fariseos llenos de desconfianzas y sospechas. Quiere Jesús valorar
todo lo bueno de los demás y por eso alaba la fe y el espíritu solidario de
aquellos hombres que traen el paralítico hasta Jesús y hacen todo lo posible
porque llegue a sus pies a pesar de las dificultades que encuentran.
No quiere Jesús, por otra parte, que nunca nosotros seamos obstáculos
para los demás, sino todo lo contrario, siempre cauces de amor y de cosas
buenas, puertas abiertas para que todos por otra parte puedan llegar siempre
hasta él. Qué terrible que seamos puertas cerradas para los demás que no solo
no les dejemos llegar a nuestra vida, sino que seamos obstáculo para que otros puedan
llegar hasta Jesús.
Jesús no solo cura de su invalidez corporal al hombre que llevan hasta
El sino que le ofrece la salud más hondo y que todos tendríamos que desear. Los
milagros de Jesús son siempre un signo de esa salvación que El nos ofrece, de
ese perdón que nos regala, de ese amor con que envuelve nuestra vida. Acojamos
su perdón queriendo ofrecérselo a los demás; dejémonos regalar por su amor y
empapemos nuestra vida en el amor de Dios, y todo será paz, armonía, buena
convivencia alejando de todos tantas esas cosas turbias que nos invalidan y nos
hacen morir por dentro.
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