Dios
se sirvió de quienes parecían débiles e incapaces para contar con ellos y
realizar maravillas, sepamos tener una mirada nueva para no descartar ni
discriminar
Jueces 13, 2-7. 24-25ª; Sal 70; Lucas 1,
5-25
Alguna vez quizás nos sentimos
incapaces de realizar algo, bien porque reconocíamos nuestra ineptitud, ya
fuera porque no nos considerábamos preparados para ella, ya sea porque
reconocemos nuestras limitaciones o incapacidades – no todos valemos para todo,
solemos decir – ya fuera porque nos consideráramos mayores, fuera de época para
los tiempos en que vivimos, o con la debilidad de los años y más carencias que
nos pueden ir apareciendo. Es quizás un reconocimiento humilde, porque es una
realidad de nuestra vida; pudiera ser una minusvaloración que hacemos de
nosotros mismos porque no terminamos de creer en nosotros y en nuestras
capacidades, y parece que todo tiene que seguir con normalidad dejando que sean
otros los que lo realicen.
Sin embargo, cuando tras una situación así,
viene alguien y nos dice que a pesar todo quiere seguir confiando en nosotros,
y que nosotros estamos llamados a realizar esa función, pudieran ser varias las
reacciones que tomemos, desde negarnos radicalmente a hacerlo, o por el contrario, aceptar esa misión
o labor que se nos confía, elevando nuestra autoestima, y prometiendo poner
todo de nuestra parte para desarrollar tal misión. En el fondo, somos humanos,
nos sentimos halagados con tal confianza.
Así Dios quiere contar con nosotros. No
importa que seamos pequeños, no importa que nos consideremos inútiles por
tantas cosas y tantas realidades que han debilitado nuestra vida, o en las que
quizás incluso no hayamos obrado bien. Dios sigue contando con nosotros y
tenemos que saber escucharle.
Nos lo dice claramente en los textos
que hoy se nos ofrecen. ¿Dónde quiso escoger Dios, en la lectura que hemos
escuchado en primer lugar, un juez para Israel en aquellos momentos difíciles
que pasaba el pueblo? El ángel del Señor visita a una mujer que era estéril y
le anuncia que tendrá un hijo que será consagrado para el Señor. Así surgió
aquel Juez de Israel llamado Sansón.
Pero es lo que escuchamos también en el
evangelio. Nos habla de una pareja de ancianos que no tienen hijos, aunque
mucho lo habían pedido al Señor. Pero Isabel era estéril, Zacarías era anciano,
pero el ángel del Señor viene de parte de Dios para contar con aquel
matrimonio. ‘Yo soy viejo y mi mujer de edad avanzada’, replica una y
otra vez el anciano sacerdote. Pero Dios quiere contar con El, su mujer quedará
embarazada y le dará a luz un hijo, Juan, de quien diría Jesús que no ha nacido
de mujer ningún hombre mayor que él.
Así son las maravillas que Dios
realiza. Así son las maravillas que Dios quiere seguir realizando. Quiere
contar con nuestra disponibilidad, no importa nuestra debilidad ni las
incapacidades que nosotros podamos ver. Sepamos tener la mirada de Dios;
sepamos dar respuesta a lo que Dios nos pide, cualquiera que sea nuestra condición,
cualquiera que sea nuestra edad, aunque nos consideremos pequeños y pecadores,
son las maravillas de Dios. Tenemos que aprender a confiar; tenemos que dejar
hacer a Dios en nuestra vida.
Nos vale para mirarnos a nosotros
mismos y descubrir en lo que Dios quiere contar con nosotros, para no perder el
ánimo ni la esperanza, para que tengamos esa disponibilidad del corazón. Nos
vale para que miremos a nuestro alrededor, y sepamos descubrir las maravillas
que Dios realiza, allí donde menos lo pensamos; nos vale para que nosotros
aprendamos también a confiar y a contar más con los demás, porque demasiadas
veces marcamos a las personas por una razón o por otra y decimos ya de entrada
que no valen, que no sirven, que no son las adecuadas, pero la visión de Dios
es otra.
Tendrían que ser criterios que también
tengamos en la Iglesia, porque demasiado descartamos a muchas personas, y
tenemos que saber descubrir que Dios puede y quiere contar con ellas y también
podrán realizar maravillas. ¿Será algo que nos está pidiendo el Señor en este
camino de Adviento que estamos realizando?
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