Nos
ponemos en camino como Abrahán, como María, como José, nos dejamos conducir,
Dios llega a nosotros y para nosotros quiere ser para siempre Emmanuel
Jeremías 23, 5-8; Sal 71; Mateo 1, 18-24
Ponernos en camino es algo que hacemos
todos los días. Nos levantamos y nos ponemos en camino a la vida de cada día; y
no solo son los pasos de nuestros pies, no solo es la tarea diaria que
emprendemos y para la que quizás necesitamos unos desplazamientos, es el camino
interior que cada uno hace de búsqueda de sentido y de vida, de búsqueda de lo
mejor o de búsqueda de los demás con los que convivimos o con los que queremos
estar, un camino que queremos hacer para bien.
Es el camino de nuestra fe, de apertura
a la trascendencia y búsqueda de lo espiritual, es el camino que nos eleva
sobre lo material porque hay algo que sentimos superior, y es el camino que nos
lleva al encuentro con Dios, a la escucha de Dios, a la vivencia de Dios. Es la
historia del camino de nuestra fe, como lo es la historia de la salvación de
toda la humanidad.
Abrahán un día escucha la voz de Dios
que le invita a salir de su tierra e ir a la tierra que Dios le va a dar. Y
Abrahán se puso en camino. ¿Un camino a lo desconocido? Dios no le dice a donde
ha de ir, sino que se ponga en camino. ¿Un camino hacia el misterio y la
trascendencia? Abrahán ha de ir más allá, atravesará desiertos y valles, irá
abriendo caminos por lugares desconocidos para él, es el camino de Dios, pero
Abrahán se deja conducir y nacerá un pueblo nuevo.
María de Nazaret también escuchará a
Dios a través de la voz del ángel, y también se pone en camino. No es solo,
como nos dice el evangelio, que se pondrá en camino a las montañas de Judea
para atender a su prima Isabel, sino que María se pone en camino a algo más
grande. También María se deja cautivar por la voz de Dios y se pone en camino,
como ella dice, para ser la humilde esclava del Señor, pero su disponibilidad
para caminar al ritmo de Dios le lleva a algo más grande, va a ser la Madre de
Dios; lo que de ella ha de nacer será el Hijo del Altísimo, será el camino por
el que Dios llegará a nuestra tierra encarnándose en sus entrañas para ser Dios
con nosotros.
Hoy nos aparece en el evangelio la
figura de José. Se encuentra ante un misterio y algo totalmente nuevo para él,
que no termina de comprender. Pero el corazón de José está disponible para la
bondad y para la generosidad. Quiere descifrar el misterio de Dios que se le
está manifestando y se deja conducir. Cuando el ángel le aclara que son las
cosas de Dios que además quiere contar con él, también se pondrá en camino.
Como nos dice el evangelista haciendo lo que le había mandado el ángel acogió a
María, su mujer, en su casa.
Lo que parecía un misterio
indescifrable ahora se convierte en revelación del amor de Dios que se quiere
hacer presente en medio de la humanidad, será para siempre Emmanuel, Dios con
nosotros. Es lo que vamos a celebrar y vivir en los próximos días; emprendemos también
esta ultima etapa del camino del Adviento que desemboca en la Navidad, un
camino que nos lleva al encuentro con Dios, un camino donde tenemos que
dejarnos conducir por su Espíritu, un camino de escucha de la Palabra y de
contemplación, un camino que nos lleva a sentir a Dios en nuestro corazón, un
camino que nos lleva a vivir en Dios.
Como Abrahán cerramos los ojos y nos
ponemos en camino que es también hacer camino para los demás; como María
humildes abrimos nuestro corazón para que Dios plante su tienda entre nosotros;
como José abrimos las puertas para que Dios venga a vivir con nosotros, pero
sabiendo que Dios nos llega por muchos caminos, en distintas personas, en los
acontecimientos que van sucediendo a nuestro alrededor. Nos preguntamos cómo,
pero sabemos que tenemos que dejarnos conducir por el Espíritu de Dios.
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