El
Adviento que estamos haciendo nos tiene que impulsar a ser buena noticia de
esperanza por los signos de nuestra vida para ese mundo que nos rodea
Isaías 61, 1-2a. 10-11; Sal: Lc 1,
46-54; 1Tesalonicenses 5, 16-24; Juan 1, 6-8. 19-28
¿Quién estando en una situación difícil,
problemática, si escucha una voz que le insinúa o le anuncia que puede salir de
esa situación, que se pueden resolver esos problemas no ve como una rayo de luz
para su vida que le llena de esperanza y de alegría? Todos queremos salir de
las malas situaciones; aunque nos sintamos culpables por lo que hayamos hecho
buscamos el perdón y el rehacer de nuevo nuestras vidas; escuchar una voz que
nos anuncia ese perdón es como si se le abrieran nuevos caminos en su vida, que
por su situación la encuentra un verdadero desierto o destierro.
Es lo que hoy escuchamos en la palabra
de Dios de este tercer domingo de Adviento. Es la buena noticia que nos trae el
adviento cuando nos habla de esos nuevos caminos en el desierto, de ese perdón
y de esa amnistía para nuestros errores y pecados, es lo que se nos anuncia con
la venida de Jesús. Es lo que tenemos que sentir en lo más hondo de nosotros
mismos. Es la esperanza que tiene que
ser en verdad la navidad para este mundo en que vivimos.
Necesitamos una palabra de esperanza,
escuchar esa voz que nos suena lejana quizás como en un desierto, pero que es
un diáfano mensaje para nuestra vida. Es la buena noticia que necesitamos. Y
esto no es de una forma teórica, por así decirlo, sino que tiene que tocar la
realidad de nuestra vida.
Pensamos en nuestra vida personal, con
sus luces y con sus sombras, con tantas tentaciones de materialismo y de
sensualidad que recibimos por todos lados, con esos momentos en que nos dejamos
llevar por una vida ramplona y superficial o donde huimos del compromiso
cerrando nuestros oídos y nuestros ojos a palabras y luces nuevas que nos
puedan inquietar. Sí, fácilmente nos dejamos arrastrar por el ambiente, por lo
que todos hacen, por lo que imponen los ritmos de la vida de hoy, pero nos
cuesta detenernos a pensar, a reflexionar, a buscar algo nuevo y distinto,
porque realmente no nos sentimos satisfechos con lo que hacemos o con nuestra
manera de vivir. Pero cambiar nos cuesta, enderezar lo que anda torcido nos
parece imposible, hacer que el camino sea de otra forma nos parece
irrealizable.
Son esos pasos que personalmente vamos
dando en la vida, pero es también el conjunto de la sociedad en la que vivimos,
es la situación de nuestro mundo tan falto de paz, son esos problemas sociales
que parece que cada vez se van agrandando más y nos resistimos a un mayor
compromiso de solidaridad, de justicia, de autenticidad en la vida. Cuántos
valles y barrancos vamos ahondando cada vez más en nuestra sociedad, cuántas
barreras nos ponemos desde nuestros orgullos como sociedad o como pueblo y no
damos el brazo a torcer.
Pero viene quien nos anuncia un mundo
nuevo donde sepamos entendernos, donde encontraremos la verdadera paz, donde
seamos capaces de perdonarnos y de reconciliarnos a pesar de lo que nos hayamos
hecho los unos a los otros, donde comencemos a colaborar los unos con los otros
poniendo cada uno su parte de bondad que nos abaje de pedestales, que olvide
resentimientos, que ponga las bases de un verdadero encuentro que nos lleve a
una pacífica convivencia. No siempre lo entendemos, no siempre somos capaces de
dar los pasos necesarios, pero es lo que Jesús con su venida quiere realizar en
nuestros corazones. ¿Tendríamos que modificar algunos criterios que nos hemos
hecho de nuestra manera de ver lo que sucede hoy en nuestra sociedad?
El Adviento que vivimos tiene que ser
una buena noticia para nuestro mundo porque nos dice que es posible un mundo
distinto en que nos llenemos de la verdadera paz; el que viene quiere
transformar nuestros corazones para llenarnos de vida y de luz. Es un camino
que cada uno de nosotros tiene que ir realizando, porque es la manera de que
luego vayamos contagiando a los que están a nuestro lado, a nuestros familiares
y vecinos, a esa sociedad en la que vivimos, a nuestro mundo de ese nuevo
sentido para que un día logremos ese mundo de paz.
Hoy contemplamos y escuchamos esa voz
que grita en el desierto en la figura de Juan Bautista para preparar los
caminos del Señor. Su palabra en el desierto, su manera de vivir era un
interrogante para el mundo que le rodeaba, estaba inquietando a muchos y también
a los dirigentes del pueblo de Israel; por eso viene aquella embajada desde
Jerusalén para preguntarle por el sentido de su vida y de su mensaje. Juan
responde que él solo es un testigo de la luz, porque él no es la luz, sino
aquel que ha de venir; él es la voz que anuncia al que de verdad es la Palabra
de salvación, toda la referencia de su vida es Jesús.
Pero yo me pregunto si nosotros los
cristianos con el testimonio que damos, con nuestras palabras o con nuestra
manera de actuar seremos también un interrogante para el mundo que nos rodea
que le haga preguntarse por el sentido de lo que hacemos. Mal seríamos testigos
de la luz si nuestra vida no está haciendo referencia a Jesús, que es a quien
realmente tenemos que anunciar.
¿Daremos alguna señal nueva en este
Adviento por la manera que preparamos la navidad? Nuestra manera de celebrar la
navidad ¿será un interrogante que inquiete a los que nos rodean? No olvidemos
que tenemos que ser esa buena noticia de esperanza por aquellos signos que
demos con nuestra vida para ese mundo que nos rodea.
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