Se
buscan creyentes que se dejen sorprender por las maravillas de Dios hoy, ¿cuál
será la recompensa?
Isaías 7, 10-14; Sal 23; Lucas 1, 26-38
¿Somos capaces de sorprendernos o ya
pasamos de todo, y parece que estamos tan curados de espanto que ya nada nos sorprende?
Quizás si vamos a un espectáculo, o vemos una película de cine estamos buscando
esas imágenes de efectos especiales y con ellas si nos dejamos sorprender; los
medios técnicos que hoy tenemos, la digitalización de todo lo que hacemos nos
puede permitir esos efectos y quizás eso es lo que buscamos.
Pero hay cosas que nos pueden parecer sencillas y que son sorprendentes, pero en ellas no nos fijamos; cuando entramos en el ámbito de lo religioso ya no nos queremos tragar nada, a todo lo llamamos mitos, en todo vemos unas manipulaciones y quizás ahí es donde tendríamos que contemplar las más grandes maravillas; quizás hasta los que más nos decimos creyentes, tratamos de disimular esas cosas porque no vayan a decir en este mundo tan materializado, agnóstico e indiferente ante el hecho religioso en que vivimos.
Así ocultamos el hecho religioso, disimulamos todo lo
que suene a religiosidad y terminamos por sustituir al niño Jesús de la Navidad
por un una figura gorda con un vestido rojo y un gorro en la cabeza, el papá
Noel. Y esos mitos sí que no nos importa seguirlos. ¿Dónde estamos los
creyentes? No sé si tendríamos que poner el cartelito de ‘se buscan’, porque
andan perdidos y ofrecer alguna recompensa.
Hoy sí nos encontramos a quien se deja
sorprender por Dios. María se quedó rumiando, sorprendida, en su interior
aquellas palabras que le había dicho el ángel, de manera que el ángel le dirá
que no tema. Y es que María había encontrado gracia ante Dios, se dejaba
sorprender por Dios y Dios la envolvía con su gracia y con su amor.
Cuidado. Cuidado que nos acostumbremos.
Hemos escuchado ya tantas veces este relato del Evangelio que parece que ya no
tiene nada nuevo que decirnos. Pero no puede ser así. Tenemos que escucharlo
como su fuera la primera vez. Tenemos que
vaciarnos de nosotros mismos y de nuestras particulares
interpretaciones, porque tantas veces lo hemos oído y lo hemos meditado, que si
no nos dejamos sorprender no va a ser evangelio para nosotros. Y tiene que ser
evangelio, buena noticia, y las noticias siempre son nuevas, porque de lo
contrario no serían noticias. Recuerdo una vez a un profesor que nos hablaba de
periodismo y nos decía que no hay noticia más vieja que la de ayer, ya dejó de
ser noticia. Noticia es lo nuevo que ahora escuchamos.
Así tenemos que escuchar el evangelio.
Y será entonces cuando nos dejemos sorprender, porque siempre algo nuevo tiene
que decirnos de Dios. La Palabra de Dios nunca es una noticia vieja, siempre es
buena y nueva noticia. Así nos tenemos que poner ante este evangelio y dejarnos
sorprender. No hacen falta efectos especiales. La noticia que no terminamos de
creer es que Dios viene a estar con nosotros. Y será algo nuevo para nuestra
vida. Por eso tenemos que ponernos como María, a rumiar las palabras del ángel,
a rumiar las palabras que nos llegan desde el cielo, a rumiar las palabras que
sentimos ahí en lo más hondo del corazón. Y para cada uno de nosotros Dios
tiene una Palabra especial, porque El quiere plantarse en nuestra vida
concreta, en la situación concreta, en el momento concreto que vivimos.
Una buena noticia traía el ángel para
María que sería también buena noticia para toda la humanidad. Dios quería
contar con María y María estaba dispuesta a poner en camino por los caminos de
Dios aunque pareciera que se trastocaran sus planes. Iba a ser la Madre del Altísimo
y María estaba dispuesta a decir Sí, era la humilde esclava del Señor y lo que
quería era que se realizara en ella, se cumpliera su Palabra. ¿No habrá también
en ese mensaje una buena noticia de que Dios quiere contar con nosotros en sus
planes de salvación para el mundo de hoy?
¿Seremos capaces de dar una respuesta como María?
Quizás la buena noticia nos viene hoy
por ese dejarse sorprender. Hagamos silencio en el corazón, pongámonos con nuestra
vida delante de Dios, con el momento concreto que vivimos, de manera personal,
pero también como comunidad, como sociedad, como miembros de este mundo que
todos compartimos en su dura realidad. Sentiremos, si lo hacemos con fe, de qué
manera concreta vamos a sentir el Emmanuel, vamos a sentir a Dios hoy entre
nosotros. Dejémonos sorprender por ese encuentro con Dios en su Palabra.
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