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jueves, 21 de diciembre de 2023

Seamos capaces como María de llevar a Dios en nuestra vida para que vibren los corazones de los que están a nuestro lado porque sientan la presencia de Dios como el niño Juan

 


Seamos capaces como María de llevar a Dios en nuestra vida para que vibren los corazones de los que están a nuestro lado porque sientan la presencia de Dios como el niño Juan

Cantar de los Cantares 2, 8-14; Sal 32; Lucas 1, 39-45

Con los medios de los que hoy disponemos es mucho más fácil y fluida la comunicación de cualquier noticia que queramos transmitir; recuerdo aquellos tiempos, en que hasta el teléfono no era fácil tenerlo en todas partes y eran además de dificultosas también muy costosas las llamadas y la comunicación habitualmente era por carta. Vivó con familiares emigrantes en América y cuando llegaba una carta era un acontecimiento y después de leerla en la casa y con la familia se llamaba o se salía a las casas de los vecinos para comunicar la alegría de haber recibido noticias de los que estaban lejos; era una alegría y un regocijo para todos.

¿No es eso lo que hoy estamos contemplando en el evangelio? María corre presurosa a las montañas de Judá porque tiene algo que compartir con Isabel. Sí, ¿por qué no verlo así? A aquel humilde hogar de Nazaret han llegado grandes noticias. María recibió la visita del ángel de Dios que le anunciaba cómo Dios quería contar con ella y en consecuencia su futura maternidad, pero en medio, podíamos decirlo así, se han colado otras noticias, su prima Isabel, allá en las montañas de Judea va a ser madre también y ya está de seis meses de embarazo. Algo que María no podrá guardarse para sí, y presurosa se pone en camino. Será la profunda comunicación entre aquellas dos futuras madres, cada una en sus circunstancias, y donde se palpaba la obra de Dios, sino que está también la disponibilidad de la joven María para servir y para ayudar a su anciana prima en aquellos momentos que se avecinan. Un episodio muy humano pero que al mismo tiempo nos manifiesta la grandeza de aquellos corazones.

Es el diálogo entusiasta y lleno de alegría que se entablará entre aquellas dos mujeres en su encuentro que podríamos decir que mutuamente se comunican sus noticias. Es el runrunear de Dios en medio de aquel episodio que hará que se desborden los cánticos de alabanzas y se derrame hasta derrocharse la gracia de Dios en aquellos lugares. El niño saltará de alegría en el seno de su madre como la misma Isabel manifiesta al escuchar las palabras de María; pero es la presencia del Hijo de Dios en el seno de María que va derramando sus gracias y en este hecho se quiere expresar la santificación de aquel niño que va a nacer y que viene como Precursor de quien está ya en el seno de María. Pero nos hablaré también de cómo el Espíritu Santo inunda el corazón de aquellas mujeres de manera que Isabel llegará a reconocer la grandeza de quien viene desde la lejana Galilea a visitarla, porque es la madre de su Señor.

‘¿Quien soy yo, reconocerá humilde, para que venga a visitarme la madre de mi Señor?’ Y todo será entonces cantar la gloria del Señor, todo serán felicitaciones para María – ¿no dirá más tarde que todas las generaciones la felicitarán? – porque ha creído y la Palabra del Señor se cumplirá. Es la antesala de la salvación, es el anuncio de la llegada del Emmanuel.

Y esto lo estamos contemplando en este marco del Adviento y en las casi vísperas del nacimiento del Señor. ¿Nos estará invitando la palabra del Señor a que también nosotros nos pongamos presurosos en camino porque hay noticias que tenemos que comunicar?  Decimos que nuestro mundo de hoy en cierto modo se ha hecho sordo para recibir la verdadera noticia de la Navidad - ¡cuántas noticias se han creado en torno a este hecho y a este misterio bien lejanas de la auténtica realidad de la navidad que nos ensordece para su verdadero sentido! – pero ¿no será que los cristianos no hemos sabido llevar la autentica noticia de la navidad al mundo que nos rodea?

He mirado con un poco de atención la televisión estos días para ver lo que nos decía de la navidad. ¿Cuál es el anuncio que nos hace? Unos regalos – cuántas cosas nos ofrece la publicidad estos días que terminan en puro consumismo -, una lotería de la suerte – que nos hace soñar en la posibilidad de ya no tener que trabajar más -, unas comidas de amigos o de familiares - hechas simplemente muchas veces desde un compromiso social porque así se impone en estos días -, unos encuentros momentáneos y fugaces - que tendrán su continuación en distanciamiento continuado a través de todo el año -, unos determinados dulces o muy sabrosas bebidas – que al final seguirán manteniendo el amargor en los corazones -… tantas cosas que nos dicen que es la navidad, pero no terminamos de ver a quien tendría que ser el centro y la motivación de la verdadera alegría de la navidad.

¿Seremos capaces, como María, de llevar a Dios en nuestros corazones y en nuestra vida para que vibren de verdad los corazones de los que están a nuestro lado porque sienten la presencia de Dios entre ellos, como sucedió aquel día en las montañas de Judo? ¿No tendremos que dejar que nos inunde el Espíritu del Señor para llevar ese servicio del anuncio del Evangelio a nuestro mundo de hoy?

 

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