Juan solo es la voz que anuncia la Palabra que tenemos que acoger y escuchar
‘Tú, ¿quién eres?’, le preguntan a Juan. Vienen de
Jerusalén para averiguar qué es lo que está pasando más allá del Jordán con
aquel predicador que por allí ha aparecido.
Respuesta hermosa la de Juan. Expresa su humildad y su grandeza.
Pudo haber respondido que era un profeta. Pero les dice
que él no es profeta. Jesús dirá de él más tarde que era profeta y más que
profeta. Podría haber respondido que en él se estaban cumpliendo los anuncios
de la vuelta de Elías. El ángel a Zacarías en el templo le dice que ‘viene con el espíritu y el poder de Elías
para reconciliar a los padres con sus hijos y para inculcar a los rebeldes la
sabiduría de los justos’. Pero él les dice que no es Elías.
Cuando le preguntan si él es el Mesías esperado, dirá
que solo es ‘la voz que grita en el
desierto: allanad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías’. Pero
les dirá también que ‘en medio de
vosotros hay uno que no conocéis’, queriendo indicar así que ya entre ellos
estaba el Mesías esperado, aunque tendría que ser otro el espíritu con que
habían de buscarlo. Y se presenta con toda la humildad del mundo: ‘El que viene detrás de mi, existía antes
que yo y al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia’. Si Juan
se manifiesta así, qué no tendríamos que decir nosotros que somos pecadores.
Grande es la humildad de Juan aunque aquí se manifiesta
bien lo que es la grandeza de su corazón. Por eso dirá de él Jesús que no hay nacido de mujer uno mayor que Juan.
Juan no quiere presentarse a sí mismo, ni hablar de sí mismo. El solo es la voz
que anuncia la Palabra y es la Palabra que la que tenemos que escuchar y que
acoger.
Mucho nos puede enseñar. La humildad con que tenemos
que ir buscando a Dios en la vida, porque es el camino por donde lo vamos a
encontrar que se revela y se manifiesta a los pequeños y a los sencillos.
Pero es la humildad con que nosotros hemos de hablar de
Jesús a los demás. La humildad, pero la claridad de nuestras palabras y de
nuestra vida. No nos anunciamos a nosotros sino que anunciamos a Jesús; y
anunciaremos a Jesús cuando manifestemos en nosotros que en verdad creemos en
El porque nos empeñamos seriamente en vivir el espíritu del evangelio. No
anunciamos ni nuestras obras ni nuestras
palabras; anunciamos a Jesús. Nuestras obras tienen que hablar de Jesús;
nuestras palabras siempre tienen que hablar de Jesús; nuestra vida tiene que
hablar de Jesús, tiene que manifestar la fe que nosotros tenemos en Jesús.
Con nuestra navidad que aun estamos viviendo y
celebrando ¿es eso lo que hemos anunciado?
No hay comentarios:
Publicar un comentario