Hablaba del Niño a todos diciendo que era el Salvador que nos traía el perdón de los pecados
‘Os escribo a vosotros, hijos míos, porque se os han perdonado vuestros
pecados por su nombre’. Así comienza el texto de la carta de san Juan que
hoy escuchamos en la liturgia. ‘Se os han
perdonado vuestros pecados…’ consoladoras palabras.
‘Si llevas cuenta de los delitos ¿quién podrá resistir?, decimos
en el salmo que hemos rezado tantas veces.
‘Pero del Señor viene la misericordia, la redención copiosa’. Así es el
amor del Señor. Es la salvación que el Señor nos ofrece. Para mostrarnos ese
amor viene Jesús. Y ese amor se hace perdón y paz para nuestra vida. No podemos
olvidar el más profundo sentido de la navidad.
El evangelio, que nos está
narrando la presentación de Jesús en el templo, conforme a lo prescrito en la
ley de Moisés, nos habla hoy de una anciana que está todo el día en el templo, ‘sirviendo a Dios con ayunos y oraciones’
con la esperanza cierta de la pronta llegada del Mesias Salvador.
Aparece en el momento en que
el anciano Simeón que ha reconocido la presencia del Mesías en aquel niño que
aquellos padres están presentando al Señor y se une ella al cántico de alabanza
de Simeón. ‘Acercándose en aquel momento
daba gracias a Dios y hablaba del Niño a todos los que aguardaban la futura
liberación de Israel’. Ahí la vemos en la alabanza al Señor pero también en
el anuncio del Salvador que llega. ‘Hablaba
del Niño a todos’. Pero ¿qué anunciaba? ¿qué decía? Que aquel Niño era el
que venía a traer la salvación. Como en anciano Simeón, ‘porque mis ojos han visto a tu Salvador…’
Por eso decíamos no podemos
olvidar el sentido más profundo de la Navidad. No nos quedemos en la externo.
Vayamos a lo más hondo. Es hermosa toda la alegría que vivimos en estos días y
cómo todos nos deseamos parabienes los unos a los otros; es hermoso que nos
reunamos las familias y los amigos y tengamos momentos felices de convivencia y
de paz. Pero no olvidemos lo principal. Ese Jesús a quien en estos días
contemplamos niño, nacido en Belén, es el Hijo de Dios y es nuestro Salvador.
Es quien viene a traernos la salvación y el perdón de los pecados.
Sintamos ese gozo más hondo
en el corazón. En el Señor encontramos la paz del corazón. Desde ese amor y ese
perdón generoso que nos ofrece el Señor comencemos a vivir la nueva vida de la
gracia. Tenemos que sentirnos pronfundamente renovados en nuestra vida para
comenzar a vivir una vida santa. Que el amor de Dios esté de verdad en nuestro
corazón porque siempre queramos en todo hacer la voluntad del Padre.
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