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jueves, 11 de diciembre de 2014

Adviento, tiempo de búsqueda, tiempo de despertar nuestra fe y esperanza en el encuentro con el Señor que transforma nuestra vida

Adviento, tiempo de búsqueda, tiempo de despertar nuestra fe y esperanza en el encuentro con el Señor que transforma nuestra vida

Is. 41, 13-20; Sal. 144; Mt. 11, 11-15
Hay ocasiones en que por la situación en la que vivimos, los conflictos con que nos podemos encontrar en nuestras relaciones con los demás, por los problemas que nos van apareciendo en nuestra vida, o porque nos sentimos débiles por los sufrimientos o las enfermedades que afectan a nuestro cuerpo o nuestro espíritu, parece que el pesimismo nos invade, nos sentimos pequeños y hasta quizá pensamos en lo poco que valemos. Momentos así nos van apareciendo muchas veces en la vida y es necesario saber encontrar fuerza para enfrentarnos a esas situaciones, saber salir adelante y ver cuáles son los verdaderos valores de nuestra vida. Quizá las crisis de este tipo por las que podemos pasar nos hacen salir mas fortalecidos porque hemos aprendido a buscar la fuerza en lo que verdaderamente tiene valor. Pueden ser un buen entrenamiento para la vida.
El camino de adviento que vamos haciendo es también un camino de búsqueda. Vivimos en la esperanza del Señor que viene a nuestra vida y quiere ser en verdad la luz que dé todo sentido a nuestro existir y a nuestro vivir. Porque no vamos a celebrar la navidad como un simple recuerdo sino que en verdad queremos hacer navidad en nosotros. Buscamos al Señor que viene a nuestra vida; y vamos buscándolo desde eso que es nuestra vida con sus problemas y con sus ilusiones, con sus momentos de decaimiento y los momentos en que se despierta nuestra esperanza. Y queremos dejarnos iluminar por la luz de la Palabra del Señor, la luz de nuestra fe que siempre hará referencia a Jesús como nuestro Señor, el único Señor de mi vida, y como nuestro Salvador.
La palabra del profeta que hemos escuchado en la primera lectura es lo que trata de despertar en el pueblo de Israel en aquella situación en la que se encontraban. Se sentía un pueblo oprimido y escachado, pequeño como un gusanito, con la expresión que emplea el profeta, y aunque en su historia habían tenido momentos de gloria ahora estaban pasando por momentos difíciles en que incluso les parecía sentirse abandonados de todos y de todo, abandonados incluso de Dios.
Pero es la fe y la esperanza que les quiere despertar el profeta. Dios no los abandona, Dios está con ellos. ‘Yo, el Señor, les responderé. Yo, el Dios de Israel, no les abandonaré’. Y el profeta que habla con imágenes hace una descripción preciosa de cómo van apareciendo manantiales y ríos por todas partes y surgirá una vegetación muy intensa, que son imagen de las bendiciones del Señor. ‘Para que vean y conozcan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado’. Unas expresiones que quieren indicar cómo el Señor viene a ellos con su salvación.
Así tenemos que ver la presencia del Señor con nosotros; así tenemos que prepararnos bien para que en esta navidad sintamos en nuestra vida esa presencia del Señor que nos llena con su gracia, que nos fortalece en nuestras luchas, que da sentido a nuestra vida y también a nuestros sufrimientos. La fortaleza y la gracia la tenemos en el Señor. Y el Señor nos ilumina para que nos enfrentemos a todas esas situaciones con que nos vamos encontrando en la vida dándole importancia a lo que son los verdaderos valores.
Y que tenemos que aprender entonces a hacer un mundo donde seamos más solidarios los unos con los otros; un mundo donde aprendamos a compartir, pero también a preocuparnos los unos de los otros para ayudarnos a caminar con verdadero sentido incluso en los momentos difíciles; un mundo donde no nos podemos cruzar de brazos, sino que ahí donde estamos tenemos que ir sembrando cada día semillas de bondad, de comprensión, de paz, de armonía y entendimiento, de aceptación mutua y de respeto a cada uno. Son los caminos del Señor que tenemos que ir preparando en nuestra vida.
Aunque ya el domingo pasado se nos presentó a Juan, el Bautista, como la voz que grita en el desierto para preparar los caminos del Señor, ahora en estos días iremos escuchando en el evangelio la presentación que Jesús mismo nos hace del Bautista. En varios retazos en los que hace referencia a lo que había significado la presencia de Juan que había venido antes que El como precursor, nos irá definiendo la figura del Bautista. Hoy le escuchamos un hermoso elogio: ‘Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él’. Ya tendremos ocasión de ir reflexionando sobre estas palabras de Jesús. 
Pero además hoy nos dice que el Reino de los cielos padece violencia, pero que solo los esforzados podrán alcanzarlo. Con la gracia del Señor luchemos seriamente por plantar esos valores del Reino de Dios en nuestra vida.

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