Adviento, tiempo de búsqueda, tiempo de despertar nuestra fe y esperanza en el encuentro con el Señor que transforma nuestra vida
Is. 41, 13-20; Sal. 144; Mt. 11, 11-15
Hay ocasiones en que por la situación en la que
vivimos, los conflictos con que nos podemos encontrar en nuestras relaciones
con los demás, por los problemas que nos van apareciendo en nuestra vida, o
porque nos sentimos débiles por los sufrimientos o las enfermedades que afectan
a nuestro cuerpo o nuestro espíritu, parece que el pesimismo nos invade, nos
sentimos pequeños y hasta quizá pensamos en lo poco que valemos. Momentos así
nos van apareciendo muchas veces en la vida y es necesario saber encontrar
fuerza para enfrentarnos a esas situaciones, saber salir adelante y ver cuáles
son los verdaderos valores de nuestra vida. Quizá las crisis de este tipo por
las que podemos pasar nos hacen salir mas fortalecidos porque hemos aprendido a
buscar la fuerza en lo que verdaderamente tiene valor. Pueden ser un buen
entrenamiento para la vida.
El camino de adviento que vamos haciendo es también un
camino de búsqueda. Vivimos en la esperanza del Señor que viene a nuestra vida
y quiere ser en verdad la luz que dé todo sentido a nuestro existir y a nuestro
vivir. Porque no vamos a celebrar la navidad como un simple recuerdo sino que
en verdad queremos hacer navidad en nosotros. Buscamos al Señor que viene a
nuestra vida; y vamos buscándolo desde eso que es nuestra vida con sus
problemas y con sus ilusiones, con sus momentos de decaimiento y los momentos en
que se despierta nuestra esperanza. Y queremos dejarnos iluminar por la luz de
la Palabra del Señor, la luz de nuestra fe que siempre hará referencia a Jesús
como nuestro Señor, el único Señor de mi vida, y como nuestro Salvador.
La palabra del profeta que hemos escuchado en la
primera lectura es lo que trata de despertar en el pueblo de Israel en aquella
situación en la que se encontraban. Se sentía un pueblo oprimido y escachado,
pequeño como un gusanito, con la expresión que emplea el profeta, y aunque en
su historia habían tenido momentos de gloria ahora estaban pasando por momentos
difíciles en que incluso les parecía sentirse abandonados de todos y de todo,
abandonados incluso de Dios.
Pero es la fe y la esperanza que les quiere despertar
el profeta. Dios no los abandona, Dios está con ellos. ‘Yo, el Señor, les responderé. Yo, el Dios de Israel, no les
abandonaré’. Y el profeta que habla con imágenes hace una descripción
preciosa de cómo van apareciendo manantiales y ríos por todas partes y surgirá
una vegetación muy intensa, que son imagen de las bendiciones del Señor. ‘Para que vean y conozcan, reflexionen y
aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel
lo ha creado’. Unas expresiones que quieren indicar cómo el Señor viene a
ellos con su salvación.
Así tenemos que ver la presencia del Señor con
nosotros; así tenemos que prepararnos bien para que en esta navidad sintamos en
nuestra vida esa presencia del Señor que nos llena con su gracia, que nos
fortalece en nuestras luchas, que da sentido a nuestra vida y también a
nuestros sufrimientos. La fortaleza y la gracia la tenemos en el Señor. Y el
Señor nos ilumina para que nos enfrentemos a todas esas situaciones con que nos
vamos encontrando en la vida dándole importancia a lo que son los verdaderos
valores.
Y que tenemos que aprender entonces a hacer un mundo
donde seamos más solidarios los unos con los otros; un mundo donde aprendamos a
compartir, pero también a preocuparnos los unos de los otros para ayudarnos a
caminar con verdadero sentido incluso en los momentos difíciles; un mundo donde
no nos podemos cruzar de brazos, sino que ahí donde estamos tenemos que ir
sembrando cada día semillas de bondad, de comprensión, de paz, de armonía y
entendimiento, de aceptación mutua y de respeto a cada uno. Son los caminos del
Señor que tenemos que ir preparando en nuestra vida.
Aunque ya el domingo pasado se nos presentó a Juan, el
Bautista, como la voz que grita en el desierto para preparar los caminos del
Señor, ahora en estos días iremos escuchando en el evangelio la presentación
que Jesús mismo nos hace del Bautista. En varios retazos en los que hace
referencia a lo que había significado la presencia de Juan que había venido
antes que El como precursor, nos irá definiendo la figura del Bautista. Hoy le
escuchamos un hermoso elogio: ‘Os aseguro
que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más
pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él’. Ya tendremos
ocasión de ir reflexionando sobre estas palabras de Jesús.
Pero además hoy nos dice que el Reino de los cielos padece violencia, pero que solo los esforzados podrán alcanzarlo. Con la gracia del Señor luchemos seriamente por plantar esos valores del Reino de Dios en nuestra vida.
Pero además hoy nos dice que el Reino de los cielos padece violencia, pero que solo los esforzados podrán alcanzarlo. Con la gracia del Señor luchemos seriamente por plantar esos valores del Reino de Dios en nuestra vida.
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