Nos preguntamos cuál es la riqueza humana y espiritual que hemos acumulado en el año que termina y al mismo tiempo estamos dispuestos a compartir con los demás
1Juan 2, 18-21; Sal 95; Juan 1, 1-18
Lo que hoy os voy a ofrecer en la semilla de cada día no es lo que
habitualmente ofrecemos desde un comentario a la Palabra de Dios que cada día
se nos ofrece pero en las circunstancias del fin de año en que estamos bien
puede ser una semilla que también sembremos en nosotros.
Fin de año, hora de balances. La empresas cuadran sus cuentas, quieren
contabilizar sus beneficios, pero que también aparezcan los aspectos negativos,
las pérdidas quizás o los logros que no alcanzaron obtener que a la larga se
convierten en negativos que mermaran unas ganancias que pudieron ser mejores.
Baremos, fórmulas para hacer los cálculos, plantillas que ayuden al balance se
ofrecen por doquier y expertos los hay para hacer dichas cuentas.
Pero creo que esos no son solo los balances importantes que tenemos
que hacernos cuando llega la hora de un fin de año o cuando puede haber un
cambio de etapa en la vida. Podemos circunscribirnos al ámbito de la familia o
al ámbito social donde hacemos la vida. Creo que toda persona que quiere ser
más en la vida o que quiere vivir la vida en una mayor plenitud dando lo mejor
de sí, es algo que tiene que detenerse a hacer con cierta frecuencia. ¿Qué
mejor oportunidad que este momento de fin de recorrido en un año que hemos
vivido y cuando nos abrimos, quizá con incertidumbres, a un nuevo año?
La reflexión que aquí cada día nos hacemos creo que hoy podría ir por
estos derroteros. Detenernos a pensar, mirarnos a nosotros mismos allá en lo más
hondo con toda sinceridad para constatar el camino recorrido, puede ser una
buena oportunidad.
Algunas veces los tiempos nos vienen demasiado convulsos, porque lo
que sucede en nuestra sociedad, lo que son los problemas que podemos palpar a
nivel social también nos tocan. Las inseguridades y en cierto modo
desconciertos de la vida social y política también nos afectan y pudieran
también desestabilizarnos cuando reina la confusión en la vida social y
política.
Un punto para pensar sería cómo me he visto afectado por lo que sucede
en nuestra sociedad pero también preguntarnos cual ha sido nuestra actitud.
¿Pasividad? ¿Conformismo? ¿Sólo palabras y criticas que se lleva el viento pero
sin ningún tipo de compromiso? ¿O he sido capaz de aportar algo, de poner mi
granito de arena implicándome más en la vida social de mi entorno?
Muchos serían los temas de los que hacer balance en el año que
termina. Y tenemos que tomar también nuestras propias iniciativas. Pero entre
creyentes y personas religiosas y de Iglesia nos movemos. ¿Cómo hemos vivido el
momento actuar de la Iglesia en este año que termina? Problemas variados
constatamos ciertamente en el camino de la Iglesia, aunque muchas veces los
medios de comunicación incidan con mayor insistencia en algunos que más morbo
puedan tener.
Algunas veces nos podemos sentir hastiados por las cosas que
constatamos pero también por la forma en que son tratados en diferentes
niveles. Habrá momentos en que podamos sentirnos inseguros o no terminamos de
ver el rumbo que se va tomando según los diferentes medios por los que nos
llegan las noticias o comentarios. Se habla de renovación y de autenticidad
pero no siempre lo vemos o nos pueda parecer que algunas cosas no nos llevan a
esa necesaria renovación.
¿Cómo nos sentimos en todo ese recorrido? ¿En qué medida yo en mi
entorno ayudo a la Iglesia, a otros cristianos para que puedan encontrar lo que
buscan o lo que necesitan? ¿Me estaré quedando en ser un miembro pasivo más que
se pone en la barrer para verlas venir o para ver donde va a parar todo esto
sin que yo me complique mucho?
Finalmente vamos a hacer un poco balance de lo que ha sido mi vida
personal, aunque de alguna manera aspectos ya han ido saliendo. Cada uno
tenemos nuestros objetivos, nuestros planes de vida, nuestras metas y es el
momento de ver cómo lo hemos ido logrando. Cada uno piense en sus personales
metas en la vida. No crecemos como personas ni somos más maduros simplemente
porque vayamos dejando pasar los días. La intensidad con que vivimos cada
momento es lo que nos hará crecer y madurar.
Y la intensidad viene dada por la responsabilidad con que vivimos la
vida, por lo que sabemos disfrutar de cada momento no de una forma superficial
sino por la hondura que le vamos dando aún en los momentos difíciles, por la
apertura de nuestro yo y nuestro espíritu para acoger todo lo bueno que nos
viene de los demás o la vida nos ofrece, por la sensibilidad con que vivimos
nuestra relación con la naturaleza en la que estamos inmersos pero también
sobre todo con los que convivimos cada día, en una palabra, por el amor que
ponemos y que repartimos.
¿Cuál es la riqueza humana y espiritual que hemos acumulado y al mismo
tiempo estamos dispuestos a compartir con los demás? Un buen balance para el
año que termina, esperemos que sea positivo.