Cuando
contemplamos el nacimiento de Juan recordemos que hoy somos nosotros, creyentes
en Jesús, los precursores ante el mundo del Evangelio
Malaquías 3, 1-4. 23-24; Sal 24; Lucas 1,
57-66
Se nos adelanta la alegría; ya hoy
pregustamos lo que es la alegría del nacimiento cuando contemplamos en el
evangelio el nacimiento de Juan. ‘A
Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus
vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se
alegraban con ella’.
Las
montañas de Judea se llenaron con la alegre noticia de que Isabel había dado a
luz un niño. La noticia corría de boca en boca y todos se alegraban con Isabel
porque ‘el Señor le había hecho una gran misericordia’. Pero era solo un
anticipo y a nosotros nos vale para empezar a pregustar lo que será la alegría
de la Navidad. Mañana en la noche explosionará la alegría llenando al mundo de
luz y de esperanza cuando celebremos el nacimiento de Jesús. Nos vale esta alegría
que hoy ya estamos saboreando en el nacimiento de Juan para preparar nuestros
gustos, nuestros sentidos, nuestra vida y nuestro corazón para la alegre
noticia que los Ángeles en la noche de Belén nos anunciarán.
Juan era
el anticipo de lo ya inminente. Era el nacimiento del Precursor, del que venía
a preparar los caminos y así nosotros hemos de vivirlo. A lo largo del Adviento
muchas veces hemos escuchado su palabra y contemplado su testimonio. Que hoy
sea un nuevo toque de atención, si acaso todavía no nos hemos preparado
debidamente. No olvidemos aquellas palabras de Juan cuando la gente venía para
que les dijera qué es lo que tenían que hacer. Invitaba a vivir la vida con
responsabilidad, a ser generosos en el compartir y a cambiar las actitudes del
corazón que se tradujeran en nuevas obras de vida.
Son
palabras que tenemos que seguir escuchando nosotros hoy para que realizando esa
transformación de nuestras corazón y nuestras vidas hagamos el gran anuncio que
tiene que llenar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo de esperanza. No olvidemos
que de alguna manera nosotros los que creemos y seguimos a Jesús somos los
precursores ante el mundo que nos rodea de ese anuncio de evangelio. Nuestras
vidas tienen que ser testimonio, nuestra manera de hacer las cosas, la
generosidad de nuestro corazón, la responsabilidad con que asumimos la vida. Es
nuestra sabiduría y nuestra riqueza la que tenemos que manifestar al mundo, la
que tiene que convertirse en testimonio de que es posible un mundo nuevo; lo
expresaremos con nuestra propia vida.
No nos
preocupemos tanto de preparar cosas para la navidad, sino preparemos el
corazón. No busquemos regalos que llevar a los demás sino encontremos en Jesús
el gran regalo que Dios nos hace y sea nuestra vida llena de Jesús la que
regalemos a los demás con nuestro amor, nuestra cercanía, nuestra sonrisa,
nuestra delicadeza y nuestros detalles. En esos pequeños detalles estaremos
regalando la verdadera alegría a los demás.
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