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lunes, 23 de diciembre de 2019

Cuando contemplamos el nacimiento de Juan recordemos que hoy somos nosotros, creyentes en Jesús, los precursores ante el mundo del Evangelio


Cuando contemplamos el nacimiento de Juan recordemos que hoy somos nosotros, creyentes en Jesús, los precursores ante el mundo del Evangelio

Malaquías 3, 1-4. 23-24; Sal 24; Lucas 1, 57-66
Se nos adelanta la alegría; ya hoy pregustamos lo que es la alegría del nacimiento cuando contemplamos en el evangelio el nacimiento de Juan. ‘A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella’.
Las montañas de Judea se llenaron con la alegre noticia de que Isabel había dado a luz un niño. La noticia corría de boca en boca y todos se alegraban con Isabel porque ‘el Señor le había hecho una gran misericordia’. Pero era solo un anticipo y a nosotros nos vale para empezar a pregustar lo que será la alegría de la Navidad. Mañana en la noche explosionará la alegría llenando al mundo de luz y de esperanza cuando celebremos el nacimiento de Jesús. Nos vale esta alegría que hoy ya estamos saboreando en el nacimiento de Juan para preparar nuestros gustos, nuestros sentidos, nuestra vida y nuestro corazón para la alegre noticia que los Ángeles en la noche de Belén nos anunciarán.
Juan era el anticipo de lo ya inminente. Era el nacimiento del Precursor, del que venía a preparar los caminos y así nosotros hemos de vivirlo. A lo largo del Adviento muchas veces hemos escuchado su palabra y contemplado su testimonio. Que hoy sea un nuevo toque de atención, si acaso todavía no nos hemos preparado debidamente. No olvidemos aquellas palabras de Juan cuando la gente venía para que les dijera qué es lo que tenían que hacer. Invitaba a vivir la vida con responsabilidad, a ser generosos en el compartir y a cambiar las actitudes del corazón que se tradujeran en nuevas obras de vida.
Son palabras que tenemos que seguir escuchando nosotros hoy para que realizando esa transformación de nuestras corazón y nuestras vidas hagamos el gran anuncio que tiene que llenar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo de esperanza. No olvidemos que de alguna manera nosotros los que creemos y seguimos a Jesús somos los precursores ante el mundo que nos rodea de ese anuncio de evangelio. Nuestras vidas tienen que ser testimonio, nuestra manera de hacer las cosas, la generosidad de nuestro corazón, la responsabilidad con que asumimos la vida. Es nuestra sabiduría y nuestra riqueza la que tenemos que manifestar al mundo, la que tiene que convertirse en testimonio de que es posible un mundo nuevo; lo expresaremos con nuestra propia vida.
No nos preocupemos tanto de preparar cosas para la navidad, sino preparemos el corazón. No busquemos regalos que llevar a los demás sino encontremos en Jesús el gran regalo que Dios nos hace y sea nuestra vida llena de Jesús la que regalemos a los demás con nuestro amor, nuestra cercanía, nuestra sonrisa, nuestra delicadeza y nuestros detalles. En esos pequeños detalles estaremos regalando la verdadera alegría a los demás.


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