Celebrar
la navidad de Jesús hoy nos compromete a ser signos con el testimonio de
nuestra vida de una auténtica navidad
Isaías 9, 1-6; Sal 95; Tito 2, 11-14;
Lucas 2, 1-14
¡Es navidad! No hace falta decirlo, me
vais a comentar. Todo en el ambiente nos recuerda que es navidad, el ambiente
de nuestras calles con sus luces y con sus adornos, el encuentro familiar en
las cenas navideñas, las bonitas palabras que todos nos decimos llenas de
buenos deseos, un cierto sentido especial que parece que nos hace más buenos y
más pacíficos… todo nos está hablando de que es navidad.
¡Es navidad! Tenemos que repetir aunque
parezcamos cansinos porque en todo lo que hasta ahora hemos dicho con sus
buenos deseos, sus buenas palabras y sus buenos gestos parece que anda cojo si
no llegamos a repetir con insistencia. ¡Es navidad! Es la natividad del Hijo de
Dios que se hizo hombre, se encarnó en el seno de María y nació en Belén. Y es
que sin esto no podemos llegar a decir en verdad que es Navidad.
Un hecho que pudo haber pasado
desapercibido en los campos de Belén, porque quizá el nacimiento de un niño no
afectara mucho más allá de lo que son sus familiares o las personas cercanas en
vecindad. Pero el nacimiento de aquel niño lo seguimos recordando, lo seguimos
celebrando con el paso de los siglos y ya no solo fue acontecimiento para los
más cercanos sino que ha marcado la historia de la humanidad y hoy desde todos
los rincones de la tierra de una forma de otra todos celebramos Navidad.
Pero Navidad, lo que hoy celebramos, no
es solo el recuerdo de algo pasado sino que es algo que se hace vivo y presente
en el hoy de nuestra historia y de nuestra vida. La Buena Noticia que resonó en
aquella noche en los campos de Belén sigue siendo Buena Noticia que ha de
seguir resonando en los campos de nuestra historia de hoy, es Buena Noticia
también para el hombre y la mujer del siglo XXI.
Ya escuchamos en el evangelio el
relato. Una orden de empadronamiento hizo caminar a José y a María desde
Nazaret en la lejana Galilea hasta Belén, por ser José del linaje de David.
Maria estaba encinta y le llegó la hora del parto; no había sitio para ellos en
la posada – quizá las aglomeraciones de todos los venidos con el mismo motivo,
o quizá la incomodidad que podría significar para el posadero una mujer a punto
de dar a luz – y un establo en las afueras de la ciudad les sirvió para
guarecerse. Y ‘mientras estaban
allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo
envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre’. Así con humilde sencillez nos relata el
evangelista la gran noticia de la historia y que hoy seguimos recordando y
celebrando.
‘Se ha
manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres… la
manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, el
cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar
para sí un pueblo de su propiedad’. Así teológicamente nos lo explicaba el apóstol.
La manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo.
Allí se manifestó - ¡y de qué manera! – la gloria del Señor.
Es lo que
nos sigue narrando el evangelio. Nos habla de unos pastores que en la noche
estaban cuidando sus rebaños; y hasta allí llega la manifestación de la gloria
de Dios entre los resplandores del cielo con la aparición de los ángeles que
les hacen el gran anuncio, la buena nueva de la Salvación. ‘No temáis, os
anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en
la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí
tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre’.
Una gran
noticia que será motivo de alegría para todo el pueblo, que sigue siendo motivo
de gran alegría para los hombres de todos los tiempos, que tiene que ser motivo
de gran alegría para los hombres y mujeres de hoy. Cuando nosotros hoy estamos
celebrando con gran alegría el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre,
tenemos que ser también esos mensajeros, esos portadores de evangelio, de la
Buena Noticia de Jesús a todos los hombres de nuestro mundo.
La
oscuridad tiene que volverse luz, la esclavitud y la opresión tiene que
volverse libertad, la desilusión y la desesperanza en que vivimos tantas veces
tiene que convertirse en esperanza cierta y en seguridad de salvación, el mundo
de vanidad, de hipocresía y de mentira en el que nos sentimos tan inmersos
tiene que transformarse en autenticidad y en verdad, el mundo duro y violento
lleno de injusticia y de maldad ha de sentirse nuevo siendo un mundo de paz y
de justicia. Y eso es posible, aunque tantas veces estemos como desencantados
de la vida y los derroteros por los que camina nuestro mundo. Podemos hacer un
mundo nuevo, podemos transformar los corazones, podemos sentir de nuevo la paz
en unos corazones renovados, podemos comenzar a mirar con una mirada nueva, una
mirada limpia, una mirada de luz.
¿Podemos
encontrar señales de que eso es posible? Los ángeles les dieron una señal a los
pastores para que encontrar al Salvador que les había nacido, ‘encontraréis
un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre’. Es la señal que
nosotros también vamos a encontrar en Belén, es la señal con la que iremos
haciendo ese anuncio a los hombres y mujeres de hoy. No iremos a hacer ese
mundo nuevo con la prepotencia de los poderosos, sino con la humilde y sencilla
presencia de un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre.
Así con la
sencillez y la humildad de los pobres iremos nosotros dando la gran noticia,
haciendo el anuncio de esa Buena Nueva de salvación que es también para los
hombres de hoy. Porque tenemos que ir, como fueron los pastores, allí donde hay
pobreza y sufrimiento, allí donde hay dolor y sufren los corazones desgarrados
por tantas amarguras, allí donde están los que se sienten solos, nadie atiende
o nadie se preocupa de ellos… allí llevaremos la gran noticia de Jesús, pero es
que allí nos vamos a encontrar con Jesús. No olvidemos lo que un día nos dirá:
‘lo que hicisteis a uno de estos mis humildes hermanos a mí me lo hicisteis’.
Será Buena Nueva que llevemos, pero será también Buena Nueva que encontremos,
porque así nos encontraremos con Jesús.
Es
Navidad, comenzábamos diciendo, pero veamos ahora con sinceridad como será una
auténtica Navidad para nosotros hoy, cuál es la auténtica navidad de la que
vamos a hacer anuncio. Nos podrá parecer que hay muchos más interesados en otro
estilo de navidad, pero a esos también hemos de hacer nuestro anuncio.
Por
nuestras actitudes y comportamientos, por nuestra manera de vivir, ¿seremos
nosotros signos de una auténtica navidad en nuestro mundo de hoy?
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