Abramos
los ojos con una mirada nueva para ser capaces de descubrir en tantas personas
sencillas a nuestro lado esos Ángeles de Dios que nos trasmiten hermosos
mensajes
1Juan 2, 12-17; Sal 95; Lucas 2, 36-40
A veces somos como muy especiales y
selectivos en cuanto a los testimonios que podamos recibir de los demás; con
mucha facilidad ponemos filtros. Hay personas que no nos gustas, que no las
tragamos y hagan lo que hagan siempre para nosotros tendrán un ‘pero’; personas
que por su apariencia o condición ya de antemano las catalogamos como de las
que nada nos pueden dar, nada nos pueden ofrecer, porque quizá las consideramos
unas personas incultas, de poco valor, o porque las vemos muy mayores las
consideramos ‘pasadas de moda’ porque nos parece que tienen unos criterios que
ya son anticuados para el mundo en el que hoy vivimos; claro nosotros los
jóvenes vivimos en otro mundo, en otro estilo y qué nos pueden decir.
Son muchos los filtros en un sentido o
en otro que ponemos en las personas, en sus opiniones o en la aportación que
puedan hacer y así vamos descartando gente, testimonios porque nosotros somos
los que ya nos lo sabemos todo. Creo que indica una pobreza de miras, una
pobreza en nuestros planteamientos que los que tendríamos que ser descartados
somos nosotros. Otra apertura tendría que haber en nuestra vida con una
aceptación de todo lo que nos puedan ofrecer los demás que siempre va a
enriquecer nuestra vida.
Hoy el evangelio nos habla de unos
ancianos humildes y piadosos que merodeaban cada día por el templo de
Jerusalén. Con los criterios que antes andábamos ya los estaríamos catalogando
como unos beatitos cuya vida solo se reducía a estar en el templo y a rezar,
pero que ya eran unos ancianos que nada podían enseñarnos o aportar. Se trata
del anciano Simeón y de la profetisa Ana. Realmente a Simeón en el texto de hoy
no se le menciona, se hubiera mencionado en el día de ayer, pero que el texto
que hoy se nos ofrece de la anciana Ana forma una unidad con todo lo que hace
referencia al anciano Simeón.
Sin embargo fijémonos en la importancia
que le da el evangelio al testimonio de estos dos ancianos, el respeto con que
los trata y la hermosa aportación que nos hace en estos momentos en que
escuchamos relatos de la infancia de Jesús. Claro que ayer en el día de la
Sagrada Familia se hacia mucho hincapié en el respeto con que se han de tratar
a los ancianos y como han de ser
honrados con nuestro cariño y con nuestra atención. Claro que tendríamos que
pensar en la sabiduría que un anciano lleva en su corazón desde lo que ha sido
su vida y desde su experiencia cuanto nos puede aportar, aunque hoy a los
jóvenes quizá no nos gusta tanto.
Como decíamos hoy se centra más el
evangelio en el testimonio de aquella viuda anciana que llevaba muchos años en
el templo sirviendo a Dios. Aparece por allí poco menos que milagrosamente para
hablar del niño a cuantos transitan por los atrios del templo y a todos los que
aguardaban la futura liberación de Israel con la llegada del Mesías, les
hablaba de aquel niño que sus padre habían presentado en el templo y de quien
el anciano Simeón había dicho también grandes cosas.
Es el testimonio de unas personas
humildes y sencillas, con unas vidas desgastadas podíamos decir con el paso de
los años, pero unas personas de fe grande que eran capaces de sentir la
presencia del Espíritu del Señor en sus corazones y escuchar su inspiración. Si
allí estaban era por su fe, era por ese dejarse conducir por el Espíritu, ese
mirar la vida y lo que sucedía a su alrededor con una mirada distinta, con la
mirada de la fe, con la mirada de Dios y así podían descubrir las maravillas de
Dios para contárselo a los demás que hacían estos piadosos ancianos con
espíritu profético.
¿Nos habremos encontrado nosotros
alguna vez en nuestros caminos personas así, llenas de Dios, llenas del Espíritu
del Señor que con sus sencillas palabras nos daban hermosos testimonios? Nos
hace falta abrir los ojos nosotros con una mirada nueva y seremos capaces de
descubrir esas almas de Dios, Ángeles de Dios a nuestro lado que nos trasmiten
hermosos mensajes.
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